¿Quo vadis, España? | Mar Rodríguez
¿Quo vadis, España?
MAR RODRÍGUEZ
"El buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor", Confucio
El buen Confucio ni se imaginaba que con sus sabias palabras definía la realidad de un país que siglos más tarde se llamó España, situado allá por Occidente y que, inmerso en una crisis sin parangón, en pleno Siglo XXI, navegaba a la deriva capitaneado por un ser que cumplía escrupulosamente la segunda parte de su célebre frase.
Es precisamente en tiempos de crisis cuando aparece el liderazgo político y cuando el que está a los mandos debe ser capaz de unir a una gran mayoría de ciudadanos de su país, ya sean de su tendencia ideológica o no. A nadie se nos escapa que en estos delicados y graves momentos que estamos viviendo en España, no solo tenemos una crisis, sino dos: la batalla contra el Coronavirus y la total crisis de liderazgo para gestionar tamaña catástrofe, que ya se ha cobrado miles de vidas y nos arrastra a una crisis económica sin precedentes en nuestra era.
Es necesario que las naciones que entran en períodos de incertidumbre encuentren a alguien que sea capaz de organizar y guiar a los ciudadanos de forma inmediata, sin crear más miedos ni dudas innecesarias. Es decir, un líder.
En momento de incertidumbre, se hace necesario encontrar a alguien capaz de organizar y guiar a los ciudadanos sin crear más miedo ni dudas innecesarias"
Una regla no escrita sobre liderazgo político nos dice que, mientras los resultados acompañan a un partido, el ganador no verá cuestionado su liderazgo, independientemente de lo bueno o lo malo que éste sea. Pero, hete aquí que, el azar, el destino o lo que quiera que este infierno del coronavirus que vivimos, sí supone la máxima prueba de fuego a la que un presunto líder se pueda enfrentar.
¿Es Pedro Sánchez el capitán del barco que se espera en estas circunstancias? Evidentemente no. En momentos tan críticos como este, el pueblo no sigue al más guapo o al más simpático, sino al que sabe qué hay que hacer.
A nadie se le escapa ya, y llegará el momento de depurar responsabilidades, que la temeraria conducta del gobierno de coalición con nuestro citado y presunto líder a la cabeza, ha contribuido en grandísima medida al desastre en el que nos vemos inmersos.
En estos días arde la prensa afín a los partidos en el gobierno, en un intento desesperado por tapar la dichosa manifestación feminista permitida y jaleada por el gobierno, a pesar de conocer la magnitud de la tragedia que se avecinaba.
El propio presidente, sin duda por indicación expresa del gurú Iván Redondo, comparece día sí y día también, con la cara cada vez más desencajada y el discurso vacuo y superfluo, a no decir nada. Solo conseguir de los ciudadanos el efecto contrario al que debería pretender un líder: consigue crearnos auténtico miedo.
Mi teoría sobre estas comparecencias me lleva a contemplar a un presidente frágil, desvencijado y totalmente sobrepasado por la situación. No transmite ni genera confianza ni mucho menos tranquilidad. Ni siquiera transmite esa chulería que mostraba en campaña, ese “ir una cuarta por encima del suelo”, ese levitar sobre sus propias posibilidades. Y eso precisamente es lo que está pagando ahora.
Se elevó unos palmos sobre su capacidad de liderazgo, moldeado por el maestro de ajedrez en la sombra, y ganó la batalla, pero no la guerra. A nuestro no-líder se le han juntado el hambre con las ganas de comer y tampoco ha escogido ni a los mejores compañeros de viaje ni a los más expertos en tragedias y catástrofes.
Steve Jobs decía que un buen líder era aquel que se rodeaba de gente más inteligente que él para que lo condujeran en su camino hacia la gestión propia del liderazgo. Es obvio que no es el caso. Los acontecimientos nos lo muestran cada día. Desconcierto, desinformación, descoordinación son sus compañeras de viaje y, quizás me equivoque, percibo detrás al gurú terminando de cremar la falla.
Mar Rodríguez Márquez – @ReinaKhalesi