Rodríguez Ibarra: los cristales que no rompió | Damián Beneyto
Rodríguez Ibarra:
los cristales que no rompió
DAMIÁN BENEYTO
No trato con esta parrafada de hacer una mini biografía del que fue durante 24 años el dueño y señor de Extremadura, pues ni tengo datos ni ganas de buscarlos en hemerotecas, bibliotecas, filmotecas u otras “tecas”.
Mi intención es opinar, desde mi leal saber y entender, de un personaje que durante más de dos décadas gobernó está Comunidad envuelto en un halo de mesianismo y con un reverencial acatamiento por gran parte de la población extremeña.
Desde principios de los 80, el PSOE fue el partido líder en España y consecuentemente muchas comunidades autónomas estuvieron gobernadas por el socialismo. Algunas comunidades, las más desfavorecidas, como consecuencia de la red clientelar creada, han permanecido durante décadas en manos de gobiernos socialistas con suertes parecidas.
Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura fueron feudo de una ideología que entendió mejor que nadie que la mejor manera de perpetuarse en el poder era hacer de los ciudadanos, súbditos"
Andalucía, Castilla-La Mancha y Extremadura, secularmente a la cola del progreso, fueron, desde el comienzo del estado de las autonomías, feudo de una ideología que entendió mejor que nadie que la mejor manera de perpetuarse en el poder era hacer de los ciudadanos, súbditos. Socialistas de pro, como Manuel Chaves, José Bono o Juan Carlos Rodríguez Ibarra, gobernaron respectivamente estos territorios y, en casi todas las ocasiones, con amplísimas mayorías.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
En Extremadura, el ‘ibarrismo’ prendió con fuerza. Un discurso reivindicativo, de puertas hacia dentro, claro, y la promesa de subsidios, subvenciones, dádivas y otras prebendas consiguieron que la mayoría de la población extremeña quedara prendada y apostara por tan nobles promesas.
Otro de los éxitos de este régimen autónomico fue la cantidad de advenedizos que, sin oficio ni beneficio, se hicieron de súbito socialistas ‘de toda la vida’ al comprobar que había mucho cargo, carguito o ‘carguete’ que repartir y que les iba a reportar pingües beneficios.
El ‘ibarrismo’ creó una red clientelar que aún existe y donde miles de familias, ‘más socialistas que Largo Caballero’, controlan, especialmente en las zonas rurales, todos los resortes de ‘lo público’. Sí, ‘lo público’; ese es el gran logro del socialismo extremeño: limitar al máximo la iniciativa privada y hacer depender económicamente a la población de la voluntad del gobierno de la Junta de Extremadura.
El régimen instaurado por D. Juan Carlos fue siempre bastante fanfarrón. Durante los años 80 y 90 del pasado siglo y el principio del siglo XXI, a Extremadura llegó dinero ‘a espuertas’, principalmente de la UE, dinero que fue dilapidado y malgastado en la mayoría de ocasiones.
Los gobiernos de la Junta de Extremadura se comportaron como nuevos ricos y, en lugar de crear infraestructuras que posibilitaran la creación de riqueza y empleo, se dedicaron a construir obras faraónicas, como por ejemplo los palacios de congresos -carísimos e infrautilizados por falta de actividades- o las hospederías que, excepto raras y honrosas excepciones, se han pasado más tiempo cerradas que abiertas.
El 'ibarrismo' creó una red clientelar que aún existe y donde miles de familias 'más socialistas que Largo Caballero', controlan -especialmente en las zonas rurales- todos los resortes de 'lo público'"
También se dotó a muchos municipios -con alcalde socialista preferentemente- de instalaciones, como polideportivos, piscinas, casas de cultura, etc., que, aún siendo necesarias en algunos casos, no podían ser utilizadas por la falta de presupuesto de los propios ayuntamientos.
Hoy nos encontramos con piscinas sin agua, con polideportivos sin actividad donde sólo crece la hierba y con casas de cultura que se utilizan de almacén municipal o de cualquier otra cosa que nada tiene que ver con su finalidad original. Estas obras, además, estaban tan infladas presupuestariamente, que salía el metro cuadrado construido más caro que en Oxford Street.
Una de las mayores fanfarronadas del ‘rompedor de cristales’ fue gastarse más de 10.000 millones de pesetas -o más de 60 millones de euros, como quieran- en dotar de ordenadores a todos los centros de enseñanza secundaria de la Comunidad (2003). Un ordenador para cada dos alumnos, record mundial cuando la media europea estaba a 1,3 por cada diez.
Esto, que aparentemente se puede considerar todo un éxito, fue un gran fiasco y hoy no queda nada de aquella mega inversión. Además hubo que cambiar el mobiliario de todas las aulas e instalar miles de regletas para camuflar el cableado correspondiente, lo que supuso otro montón de millones añadidos. Los ordenadores nunca llegaron a funcionar para la finalidad que se buscaba pues, el mantenimiento era imposible, el profesorado, a pesar de los cursos intensivos de ‘Linex’ –el Linux extremeño-, no contaba con herramientas docentes adecuadas y los alumnos se pasaban el rato jugando a video juegos cuando no arrancando y cambiando de lugar las letras del teclado. Todo un despropósito.
Eso sí, conseguimos salir en todos los medios de comunicación como ‘la comunidad más informatizada del mundo’. La petulancia y la ostentación bien valían ese dispendio. Al cabo de unos pocos años hubo que retirar y tirar a la basura los cerca de 45.000 ordenadores, arrancar el cableado y modificar el mobiliario lo que supuso otro millonario desembolso. ¿No hubiera sido mejor dotar a los centros de aulas de informática en función de su ratio y de técnicos de mantenimiento?, claro que eso no hubiera dado titulares tan jugosos.
Naturalmente que hubo mejoras durante los gobiernos de este ‘insigne’ estadista. Las carreteras de la comunidad mejoraron sensiblemente y hasta se construyeron dos autovías autonómicas que están prestando un gran servicio. También se dotaron a muchos municipios de nuevas conducciones de agua, plantas potabilizadoras y depuradoras, aunque en algunos casos no han funcionado por falta de recursos municipales.
Mientras mejorábamos sensiblemente en carreteras, nuestro ferrocarril iba languideciendo y se suprimían líneas y servicios hasta llegar a la indigencia actual. Pasamos en pocos años de estar comunicados por tren con los cuatro puntos cardinales a prácticamente no estarlo con ninguno. Se suprimió la línea Plasencia-Astorga, desaparecieron los trenes que nos comunicaban con Portugal y la comunicación con el sur y con el este es un auténtico carajal. Por el ferrocarril, el Sr. Ibarra no rompió ningún cristal, más bien ayudo a romperlos.
En algo más de 1.000 palabras es difícil resumir el ‘efecto Ibarra’ en esta tierra, pero a pesar de todos los que le siguen rindiendo pleitesía y riéndole sus ocurrencias, la triste realidad es que Extremadura desaprovechó un momento histórico para haber levantado el vuelo y dejar de ser el furgón de cola de España y de la Unión Europea. El socialismo fanfarrón y clientelista sigue, pero ahora con muchos menos medios que derrochar y así nos luce el peluquín.
Ahora que me acuerdo, todo esto venía por esa nueva ocurrencia de D. Juan Carlos referente a que sean las bases del PSOE las que opinen y decidan sobre el presunto indulto a los golpistas de la barretina. Supongo que el Sr. Rodríguez Ibarra se refiere a que opinen los mismos que votaron como Secretario General al narcisista Sánchez, pues estamos ‘apañaos’… De vez en cuando nuestro reverendísimo expresidente sale a los medios para recordarnos su existencia y soltarnos alguna genial idea como esta.
‘Sic transit gloria’, Sr. Ibarra, usted el único cristal que rompió fue el del futuro de Extremadura; pero, tranquilo que ‘su delfín’ lo está haciendo bueno.
Damián Beneyto