República | Damián Beneyto
República
DAMIÁN BENEYTO
La palabra ‘república’ viene del latín ‘res publica‘, como casi todo el mundo sabe. Significa, y eso es menos sabido, ‘cosa pública‘ o ‘el Estado‘, dependiendo del orden en que se escriba así: ‘publica res‘ se traduciría como ‘cosa pública’ y ‘res publica‘ como ‘el Estado’.
Fueron los romanos los que crearon las bases políticas y jurídicas de lo que llamamos un gobierno Republicano aunque desapareció con la llegada del Imperio, y eso que antes ya habían tenido sus ‘dictadorzuelos‘ como Mario, Sila, Pompeyo o el propio Julio Cesar.
A España el republicanismo no llega hasta la segunda mitad del siglo XIX, cuando la reina Isabel II es obligada a dejar la corona y salir corriendo en dirección a la republicana Francia"
Sin embargo, curiosamente, durante los siglos XVI, XVII y XVIII a los estados se les llamaba ‘repúblicas’ en general aunque fueran monarquías. A pesar de que los Estados Unidos nacieron como país independiente en forma de república en 1776, podemos decir que es con la revolución francesa (1789) cuando aparece la ‘república moderna’ como forma de gobierno, aunque los franceses también cayeron en el Imperio, esta vez de los ‘Napoleones’ (I, II y III) durante algunos periodos del siglo XIX.
A España el republicanismo no llega hasta la segunda mitad del XIX cuando la reina Isabel II en 1868 es obligada a dejar la corona y a salir corriendo en dirección a la republicana Francia, entonces gobernada por Napoleón III, casado con la española Eugenia de Montijo.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
La Constitución de 1869 declara, a pesar de los pesares, que España seguía siendo una monarquía y el parlamento, tras votación previa, ‘ficha’ a Don Amadeo de Saboya para que se convierta en el nuevo monarca. Amadeo I sólo duró un par de años y, en 1873, se le ‘despidió’ mientras comía en el ‘Café de Fornos’, sin darle casi tiempo a recoger a su familia y enseres para regresar a su Italia natal.
El 11 de febrero de 1873 las Cortes proclaman la I República como forma de gobierno. La duración de la misma fue de apenas once meses y en ese periodo tuvo nada menos que cuatro Presidentes (Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar).
Lo que iba a ser una República Federal se convirtió en un desmadre cantonalista que se extendió por gran parte del país, teniendo sus principales focos en Valencia, Murcia y Andalucía. Muchos pueblos y ciudades se declaraban independientes y algunos, como Cartagena, emitieron su propia moneda. En Valencia se adhirieron al Cantón 178 pueblos y se adoptó ‘la Marsellesa’ como himno. En Andalucía se proclamaron cantones en Sevilla, Cádiz, Málaga, Bailén, Andújar, Algeciras y varias poblaciones más. En Murcia, además de Cartagena, también Jumilla y la albaceteña Almansa se unieron al cantonalismo. La revolución cantonal también llego a algunos lugares de Toledo y Salamanca. En Extremadura se intentó constituir cantones en Hervás, Coria y Plasencia donde se publicó el periódico “El Cantón Extremeño”, dirigido por Don Evaristo Pinto Sánchez. Si catalanes y vascos no se movieron fue por la III guerra Carlista, no por falta de ganas.
Ante este generalizado despiporre, el gobierno emprendió la represión del movimiento cantonal, lo que podemos considerar como una especie de guerra civil entre los ‘cantonalistas’ y ‘el gobierno republicano’. Especialmente dura fue la toma de Cartagena, donde perecieron en el enfrentamiento más de 400 personas.
El golpe de estado del general Pavía y la posterior proclamación de la Restauración monárquica en Sagunto por el también general Martínez Campos, acabó con una República que no llegó a cumplir un año y de la que no aprendimos nada los españoles.
El nuevo experimento republicano llegaría en 1931, como consecuencia de unas elecciones municipales que curiosamente perdieron sus candidatos a nivel nacional, aunque bien es cierto que ganaron en la mayoría de las capitales de provincia.
Los partidos republicanos convirtieron estas elecciones en una especie de plebiscito a favor de la república y, como dijo el presidente del gobierno Aznar-Cabañas, “España se acostó monárquica y se levantó republicana”. El Rey Alfonso XIII se exilió a Roma vía Cartagena, mientras gran parte del pueblo soberano no cabía en su gozo pensando que con el cambio de régimen se acabarían todos sus problemas.
Si hacemos caso de Stanley G. Payne, la segunda República duró hasta las elecciones generales de febrero de 1936 que llevo al gobierno, de forma fraudulenta, al Frente Popular. A partir de ahí, según el historiador norteamericano, deberíamos hablar de una ‘tercera república’, absolutamente antidemocrática, que duró hasta el final de la guerra Civil.
Como se puede constatar no podemos decir que los periodos republicanos de nuestra historia hayan sido demasiados venturosos para nuestra nación.
La primera República vino como consecuencia de un golpe de estado que sólo trajo el grotesco cantonalismo que pretendía crear ciudades estado, independientes unas de otras, al más puro estilo de las ‘polis‘ griegas. Sólo duró once meses; económicamente fue ruinosa y políticamente un desastre; cuatro presidentes en ese corto periodo lo dicen todo.
La segunda República, nació de una revolución en toda regla y tiene antecedentes golpistas en la ‘sublevación de Jaca’ de 1930. Aunque al principio todo fueron fastos y parabienes, bien pronto se demostró que, a pesar de las buenas intenciones de algunos políticos, el cambio de régimen no iba a ser un camino de rosas. El Partido Socialista, que curiosamente había colaborado con la Dictadura del general Primo de Rivera, empezó a poner ‘palos en las ruedas’ de la joven república desde el primer momento, mientras los libertarios de la CNT y de la FAI se dedicaban a convocar huelgas salvajes y atentar contra la Iglesia Católica.
Hablar de legalidad democrática a partir de 1933, cuando se impidió gobernar a la CEDA, partido más votado, es una falacia, como también lo es no reconocer que el 'triunfo' del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936, fue un pucherazo escandaloso"
El triunfo de los partidos de centro-derecha en las elecciones de 1933, aún empeoró más el clima de violencia existente. Toda la izquierda colaboró para impedir primero y derrocar después, al gobierno legítimo salido de esas elecciones, apoyando la insurrección de octubre de 1934; un golpe de estado perpetrado por socialistas, anarquistas, comunistas y secesionistas que causo más de un millar de muertos, teniendo que intervenir el ejército para sofocarlo, especialmente en Asturias. Para algunos historiadores, este fue el comienzo de la guerra civil.
Como no podía ser de otra manera –que diría la cursi dialéctica política actual- este nuevo intento republicano acabo como ‘el rosario de la aurora’. La izquierda nunca estuvo dispuesta a que la república española fuera democrática, y no acepto que la derecha pudiera ganar unas elecciones y gobernar. Para la siniestra española este era un sistema político exclusivamente identificado con la izquierda y no con los deseos de los electores. Hablar de legalidad democrática a partir de 1933, cuando se impidió gobernar a la CEDA, partido más votado, es una falacia, como también lo es no reconocer que el ‘triunfo’ del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 fue un pucherazo escandaloso.
Al socialismo español le ha durado poco su recorrido socialdemócrata y se ha vuelto a refugiar en el marxismo-leninismo de la mano de uno de los políticos más nefastos de nuestra historia"
Pero como lo castizo y lo fetén de nuestra idiosincrasia es ‘sostenella y no enmendalla’, nuevamente se oyen en nuestro país fanfarrias y vuvuzelas republicanas. La izquierda patria vuelve por donde solía; al socialismo español le ha durado poco su recorrido socialdemócrata y se ha vuelto a refugiar en el marxismo-leninismo de la mano de uno de los políticos más nefastos de nuestra historia. El comunismo, ahora llamado eufemísticamente ‘populismo‘, ha recogido todos los rencores, inquinas y odios de los que nunca aceptaron la democracia y el estado de derecho. Los secesionistas, siempre atentos a la fragilidad del estado para conseguir sus objetivos, alientan la destrucción de la Monarquía Parlamentaria, sabedores que sólo con un cambio de régimen se pueden salir con la suya.
Nuevamente tenemos un Frente Popular que clama por ese republicanismo tan sui géneris y que, según su leal saber y entender, acabará con todos nuestros problemas. Lo que está claro es que esta pandilla está convencida que son los únicos legitimados para gobernar España; que aquí, como dijo el tal Iglesias, ‘no volverá a gobernar el centro-derecha‘ y que el Rey es un estorbo para conseguir sus fines que no son otros que volver a instaurar en nuestro país la República, esta vez al más puro estilo bolivariano y bananero, pero con algo en común con sus antecesoras: la falta de libertad, la falta de democracia, la ruina económica y la balcanización de España. Naturalmente el pueblo soberano, como entonces, sigue ‘in albis’.
Damián Beneyto