No compares a los demás con nadie | Alberto Astorga
No compares a los demás con nadie
ALBERTO ASTORGA
Tienes la responsabilidad de liderazgo sobre un grupo, un equipo o una organización. Estas en tu mejor momento profesional y persona. ¿Cómo te ves respecto a cada uno de los miembros de tu grupo, de tu equipo o de tu organización? Te ves distinto a ellos, ¿verdad? Así es. Lo eres. Ellos también lo son con respecto a ti.
Eres distinto en el más absoluto sentido de la palabra. Esas cosas tiene el liderazgo, pero eso no significa que seas mejor, aunque en algunas cosas, por supuesto, lo eres. Nos vamos a quedar, simplemente, en que ‘eres distinto’.
Has llegado adonde estás porque has renunciado o ocupar parte de tu tiempo en otras cosas y te has dedicado a formarte, a trabajar, a idear proyectos y llevarlos a cabo. Has renunciado muchas veces a pasar tiempo con tu familia, con tus amigos y practicando tus aficiones -que también tienes-, para dedicarte a los asuntos de la empresa y de la organización, a asistir a congresos, a abrir nuevos mercados y captar nuevos clientes. Y todo eso ha sido reconocido con el puesto que ocupas.
Como te digo, ahora eres el líder. Tienes que decidir sobre asuntos que afectan a tus colaboradores y a tu organización. Muchas veces te ves obligado a hacerlo con cierta prisa y analizando datos diversos, algunas veces, pocos; otras quizás demasiados y demasiados complejos; pero ves las cosas rápidamente, las ‘pillas al vuelo’; eres ágil en reaccionar ante las oportunidades y vas siempre un paso por delante. Eres y te haces responsable de tus decisiones y acciones.
Pero tus colaboradores no las ven. No ven lo que tú ves. No tienen esa facilidad de liderazgo ni la agilidad que tienes tú. En las reuniones te desesperas y te preguntas ‘pero, ¿cómo es posible que no lo hayan visto?’ ‘¿no tienen interés por su trabajo?’ ‘¿qué les sucede?’
Pensar que tus colaboradores deben ser como tú, es un error. Pensar así es malo para ti y también para los miembros de tu equipo"
No te precipites. Pensar que los demás deben ser como tú es un error. No lo son. No pueden serlo. Si el comercial tuviera el mismo olfato y las mismas capacidades que el Director Comercial, seguro que terminaría siéndolo; si el empleado tuviera la iniciativa, empuje y el empeño del empresario, más tarde o más temprano lo sería. Pero no lo son; no puedes considerar que son ‘como tu’ porque no es así.
Enfocar así tu pensamiento, te decepciona, te frustra; añade una carga innecesaria a tu ya pesada responsabilidad y reduce el potencial en la gestión que tienes. Y eso puede terminar, no ya afectando a tu rendimiento, sino también a tu salud física y emocional.
Eso a ti, que ya es bastante; pero a tus colaboradores también les afecta porque saben que ‘no les miras’ como son, sino pensando que ‘no son como tú quieres que sean’. Eso se nota.
Trabajan, no pendientes de desplegar todas sus habilidades y de mejorar en su actividad, sino pensando en que lo que hacen deben hacerlo de la misma manera y con la misma eficacia que tú o de cualquier otro compañero en el que tú confías. No son ‘ellos mismos’, no actúan como tales, sino que son una ‘caricatura ineficiente de otro’. Y eso no les agrada; no le agrada a nadie. No están cómodos. No rinden como tú quieres ni como ellos podrían. Están desmotívados, con baja autoestima e incapaces de afrontar los retos que les pides.
¿Cuántas veces, durante una reunión con alguno de tus colaboradores has estado juzgándole mentalmente, valorándole o condenándole por no haber resuelto alguna cuestión como tú querías mientras te está explicando y exponiendo sus ideas? ¿Cuántas veces has pensado que no es un perfil útil y que no te resuelve como realmente quieres que resuelva? No sé si muchas, pero seguro que algunas veces les has juzgado con tus prejuicios y con tu propia vara de medir.
Esta forma inconsciente de actuar sucede y en un error que no te conduce a ningún sitio; no ganas nada tú en tu liderazgo ni en la organización en el desempeño; no resuelves nada y es frustrante para todos, además de tener consecuencias en la propia organización.
Es más adecuado ser consciente de que cada uno es como es, con sus capacidades, su formación, sus habilidades, su aficiones. Y valorarlo con respecto a él mismo. ‘Si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá siempre pensando que es un inútil’.
La teoría de las inteligencias múltiples, diseñada y estudiada por Howard Gardner, avala, para muchos, la validez de este dicho popular, que dudo realmente que se le pueda asignar a Albert Einstein. Este psicólogo e investigador, defiende que, así como hay muchos tipos de problemas por resolver, también hay muchos tipos de inteligencias y un gran número de capacidades para hacerles frente. Los seres humanos poseemos una gama infinita de capacidades y potencialidades que se pueden pueden emplear de muchas maneras productivas, tanto juntos como por separado. El conocimiento de estas inteligencias nos estaría dando la posibilidad de desplegar con la máxima flexibilidad y eficacia todas las herramientas necesarias para alcanzar el objetivo que persigamos.
El ‘ser distinto’ no habilita a nadie para nada. Tu trabajo como líder, tu verdadero liderazgo, es obtener el mejor resultado de cada uno de los miembros de tu organización y, conforme a sus capacidades, ir ayudándolo a mejorar en su desempeña para que mejore su rendimiento y sus habilidades. El pretender siempre la excelencia es un error; debes darte, y darles, la oportunidad de descubrir cada una de las aptitudes que posee cada uno de tus colaboradores y estimular en ellos aquello que les hace mejores. Si no consigues esto, no estás haciendo bien tu liderazgo.
Alberto Astorga