Perversión electoral | Emilio Borrega
Perversión electoral
EMILIO BORREGA
Los españoles nos hemos equivocado. Si, es cierto. El pasado 26 de abril votamos y lo hicimos mal, muy mal. Tan mal lo hicimos, que a día de hoy tenemos que volver a votar, porque los distintos partidos políticos no entendieron nuestro voto y no fueron capaces de formar un gobierno, y como ellos nunca tienen la culpa de nada, la culpa entonces, es nuestra.
El día 10 de noviembre volvemos a las urnas y volveremos a equivocarnos si finalmente los partidos son incapaces de formar gobierno. Es decir, los curritos de a pie, votamos; los políticos juegan con nuestras cartas y, si pierden la partida, el error es nuestro.
El 10-N puede dibujar un escenario parlamentario más perverso aún que el actual para conformar un gobierno estable"
Quiero hacer un inciso para decir que los nuevos partidos, esos que vinieron a regenerar la política, a insuflar aire fresco, a acordar lo que los viejos partidos no acordaban, a entenderse con todos, a impedir que gobiernos nacionales se pusieran en manos de nacionalistas catalanes o vascos, incluso a aislar a los separatistas, finalmente se han convertido en un partido más.
“Ya son viejos partidos también” y han venido, no a desbloquear y a acordar, sino a bloquear y a demostrar a todo el mundo que son incapaces de ceder por el bien común, acordar con nadie, o desbloquear un entuerto como el actual, mirando, eso sí, los intereses electorales de su partido. Vamos, lo que ha sido siempre la política de siempre.
Pues bien, querido lector, mi opinión es que el domingo, el 10-N, se nos puede dibujar un escenario parlamentario más perverso aún que el actual para la conformación de un gobierno estable, donde, si se forma gobierno, alguien habrá tenido que mentir a los electores o, por el contrario, si no mienten, será imposible desbloquear la situación.
Tenemos por delante dos grandes retos en España; por un lado, Cataluña, de cuyos ecos podemos tener graves consecuencias, incluso extrapolables en el futuro a otras Comunidades Autónomas; por el otro, la amenaza de crisis económica que sufre nuestro país, agudizada con una amenaza clara de los Estados Unidos sobre la Unión Europea en cuento a nuestras exportaciones comerciales.
Y ante tales amenazas, el gobierno de España solo puede ser un gobierno fuerte, unido y, sobre todo, estable. Pero, ¿algún partido político garantiza a día de hoy esa estabilidad, esa fortaleza, esa libertad para gobernar sin mirar permanentemente a las urnas?
Eso es lo que depende precisamente de los electores y no de los partidos. Estos presentan sus ofertas electorales, sus programas, participan en debates, salen en telediarios, ofrecen entrevistas en radio y televisión, sus equipos nos saturan con información en redes sociales, publicidad, marketing y un largo etcétera de mecanismos y modos.
Los árbitros de este partido somos todos los españoles convocados a votar el domingo; si lo hacemos bien, pondremos las normas"
Haciendo un símil futbolístico, conocemos, y bastante bien por cierto, a los contrincantes de esta contienda, puesto que este partido ya se ha jugado ante. Del 26 de abril al 10 de noviembre.
Se ha jugado el primer tiempo y, a partir del 10 de noviembre, hasta que el árbitro pite el final, se estará jugando el segundo. El resultado final es incierto. El desarrollo del partido puede ser emocionante. Las patadas al contrario, las faltas ilegales, los fuera de juego, las manos voluntarias o involuntarias y los penaltis pueden ser pitados, o no, en función del árbitro. En función de que este sea bueno o malo.
Los árbitros, de este supuesto partido de fútbol, somos todos los españoles mayores de 18 años convocados a votar el domingo. Si nosotros lo hacemos bien, las normas las pondremos nosotros. Pero si volvemos a dejar el partido en manos de los jugadores, estos no se entenderán, y el partido se volverá a anular, suspender o, como ocurre muchas veces en el fútbol, lo dejaremos en manos de los forofos incondicionales, con el riesgo de que podemos acabar todos ‘a leches’ entre las dos aficiones. Y ese final es el pero final al que podemos enfrentarnos.
Emilio Borrega