Todos somos formidables. O no. | Carmen Heras
Todos somos formidables. O no.
CARMEN HERAS
Durante mucho tiempo, los analistas se han dedicado a hacer disquisiciones sobre la función política de manera independiente a todas las demás funciones del mundo real, como si los políticos y las políticas hubieran surgido por generación espontánea
Hemos lanzado nuestras miradas, incluso nuestros dardos, sobre la forma de ejercer el poder en nuestros tiempos; incluso sobre la forma implícita de entenderlo por parte de muchos dirigentes, como si nadie más interviniera en permitirlo y perpetuarlo.
Al estilo de las civilizaciones antiguas, que necesitaban ‘chivos expiatorios’ para lavar sus culpas, hemos tapado las carencias de nuestra sociedad con los defectos de una clase perfectamente reconocible, aunque la integren componentes de diferentes partidos políticos. Hemos arengado a los otros contra ella para así mantener la visión de que el resto del mundo era inocente.
Hemos tapado las carencias de nuestra sociedad con los defectos de los políticos. Hemos arengado contra ellos para mantener la visión de que el resto del mundo era inocente"
La crisis del coronavirus ha puesto el escenario ‘patas arriba’. Cuando todo esto termine, necesitaremos de buenos pensadores para encontrar las claves que permitan a nuestra civilización seguir discurriendo como si no hubiese pasado nada. Pero ya no lo podrá hacer bajo las mismas premisas conocidas, desbaratadas por la brutalidad de lo que nos ha pasado.
Desde la certeza amarga de que el sistema de bienestar, que muy ufanos declarábamos habernos concedido, tiene ‘los pies de barro’; a la primera de cambio, sus recursos se manifiestan insuficientes, mueren personas y el pánico vigila en cada rincón.
Es inexacto colocar en la diana solamente a los políticos. Los conocedores de cómo funciona el mundo nos advertían de las modificaciones que, poco a poco, iba teniendo el sistema planetario, el importante cambio climático y la emergencia económica de unos países frente al descenso de otros. Pero no solo los dirigentes, sino también los individuos de a pié ‘hemos mirado para otro lado’.
Algunos lo hicieron por falta de tiempo y de conocimientos; otros, la mayoría, a causa de los anteojos que, para mirar nuestra propia situación en el mundo, nos pone delante la ideología o los prejuicios. Aunque la verdad sea que -aún a pesar nuestro- todos formamos parte de unos grupos u otros, incluso los que dicen no pertenecer a ninguna o se declaran asépticos o escépticos.
En demasiadas ocasiones, los ciudadanos hemos colocado como gobernantes de nuestros países, territorios, ciudades o pueblos, a determinadas personas, guiándonos por afinidades, como mal menor o, incluso, por criterios de estética personal. ‘Nos hemos hecho trampas en el solitario’ cuando hemos tenido que elegir. Como si todo diera lo mismo, como si nada importara. Y lo mismo también en otros puestos y facetas de nuestro entorno profesional, lúdico o social; y en nuestras administraciones o sindicatos.
De todo lo que acontece debido a la mano de los humanos, no solo tienen responsabilidad ética 'los de arriba de la pirámide', sino tambien quienes los eligieron"
Llenos de trivialidad, hemos permitido -por acción u omisión- que la defensa de la igualdad, por ejemplo, se tradujera en que los humanos somos todos análogos y, por tanto, intercambiables. Razonando que lo mismo da uno que otro, todos idénticos, sea en la política, en la administración o en lo universitario, por citar nuevamente algunos ejemplos, y que el saber ‘no importa’.
No, amigos. No. De todo lo que acontece debido a la mano de los humanos, no solo tienen responsabilidad ética ‘los de arriba de la pirámide’, sino también quienes los eligieron; por acción, omisión o por ponerse ‘de perfil’; quiénes pelearon y quiénes se rindieron en la pelea; quienes ‘dieron palmas’ y quienes, al calor y cobijo de lo fácil, no pidieron ‘cuentas’ cada vez que alguien no adecuado colgó su bandera en el castillo de todos.
Aunque, ¡vaya cosas se te ocurren, Carmen! A fin de cuentas ya no estamos en la Edad Media llena de señores feudales, ¿verdad? A fin de cuentas, las epidemias son cosa del pasado, ¿verdad?
Carmen Heras