Rotary y la Educación Inclusiva real | Alberto Astorga
Rotary y la educación inclusiva real
ALBERTO ASTORGA
Tomar acción. Dos palabras que resumen toda una forma de actuar que identifica a Rotary International y a los rotarios de cada uno de sus clubs. Tomar acción significa para nosotros promover acciones perdurables que resuelvan problemas concretos que afectan a la comunidad en la que vivimos. La educación inclusiva es uno de ellos.
El desarrollo de la persona, la igualdad de oportunidades para su acceso a la educación y capacitar a los que así lo deseen para acercarse e integrarse con plena autonomía en el mercado laboral, son ideales que, afortunadamente, no se cuestionan. Todos, desde cualquier planteamiento o posición ideológica, estamos de acuerdo en estas premisas, que son también fundamentales en nuestro Estado y están amparadas por la Constitución. Nunca se han puesto en cuestión y forman parte de esa esencia democrática que todos valoramos. Pero, ¿es siempre así?
Existen personas que por su discapacidad intelectual necesitan adaptaciones curriculares para cursar las primeras etapas en su educación. El sistema educativo las ha integrado de una forma inclusiva, junto al resto de alumnos, acogiéndolas y adaptándose a sus necesidades para facilitarles, no ya una educación necesaria para la vida, sino una integración social equilibrada. Esto es cierto. Es también loable
Pero el sistema, al no desarrollarse en total plenitud, es tan cruel como generoso pretende ser. Estos alumnos que necesitan una adaptación curricular en su primera formación, llegan hasta un final inesperado e injusto. Alcanzado el último curso de su Educación Secundaria Obligatoria, ESO, no reciben titulación alguna que acredite la formación recibida. No reciben ningún título que refleje la formación adaptada que han recibido y que, conforme a sus capacidades, ha superado. Es más, se les obliga a repetir, o a “tripitir”, si quieren continuar “educándose”. ¿Dónde está entonces la eduación inclusiva?
El sistema educativo, al no desarrollarse en total plenitud y prever títulos que reconozcan la singularidad, es tan cruel como generoso quiere ser"
No existe un título adaptado de ESO que acredite haber superado una ESO adaptada. El que no exista esa acreditación significa que falta una recompensa justa y necesaria a una formación realizada, a unos cursos superados y a innumerables esfuerzos y sacrificios tanto personales como familiares. Además de ser injusto, supone un cruel ejercicio con el que se minusvalora institucionalmente a estos alumnos, se les recuerda su condición y se pone fin a sus ilusiones de futuro.
La educación adaptada no es un regalo de un sistema educativo ni de una sociedad que presume de igualdad y de integración, sino que se trata de una formación ajustada a unas necesidades especiales que requiere también un esfuerzo, una dedicación y un sacrificio para el alumno y para sus familias.
Carecer de un título que acredite una formación, aunque sea adaptada, cierra posibilidades curriculares futuras e impide continuar hacía una formación profesional con la que desarrollar las capacidades necesarias para acceder al mundo laboral. Quien quiera hacerlo, quien tenga las inquietudes y las habilidades para poderlo hacer, no puede. Tiene las puertas cerradas. No hay salida. Nuestro modelo educativo no habilita una Formación Profesional Adaptada que dé continuidad a la educación de estos alumnos y a su desarrollo como personas útiles, creativas, hábiles y capaces de actuar con libertad y en condiciones de igualdad.
El Club Rotary de Badajoz, se ha mostrado sensible a estas circunstancias que se producen en nuestra sociedad, y así lo traslada al resto de rotarios españoles. Nuestro sistema educativo permite formar personas capaces y perfectamente formadas para afrontar retos profesionales. Pero existen alumnos a los que no se les permite desarrollar un currículo formativo, con esos mismos fines, adaptado a sus capacidades.
Existe un vacío legal, una falta de sensibilidad, una desatención inaceptable a un sector de la población que, además, precisamente por ser diferentes, requiere atenciones especiales. Necesitamos una Educación Inclusiva real, que de verdad lo sea, que asuma la diferencia y que habilite ciclos formativos que eduquen, preparen, formen, habiliten y capaciten a las personas que así lo deseen. Necesitamos que se habiliten y expidan títulos que así lo acrediten. Lo demás suena a palabras hueras, a pura corrección política y a hipocresía social. Si apostamos por la integración, que sea de verdad, que sea real.
Tomamos acción y llamamos a tomar acción. Nuestro compromiso con nuestra sociedad; el interés por la educación; la creación de oportunidades; posibilitar el desarrollo personal; fomentar la creación de empleo y riqueza en nuestro entorno; la integración social, son valores a los que no damos la espalda.
Desde 2007, la ONU defiende el derecho a la educación inclusiva. Recogió así, la defensa que el Comité de los Derechos del Niño de su Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, venía haciendo desde 1997. E insiste recientemente con lo que defiende y recoge nuevamente el Comité sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad en 2016.
Pidamos a las autoridades educativas una Educación Inclusiva real que aporte vías de desarrollo personal y profesional a todos. Pero verdaderamente a todos. Pidamos que en el seno de la Subcomisión del Pacto de Estado Social y Político por la Educación del Congreso de los Diputados, se alcance un acuerdo para regular la expedición de un título específico de los estudios realizados y superados por el alumnado con adaptaciones curriculares significativas que permita continuar con otros estudios. Pidamos que se amplíe la oferta de Formación Profesional Adaptada que permita la capacitación para el desempeño laboral futuro de estos alumnos.
Somos rotarios, somos ciudadanos, honramos valores que nos identifican y actuamos siempre con equidad y justicia. Pidamos, en definitiva, una Educación Inclusiva. No es solo una iniciativa con la que tomar acción, sino que es una causa justa cuya defensa se ajusta a nuestros valores como personas.
Alberto Astorga