Pensar estratégicamente | Alberto Astorga
Pensar estratégicamente
ALBERTO ASTORGA
Para alcanzar el éxito, tanto en la actividad empresarial como en la política, es necesario determinar una estrategia a seguir. Sin estrategia clara, las medidas, actuaciones o actividades que suponen las distintas tácticas para conseguir el objetivo, perderían gran parte de su efectividad. Nadie nos seguirá sino sabemos dónde vamos. Por eso, cuando establecemos con claridad el objetivo, sometiéndolo a la concreción a la que nos obliga el coaching, determinar la estrategia e ir definiendo las distintas acciones para seguirla y alcanzar el objetivo, harán que la eficacia de estas se refuercen y que se multipliquen sus efectos positivos.
Pensar estratégicamente es la mejor receta para el éxito. Objetivo, estrategia, táctica son conceptos arraigados desde siempre en la teoría militar, pero en la empresa y en la política ya empiezan a tenerse en cuenta en sus respectivos ámbitos de actividad.
Al contrario que en la empresa, en la política y entre los políticos no se determinan estrategias claras, lo que ocasiona que políticos y proyectos prometedores terminen fracasando"
En la gestión empresarial, se asume el diseño de las estrategias y vienen aplicándose de forma progresiva desde mediados del siglo pasado.
Tras la Segunda Guerra Mundial, se abandonaron los criterios empresariales basados en la exclusiva planificación de la producción, para empezar a considerar la toma de decisiones en el marco de estrategias previamente diseñadas.
Sin embargo, en la política y entre los políticos -que se dejan llevar más por los vaivenes del momento y de las oportunidades-, no es habitual determinar unas estrategias claras, lo que ocasiona que políticos prometedores acaben fallando y fracasando en sus proyectos personales, de partido y de gobierno.
‘El arte de guerra’, de Sun Tzu, es desde hace muchos años, uno de los libros de cabecera de directivos empresariales, ejecutivos y también de políticos. Fuente de inspiración para Maquiavelo, Napoleón y Mao, no es únicamente un libro antiguo de práctica militar, sino un tratado sobre la naturaleza humana en momentos de confrontación. A pesar de tener más de dos mil años, todos sus consejos siguen vigentes hoy en día. Para Sun Tzu, «el enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado».
En tiempos más recientes, las teorías contenidas en el ‘Tratado de la Guerra’ de Antoine-Henri de Jomini, Barón de Jomini y general de los ejércitos napoleónicos, han traspasado los anchos muros de las academias militares para introducirse en los cursos avanzados de gestión empresarial. El Barón de Jomini define la estrategia como «el arte de hacer la guerra sobre el mapa, de comprender todo el teatro de la guerra». Y, si la estrategia concibe, la táctica ejecuta. «La táctica es el combate y la estrategia es toda la guerra antes del combate».
La política, sin embargo, puede entenderse más como ejercicio táctico que como actividad estratégica. Así, los consejos de Quinto Tulio Cicerón a su hermano Marco en su ‘Breviario de Campaña Electoral’, son pura táctica, como también lo son las recomendaciones que Nicolás Maquiavelo hace a Lorenzo de Medici, el Magnífico, en ‘El Principe’.
Sin embargo, diseñar una estrategia en la política significa, tanto para el político individual como para el equipo humano con el que cuenta y le acompaña, establecer ciertos objetivos claros y cuantificables que definan una imagen a conseguir. Este diseño permitirá poder concentrar las ideas, las actividades y los recursos en torno a un objetivo de éxito.
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Es conveniente que las estrategias sean también flexibles y se se puedan adaptar y redefinir de forma ágil, conforme a las circunstancias que se vayan produciendo, pero sin caer en 'ocurrencias' desafortunadas"
Se trata de definir de forma reflexiva y meditada tanto los temas y los mensajes como los grupos de decisión a quienes se dirigen y los medios de comunicación que mejor apoyen los esfuerzos a realizar. El dejarlo todo a la ‘creatividad’, al ‘institnto’ o a la ‘experiencia’ del político son errores con los que se pueden nublar los mensajes, ofrecer un perfil poco convincente, desmotivar a quienes ya apoyan el proyecto y desperdiciar los siempre escasos recursos de toda campaña electoral.
Y, una vez diseñada la estrategia, hay que ejecutarla cuidadosamente y en toda su extensión y aspectos; se trata de elementos que están interconectados e interrelacionados entre sí formando un todo para alcanzar un fin y un objetivo concreto.
Además, al actuar la política y la empresa en entornos cada vez más cambiantes y dinámicos, sino turbulentos, es conveniente que las estrategias sean también flexibles y que se puedan adaptar y redefinir de forma ágil, conforme a las circunstancias que se vayan produciendo, pero sin caer en ‘ocurrencias’ desafortunadas. Para un mismo objetivo y una misma estrategia para conseguirla, las tácticas pueden ser distintas según los equipos humanos de que se trate, el entorno físico en el que actúan o el momento en que tienen que llevarse a cabo.
Confiar en que el elector ‘conoce, reconoce, razona y recompensa el trabajo, la dedicación o los argumentos’ del candidato no ayuda ni es suficiente, ni es verdad. No lo hará. Lo que antes eran decisiones racionales del elector, hoy son decisiones emocionales e inisperadas en las que intervienen multitud de factores.
Pese a que las estrategia haya sido diseñada ‘para ganar’, también las tácticas han de adptarse ‘para no perder’. Saber reaccionar a tiempo y con eficacia son elementos que no garantizan el éxito, pero sí, al menos, pueden evitar el fracaso.
Alberto Astorga