Pensamiento crítico | Alberto Astorga

Ago 14, 2020

Pensamiento crítico

 

ALBERTO ASTORGA

El profesor Umberto Eco no se andaba por las ramas y su sinceridad era proverbial. De sobra son conocidas sus opiniones sobre las redes sociales o sobre los medios de comunicación. Entre todas ellas, rescato dos perlas que me parecen características de estas opiniones. La primera apareció en un entrevista publicada en el diario La Stampa en 2015. Decía así:

«Las redes sociales han dado derecho a hablar a legiones de idiotas que hablaban en el bar después de un vaso de vino y sin dañar a la comunidad. Entonces eran rápidamente silenciados y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».

La siguiente cita se publicó en el diario ABC, también en 2015, y se refería a la promoción que dan los medios de comunicación a toda clase de ‘opinadores’. Decía:

«La televisión ha promovido al tonto del pueblo con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portavoz de la verdad».

Para escribir y para hablar hay que aprender a pensar. Aunque la Constitución española, al igual que la de cualquier país democrático reconozca y proteja el derecho a expresarse libremente, cualquier cosa no vale. Expresarse libremente es legal, sí, pero todas las opiniones no valen -o no deberían valer- lo mismo.

Aunque se reconozca y proteja el derecho a expresarse libremente, cualquier cosa no vale. Expresarse libremente es legal, sí, pero todas las opiniones no valen, o no deberían valer, lo mismo"

En la tormenta de opiniones e informaciones con las que las redes sociales nos envuelven y abruman -siempre con claro interés por manipular la voluntad de los ciudadanos- debe exigirse, si se quiere ser ecuánime, saber distinguir ‘la paja del grano’, reconocer aquellas opiniones fundadas y razonadas de lo que solo es un ‘hablar por no callar’ que, desgraciadamente es la inmensa mayoría que además lo impregna todo con pegajosa y atrevida vehemencia.

Bien es cierto que Internet nos ha puesto la información al alcance del teclado, pero la inmensa mayoría de los ciudadanos -incluso aquellos que creen estar bien informados-, carecen de la capacidad de razonar, de elaborar argumentos, fundamentarlos, expresarlos y refutar aquellos otros que carecen de credibilidad.

Una gran parte de ciudadanos carecen de la capacidad de razonar de forma crítica. No parece que basen sus opiniones en razones suficientes, relevantes y aceptables para creer y decir algo. En demasiadas ocasiones nos dejamos llevar por las vísceras, por los prejuicios ya asentados o por el ‘espíritu de la manada’ al que nos debemos por vivir en sociedad y no querer desentonar de la letanía de la comunidad.

Pensamiento crítico por Alberto Astorga

Las cuestiones sobre las que habitualmente hablamos o debatimos, amen de críticas y cotilleos varios, son básicamente tres: sobre si algo es cierto o no, sobre si algo debería ser o no y sobre si algo es mejor o peor, es bueno o es malo. Y para mostrar una opinión solvente no es solo necesario opinar, sino opinar con criterio, con argumentos, con razones y evidencias que las avalen.

Decía ya algunos años el académico, escritor y periodista Arturo Pérez Reverte que «de nada sirven las urnas si quien mete la papeleta en ellas es analfabeto». No le faltaba razón entonces ni le falta ahora. Confieso que también opino con él en que la educación es ahora, más que nunca, «una papilla neutra y desnatada pensada para no ofender a nadie ni disgustar al mediocre». En este contexto, no pueden ‘sembrarse’ ciudadanos con criterio que analicen y razonen lo que se les dice o se les quiere hacer creer.

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Cualquier opinión distinta, cualquier criterio distinto al mensaje y a la educación oficial es ‘políticamente incorrecto’. Solo quien manda ‘recibe la luz de la verdad’ y custodia que se preserve. Las opiniones contrarias son descalificadas, silenciadas por su ‘intrínseca falsedad’ y calificadas como ‘fascistas’, que es una muletilla que sirve para todo, principalmente para terminar un debate en el que no se sabe qué decir.

Y de los ‘barros de la educación llegan los lodos de la ignorancia y del conformismo’. España, según los informes Eurostat, es el cuarto estado de la Unión Europea en el que sus ciudadanos gastan menos en libros; es el quinto en el que dedicamos menos tiempo a la lectura; y el quinto más bajo también en el porcentaje de lectores sobre población total. Dedicamos -no se lo pierdan- solo 8,3 minutos en leer la prensa, siendo la cifra más baja de las últimas décadas. Así -seamos sinceros- ¿cómo podemos mostrar criterio, conocimientos, argumentos y razones que avalen una posición determinada? ¿en qué basamos nuestras opiniones?

Pensamiento crítico, por Alberto Astorga

Para el escritor italiano Edmondo de Amicis, «casa sin libros es casa sin dignidad»; casa en la que se carece de interés por el intelecto, por el saber y conocer, por descubrir otras perspectivas, otros argumentos y otras visiones.

Por su parte, Lorenzo Bernáldez de Quirós, en ‘En defensa del pluralismo liberal’, afirma que los libros «desempeñan un papel esencial en el pensamiento; enseñan a reflexionar, a argumentar, a disertar, a razonar, a juzgar, a examinar y a desarrollar el espíritu crítico del individuo».

Si no hay lectura, se pierde gran parte -sino toda- nuestra capacidad de reflexionar, de generar opciones propias, de ser un ‘actor activo’ en generar ideas y proyectos.

Se trata, no ya de la capacidad de formular hipótesis, ver los asuntos desde distintos puntos de vista alternativos y plantear preguntas y posibles soluciones; ni siquiera se trata de conocer en profundidad de qué se está hablando, no. Se trata de tener una clara disposición de hacerlo -algo que no se observa en nuestra política actual-. Se trata de estar dispuestos a ver situaciones, buscar y dar razones, ser sensible a la información y a la búsqueda de soluciones. Se trata de analizar, dialogar, aportar, contrastar.

Caer en ese ‘analfabetismo’ supone dejarse arrastrar por las nuevas y perversas religiones ideológicas. Olvidar la historia es permitir que la historia nos la reescriban, nos la perviertan, nos la manipulen, nos cuestionen nuestro hoy y nos hagan caer en errores que ya fueron superados.

Generar pensamiento crítico es uno de los retos que debemos afrontar. Y lo debemos hacer desde la educación en valores -en casa-, aunque lamentablemente, la desidia y la comodidad han hecho nicho en nuestra sociedad. No hacerlo es estar abocados a una sociedad donde seremos conducidos por el primer ‘flautista’ que nos seduzca con su melodía. Serenatas con las que nuestra sociedad, nuestra política y nuestro entorno está llegando a cotas de indignidad verdaderamente miserables y despreciables.

Alberto Astorga

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