Pueblo y ciudad | Carmen Heras
Pueblo y ciudad
CARMEN HERAS
Ustedes que me leen me permitirán un pequeño cuento veraniego que empiece así: ¿Puede un politico ‘tener preferencias’ por un determinado lugar y sus gentes, en razón a que de ahí principalmente provienen los votos que le permiten estar en la vida pública?
Por favor, no contesten a la manera ‘políticamente correcta’; no digan que la persona dedicada al noble arte de la política lo hace por ideales y se debe a todos los indiviudos de un territorio, porque esa respuesta está ‘estereotipada’ y no siempre se cumple.
Mi interrogación va mucho más lejos. Plantea la ‘lógica de gobierno’ de unos líderes que saben de manera cierta que los votos para su fuerza política provienen principalmente de unas zonas y no de otras. Y hasta puede que no valoren como inadecuado ‘relacionar’ la virtud de la buena gestión genérica con el aprovechamiento de los votos que pudieran derivarse de aquella.
Planteo la 'lógica de gobierno' de unos líderes que saben de manera cierta que los votos para su fuerza política provienen principalmente de unas zonas y no de otras"
Pensemos. Los individuos ‘no son ángeles’ y la cautela pruedente es una cualidad promedio de otras muchas necesarias. Los tiempos actuales son pragmáticos -‘yo te doy, tú me das’- y hasta tiene una justificación humana el tender a mejorar la situación de aquellos más cercanos y con parecida concepción y principios que los nuestros.
Pero si fuera esta máxima la única aplicable, tal vez deberíamos empezar a preguntarnos por los matices subyacentes; en lo que puede afectar ‘al común y equitativo derecho de todos’, tanto de personas como de lugares.
Les propongo un sencillo juego. Imaginen un territorio con amplios espacios tipificados como ‘rurales’ y algunos otros menos de los llamados ‘urbanos’. imaginen que ‘el campo’ vota de una forma determinada y ‘las ciudades’ de otra muy distinta. Sigan imaginando que, debido a ello, se gobiernan ‘muchos pequeños lugares’ que, en conjunto, obtienen la victoria estando en aquella zona que hemos llamado ‘rural’.
A la luz de esta situación, podría preguntarse si el ‘enaltecimiento político’ del ‘pueblo’ frente a la ‘ciudad’ es sincero o solo una especie de entelequia creada por un discurso, evidentemente justificativo para el trabajo político de algunos, antes, durante y después de unas elecciones.
Cuando los estudiosos repasan las diferencias y similitudes entre lugares geográficos, descubren -según dicen- que ‘actualmente no hay una separación definitoria realmente concluyente entre pueblos y ciudades, pues los límites entre lo urbano y lo rural se desdibujan’. Tanto más cuando la región es pequeña.
Las comunicaciones y la tenencia de vehículo propio acercan las personas y los lugares entre sí; Internet nos ha hecho parte de la llamada ‘aldea global’; nuestros chicos y chicas transitan, viviendo de un sitio a otro cuando estudian, trabajan o están de fiesta; las distancias, usando como unidad de medida el tiempo empleado en recorrerlas, cada vez se vuelven menores, afortunadamente..
Si esto es así, ¿a que ‘son’ viene ‘echar la carga de la prueba’ en las zonas tipo ‘urbanas’ acusándolas de ser las primeras responsables de la falta de habitanes -caso de haberla- de las ‘rurales’ y de su falta de desarrollo?
Algún populista podría defender que si las gentes que faltan en un sitio están en otro, razón de más para proocionar los ‘lugares urbanos’ a los que se han trasladado, en vez de seguir invirtiendo en los puntos ‘de origen’ con la esperanza de que vuelvan. Porque, volver, lo que se dice volver, no lo hacen. Si excluimos las vacaciones, claro. En fin, lo dicho. Fábulas de verano, ya saben.
Carmen Heras