Olimpismo (II) | Damián Beneyto
Olimpismo (II)
DAMIÁN BENEYTO
El terrorismo también se ha hecho presente, desgraciadamente, en alguna de las Olimpiadas. En la de Múnich en 1972, el grupo terrorista palestino Septiembre Negro secuestro a once miembros de la delegación de Israel a los que asesinó, también murieron cinco terroristas y un policía alemán. A pesar de esta tragedia los juegos continuaron por decisión del presidente del Comité Olímpico Internacional, COI, Avery Brundage.
En 1996 en Atlanta una bomba estalló en el Centennial Olympic Park matando a dos personas e hiriendo a más de un centenar; el autor, un tal Eric Rudolph, de nacionalidad norteamericana, cumple actualmente cadena perpetua.
Nuestra cultura deportiva durante gran parte del siglo XX nunca fue nuestro fuerte, si exceptuamos algunos deportistas que excepcionalmente aparecieron por 'generación espontánea'"
La participación de la mujer en los juegos también ha tenido sus controversias, aunque su participación en los mismos se remonta a los Juegos Olímpicos de Paris de 1900; sin embargo, muchos países, por unas razones u otras, no incluían a las féminas en los equipos olímpicos.
Como ejemplo, podemos decir que en las Olimpiadas de Barcelona de 1992 hubo hasta treinta y cinco países que no trajeron representantes femeninos, especialmente países árabes. Ante las presiones del Comité Olímpico Internacional, COI, en los Juegos de Londres de 2012, todos los países llevaron mujeres participantes, aunque algunos de forma testimonial y en deportes muy minoritarios.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
El número de especialidades deportivas en las que podían participar las mujeres ha ido ‘in crescendo’ olimpiada tras olimpiada y hoy es similar al de los varones; es más, hay dos especialidades en que solo participan mujeres, la natación sincronizada y la gimnasia rítmica. La primera mujer española que participo en unos juegos olímpicos fue Lily Álvarez en Paris 1924, en tenis.
La presencia de España en las Olimpiadas no podemos decir que haya sido, en general, muy brillante. La cultura deportiva durante gran parte del siglo XX nunca fue nuestro fuerte, si exceptuamos a algunos deportistas que excepcionalmente aparecieron ‘por generación espontánea’, como por ejemplo Joaquín Blume, Federico Martín Bahamontes, Miguel de la Cuadra Salcedo, Francisco Goyoaga, Paquito Fernández Ochoa, Miguel Poblet, Manolo Santana y algunos más que me dejo en el teclado. Estos grandes deportistas estaban muy por encima del nivel deportivo del pueblo soberano y fueron la excepción que confirma la regla.
En los primeros juegos olímpicos en que participamos fueron los de 1900 en París, donde llevamos ocho deportistas -uno en esgrima, dos en pelota vasca y cinco en remo-, todos varones. Ganamos la medalla de oro en ‘cesta punta’ especialidad de la pelota vasca. Ya no volvió a haber participación española hasta las Olimpiadas de Amberes de 1920.
El futbol, que había prendido con fuerza en nuestro país, consiguió en los Juegos de 1920 en Amberes, una medalla de plata que, además, nos dió una cierta fama a nivel internacional con aquello de la ‘furia española’, antecesora del actual ‘tiqui-taca’.
La primera mujer española que participó en unos Juegos Olímpicos fue la excepcional tenista Lily Álvarez en los Juegos de Paris en 1924"
El medallero español siempre fue bastante exiguo si lo comparamos con los países de nuestro entorno. A la falta de cultura deportiva hay que añadir la falta de medios económicos y en algunos casos de instalaciones. Se puede decir que hasta nuestros Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992 las medallas conseguidas por España, por olimpiada, se podían contar con los dedos de una mano. En cuatro juegos no conseguimos ninguna y en otros siete sólo conseguimos una.
El proyecto ADO, Asociación de Deportes Olímpicos, que se crea en 1988, pretendía garantizar unas dignas condiciones económicas y de entrenamiento para los deportistas de élite españoles. Hoy podemos decir que su eficacia no nos ha hecho converger con los países de nuestro entorno, pero sí hemos mejorado algo nuestro medallero. Nuestros mejores logros fueron en Barcelona’92 dónde conseguimos veintidós medallas de las cuales trece fueron de oro. Nunca hemos vuelto a tener esos resultados en posteriores olimpiadas y mucho menos en lo que a medallas de oro se refiere. Los últimos resultados en Tokio’20 (21) han sido de diecisiete medallas de las cuales sólo tres han sido de oro y en deportes minoritarios. Países como Gran Bretaña, Francia, Holanda, Italia, Alemania, Suecia, Suiza, Dinamarca y alguno más de nuestro continente nos han superado de largo.
Estos resultados demuestran que el proyecto ADO no cumple con las expectativas que serían deseables para nuestros deportistas de élite, pero además que nuestra cultura deportiva sigue siendo bastante deficiente.
La Educación Física en la enseñanza carece de un horario suficiente, especialmente en secundaria y bachillerato. El deporte escolar ha desaparecido sustituyéndose por competiciones programadas por algunas federaciones regionales, clubs y ayuntamientos. Sólo se fomentan los deportes más mayoritarios, con medios económicos escasos y con técnicos y entrenadores con una preparación bastante deficiente. El deporte universitario, que suele ser la cantera del deporte de alta competición, no existe en nuestro país mientras en otros es ´la fábrica’ de los deportistas olímpicos.
Otra de las razones de nuestro bajo rendimiento olímpico es la poca importancia que los políticos le han dado al deporte, solo hay que ver el bajo estatus que ha tenido y tiene en el organigrama de los distintos gobiernos. Desde la antigua Delegación Nacional de Educación Física y Deportes hasta la actual Secretaria de Estado para el Deporte, siempre ha sido un apéndice de otra disciplina de mayor rango. Ha dependido de Presidencia, de Educación o de Cultura y al frente de esos ministerios casi siempre hay ministros que poco o nada saben de este asunto y, lo que es peor, que les importa un pimiento, un pito o un carallo.
Además los máximos responsables del área ministerial deportiva, antes directores generales y ahora secretarios de estado suelen ser personajes que los partidos tienen que ‘colocar’ y, casi siempre, son bastante zotes en el conocimiento del área que se les asigna. Vamos que no tienen ni repajolera idea de gestión deportiva, de olimpismo, de actividad física, etc.
El deporte en general y el de élite en particular son una asignatura pendiente en nuestro país, aunque me temo que con poco interés por aprobarla.
No quiero finalizar sin dedicar unas líneas al ‘affaire’ de la gimnasta norteamericana Simone Biles, que tanta presencia ha tenido en los medios. Esta deportista de 24 años ha tenido problemas de salud mental y, como consecuencia, no ha participado en algunas pruebas y en otras ha estado muy por debajo de lo que se esperaba de ella.
Hoy día ser deportista de alta competición no es fácil, pero a nadie se le obliga a serlo. Llegar a la élite es complicado y mantenerse más. Dedicarse profesionalmente al deporte supone mucho esfuerzo y sacrificio, pero tiene también su recompensa en modo crematístico y de reconocimiento social. Los entrenamientos son cada vez más duros y el tiempo libre escaso a una edad en que el cuerpo te pide juerga morena.
El deportista se convierte en el protagonista de un espectáculo, es el ‘deporte espectáculo’, definido por el filósofo y dirigente deportivo D. José María Cagigal en su libro ‘Deporte: espectáculo y acción’ y debe estar preparado física y psicológicamente para asumir ese papel.
Los entrenadores, cada vez más preparados y especializados, deben preparar al ‘pupilo’ de forma global; no basta con estar bien física y técnicamente, además hay que tener mentalidad de competición –algo que con frecuencia les falta a nuestros deportistas- para que el rendimiento sea óptimo. Pero es el deportista el que tiene que asumir el coste de ser una figura mundial y, si no está dispuesto, no se siente capaz o ya se ha cansado, sobran los folletines lacrimógenos.
Aquí lo dejo, aunque el Olimpismo da para teclear mucho más.
Damián Beneyto