Todo el mundo es bueno | Carmen Heras
Todo el mundo es bueno
CARMEN HERAS
Cuando después de la muerte de Franco, volvieron a visualizarse los partidos políticos, existía una determinada forma de aceptar militantes en ellos, al menos en algunos partidos de izquierda.
Consistía en que, para entrar a formar parte de la organización, era necesario el aval de dos personas ya pertenecientes al mismo, que respaldaban con su firma al pretendiente, hombre o mujer, mayores de edad. Al recién llegado, una vez recibido el visto bueno de los miembros de la dirección política, se le entregaba una carpeta con una información básica sobre la organización interna del propio partido, sus estatutos y las normativas de los órganos de participación
Para entrar en el partido, se requería el aval de dos de sus miembros, se aportaba información y se participaba en cursos de iniciación que servían para relacionarse ya con otros miembros"
Así mismo, unos pequeños cursos impartidos por líderes locales complementaban su preparación política, sirviendo activamente de puerta de entrada al nuevo militante y ayudando a sus primeros contactos con otros colegas, nuevos o antiguos.
Estas normas, unidas a la que prohibía expresamente utilizar el turno de palabra en una asamblea para hacer exaltaciones al líder, dieron muy buen resultado, aunque andando el tiempo y sin saber muy bien el motivo, cayeron en desuso, de modo y manera que se abandonó la necesidad de petición de avales y la celebración de dichos cursos de iniciación.
Prácticamente, todas las peticiones de entrada empezaron a ser aceptadas sin ningún veto, únicamente con la simple cumplimentación de una ficha rellena de datos personales y un número de cuenta al que cargar mensualmente una cuota. Sucediendo así que, en la mayoría de los casos, los nombres y apellidos de los peticionarios eran (son) prácticamente desconocidos para los miembros de la Ejecutiva que había (ha) de dar el visto bueno a su entrada como militantes. Y no siempre hay referencias.
A veces ocurre, además, que un experimentado militante ‘llama’ al partido a una serie de amigos o familiares ante una próxima convocatoria electoral interna en la que se precisen votos, ya que ha decidido presentarse a un cargo interno que ‘se logra por votación’ (ya saben, en matemáticas las cantidades cuentan y cuantos más votos, mayor respaldo). En estos casos no se hará ningún distingo entre padres, hermanos o parientes cualesquiera.
En ocasiones, un 'experimentado' militante 'llama' al partido a una serie de amigos o familiares ante una próxima convocatoria electoral interna en la que precisa votos para alcanzar el cargo y la posición"
Sucede, entonces, que aunque en teoría se está cumpliendo la normativa, en la práctica el sistema de actuación está fuertemente contaminado. Por esto y porque al no existir ninguna exigencia para entrar, salvo lo ya dicho sobre cumplimentación de una ficha y pago de una cuota, cualquiera puede convertirse en miembro de una organización política, sin mayores trabas, ni conocimiento chequeado alguno de su inclinación ideológica, madurez y ética personal.
Nos quejamos, a menudo, de la falta de entidad de los miembros de un partido político, y del daño que todo ello puede producir a la estructura. En el caso de los partidos de izquierda, además, es sabido el alto rigor apreciativo con que desde ellos se observa la conducta política de propios y extraños. Pero todo se devalúa en la práctica cuando se conocen este tipo de situaciones, que por sí solas pueden explicar en parte algunos “agujeros” del código teórico impuesto. Y de su posterior funcionamiento.
Carmen Heras