Programas y pactos electorales | Carmen Heras
Programas y pactos electorales
CARMEN HERAS
Todo el mundo coincide en que la política no va por buenos derroteros. El Parlamento se ha convertido en una olla de grillos. Cada partido político intenta gritar más alto que sus oponentes y, a veces, de tan gruesa que es la frase que se arrojan a la cara, se siente vergüenza ajena por la falta de fineza y de inteligencia en el trato.
A los votantes nos gustaría mayor precisión en los programas electorales de los partidos, a fin de cuentas son a modo de contratos con el ciudadano. Vengo de otros tiempos políticos. En aquellos, el mérito -es verdad que no siempre- era una virtud en el expediente. Hoy lo son la edad, más bien su falta; la agresividad, hasta extremos insospechados, pues se aplica también a la vida personal; el vasallaje, hacia cualquier ‘jefecillo’ que se precie y haga valer sus derechos, y la falta de trayectoria, para evitar las críticas de otros ante cualquier situación del pasado políticamente incorrecta desde la perspectiva de censores sin cuento.
Los méritos en la política de hoy en día son la edad (más bien su falta), la agresividad (hasta extremos insospechados), el vasallaje al 'jefecillo' y la falta de trayectoria personal"
Para acabar de completar el cambalache, hasta existen quienes convienen en negarse a sí mismos y a los demás, su propio esfuerzo y dedicación, ¡que ya es el colmo! Todo, con tal de no ser confundidos en ese momento de crisis, con la víctima propiciatoria. Embarcados en una falsa tónica ‘reformista’ abjuran de cuanto bueno hicieron hasta la fecha al lado del caído en desgracia para ofrecerse, cuan pecador arrepentido, ante sus nuevos jefes, sin confesarse a sí mismos que en el fondo lo que desean es ocupar el trono que queda vacante.
Y es este juego del ‘ratón y el gato’ el que impera en las organizaciones consideradas en otros tiempos sinónimo del buen hacer democrático y hasta ético. De vez en cuando, a todas las recorre una especie de vértigo que las hace involucionarse sobre ellas mismas, aunque se explique con términos tales como ‘la renovación’, y ‘dar paso a generaciones y talentos nuevos.
Detrás de ese vértigo, los militantes son capaces de rechazar la inteligencia si ésta si dibuja en una cara ‘rodeada de canas’ o la utilizan gentes que han probado suficientemente que ‘saben hacer política y gobernar’, para ir en pos de tropas y rostros nuevos por descubrir -intuyo que en una especie de ‘justificación sobre sus propias posibilidades de ascender’-.
De ahí las prisas de nuestros líderes actuales en cualquiera de los partidos más reconocidos por la opinión pública. Saben que quizá no se les de una segunda oportunidad, pues ni siquiera están seguros de merecer la primera. Y es, en mi modesto entender, esa falta de seguridad en ellos mismos lo que les vuelve imprevisibles y erráticos en sus comentarios, en sus fichajes, en sus ofertas de pactos, antes y después de las elecciones. Eso, y las encuestas.
A muchos electores todo lo dicho les intranquiliza. Porque, a tenor de tanta declaración en los medios, a lo mejor, su voto, va donde no quieren que vaya.
Porque, ¿votar a Podemos es votar al PSOE? ¿votar a Ciudadanos es votar al PP en las nacionales y al PSOE en las autonomías y locales? ¿votar a VOX es votar a la derecha de siempre, pues, al final, unirán fuerzas como en Andalucía? ¿y si votar al PSOE, como dice el PP, significara votar a los nacionalistas.
Señores políticos, ¿no ven que sus prisas por intentar llegar a la máxima posición de liderazgo, a costa de ‘difuminar’ los supuestos, nos están desconcertando a todos?
Carmen Heras