Oposición no es solo oponerse | Emilio Borrega
Oposición no es solo oponerse
EMILIO BORREGA
Cuando nuestro querido barón de Monstequieu en su “El espíritu de las leyes”, desarrolló la teoría política de la división de poderes, nos dejó absolutamente claros y definidos cuáles deben ser estos y cómo funcionan. Se trata de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
«En cada Estado existen tres clases de poderes: la potestad legislativa, la potestad ejecutiva de las cosas que proceden del derecho de gentes y la potestad ejecutiva de aquellas que dependen del derecho civil.»
«En virtud de la primera, el Príncipe o Magistrado hace leyes transitorias o definitivas, y enmienda o deroga las existentes. Por la segunda, hace la paz o la guerra, envía o recibe embajadas, establece la seguridad pública y previene las invasiones. Por la tercera, castiga a los criminales, o determina las disputas que surgen entre los particulares. Se dará a esta última el nombre de potestad de juzgar, y la otra, simplemente, la potestad ejecutiva del Estado.»
El espíritu de aquella teoría política, todavía hoy vigente en todos los países democráticos del mundo, marcaba y marca que ninguno de ellos tuviese superioridad sobre los otros, y que, tanto unos como otros controlasen su acción política para evitar la superioridad de los poderes sobre los ciudadanos. Se pretendía poder vivir en una sociedad libre e igual, sometida al obligado cumplimiento de las leyes por todos, sin supremacías, discriminaciones ni abusos.
«Cuando en la misma persona o en el mismo cuerpo de magistratura, la potestad legislativa y la potestad ejecutiva están reunidas, no puede haber libertad; porque se puede temer que el mismo monarca o senado pueda hacer leyes tiránicas, para ejecutarlas tiránicamente.»
«De nuevo, no hay libertad, si la potestad de juzgar no está separada de la potestad legislativa y de la ejecutiva. Si estuviese unido a la potestad legislativa, el poder sobre la vida y la libertad de los ciudadanos sería arbitrario; debido a que el juez sería el legislador. Si se uniera a la potestad ejecutiva, el juez podría tener la fuerza de un opresor.»
«Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo, ya sea de los nobles o del pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares.»
«La potestad ejecutiva debe estar entre las manos de un monarca, porque esta parte del gobierno, que tiene casi siempre necesidad de una acción momentánea, está mejor administrada por uno que por varios; mientras que lo que depende de la potestad legislativa está mejor ordenada por varios que por uno sólo.»
«Pero si no hubiera monarca y la potestad ejecutiva fuera confiada a un cierto número de personas sacadas del cuerpo legislativo, no habría ya libertad, porque los dos poderes estarían unidos, ya que las mismas personas tendrían a veces, y podrían siempre tener, parte la una en la otra.»
Esta teoría del filósofo y jurista francés, cuya obra se desarrolla en el contexto del movimiento intelectual y cultural conocido como la Ilustración, cerraba un círculo político que venía a modernizar la vida pública, a garantizar períodos de paz sobre los conflictos e intereses que generan los autoritarismos, y a poder ejercer el poder por parte de cualquier ciudadano, sea de la clase y condición social que sea, en representación de todo el pueblo, sin necesidad de haber nacido en una familia noble o acaudalada.
Dentro del espíritu que emana del pensamiento de Montesquieu, donde los poderes se controlan entre ellos, el poder ejecutivo siempre fue el más propenso a ejercerlo de manera interesada, autoritaria, e independiente al ser el poder donde más atribuciones se depositan y, por tanto, donde más autonomía cuenta a la hora de ejercer la acción política.
De ahí que, en el poder ejecutivo, tanto interés tiene el legítimo gobierno conformado a partir de un proceso legislativo, como los grupos de oposición, que deben ejercer su legítimo derecho al control de los actos de ese gobierno.
En el poder ejecutivo, tanto interés tiene el legítimo gobierno conformado, como los grupos de la oposición, que deben ejercer su legítimo derecho al control del gobierno"
Por eso, estar en la oposición en un Estado libre y de derecho, no es solamente oponerse por oponerse, o por llamarse oposición. La oposición se debe de ejercer a distintas variables.
– Primero. La oposición controla al gobierno, supervisa su acción política, vigila el estricto cumplimiento de las leyes que nos hemos dado y ejerce su derecho de interpelar sobre todo aquello que entienda que se sale de la norma establecida. Esa es su obligación.
– Segundo. La oposición nunca debe ser, “no es no”. Estar en la negación permanente no conduce a nada positivo y produce hartazgo en los ciudadanos, que desean vivir tranquilos y no en la disputa permanente.
– Tercero. La oposición, debe aspirar a ser gobierno. Por lo tanto, debe estar preparada para acceder al gobierno cuando los ciudadanos le llamen a ello y debe hacerlo desde el conocimiento y la experiencia. Por eso es importante que desde la oposición se prepare para ese momento.
Estamos en eso que algunos han llamado de manera equívoca “la nueva política”. Desgraciadamente, no vislumbro ahora mismo ningún partido político que represente eso de “la nueva política”, si ello verdaderamente significa hacer política de manera distinta a cómo se venía haciendo. Es cierto que hay nuevos partidos en el tablero del juego político, pero ni hacen nueva política, ni han aprendido de los posibles errores que pudo haber cometido la vieja política.
No se vislumbra ningún partido que represente eso que tanto se nos vende de 'la nueva política', si esa novedad significa hacer la política de forma distinta a como se venía haciendo"
La politica ni es nueva ni vieja, simplemente es un buena o mala. Nos ponemos la capa, nos calificamos de ‘nuevos políticos’, pero no solo repetimos errores de otras política, sino que los multiplicamos. Ahora la información vuela rápido, todo se magnifica y se sobreactúa.
No innovamos, no arriesgamos ni hacemos en el gobierno lo que decimos en la oposición. Algunos incluso, los más patéticos, se siguen manifestando, megáfono en mano, y pidiendo que se presione cuando es a ellos mismos a quienes se dirige la protesta.
Por eso, ejercer la oposición debe ser más que oponerse, debe ser optar y aspirar a ser gobierno, alejando a los ciudadanos de la trifulca y de polémica permanente. La oposición debe ser el momento en que se demuestre que se es mejor que el adversario que gobierna, que se tienen mejor ideas y mayor capacidad para resolver los problemas de todos.
Así, y solo así, la nueva política puede empeza a hacer nuevas cosas, romper con los estereotipos y hacer lo que todo el mundo hace cuando quiere algo que otro también quiere: ser mejor, demostrarlo y, finalmente, ganar la confianza para conseguirlo.
Emilio Borrega