Negociación política y valores | Alberto Astorga
Negociación política y valores
ALBERTO ASTORGA
El resultado electoral que nos han deparado las urnas tras las elecciones municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo, ha abierto un escenario que genera una gran expectación en una gran parte de la ciudadanía, en los medios de comunicación y en tertulianos y comunicadores siempre atentos. No ya por considerarlo novedoso, que no lo es en absoluto, sino por los participantes que toman parte y son protagonistas en los procesos de negociación que se han iniciado.
De todos es conocido que se ha producido una mayor segmentación en el voto y que esa pluralidad ha propiciado la aparición de partidos emergentes que suponen, estos sí, y sus líderes, una novedad en la escena política. Y la expectación, entiendo, está en ver cómo se comportarán, tanto los recién llegados como los ya instalados, a la hora de unir, o no, sus escaños para constituir gobiernos o dejar gobernar a fuerzas mayoritarias.
De estas negociaciones debiéramos sacar conclusiones de futuro, pues marcarán la imagen que tenemos tanto de lo políticamente conocido como de aquello que solo intuímos"
Y es aquí donde quiero aportar unas reflexiones, pues de estas negociaciones, de este complejo momento, debiéramos todos, tanto ciudadanos, votantes o no, como partidos, sacar conclusiones de futuro, pues marcarán la imagen que tenemos, tanto de lo políticamente conocido, como de lo hasta ahora desconocido, aunque quizás, solo quizás, intuyamos más de lo sabemos.
Algunos partidos están planteando la negociación para ir en contra de los otros, contra algo o alguien, no a favor de algo o alguien. Y eso, a mi modo de ver, deja mucho que desear y permite calificar a los que así actúan o a los que así entienden la política. Una negociación, y más en los tiempos que corren, debe ser realizada en un marco de valores y de ética, en la que los partidos planteen propuestas de alianza o colaboración conforme a lo que en sus programas electorales han manifestado e intentar llegar a puntos de encuentro con otros partidos, junto a los que puedan llevarlos a cabo.
Negociar desde los valores de cada una de las fuerzas en liza, valores que están reflejados en sus estatutos y que han sido los que han atraído votantes a su proyecto, genera un ambiente de respeto, confianza y responsabilidad en la política, que aporta y da seriedad a los acuerdos que se tomen.
Una verdadera negociación, como la que se exige en estos momentos, no debiera ser un simple y vergonzoso intercambio de cargos o de cuotas de poder. Ni siquiera una estrategia de personalismos en los que estén en juego los estatutos personales de los líderes en sus respectivos partidos. Tampoco, mucho menos, poner líneas rojas a nadie, ni relegar, aislar o apartar a quienes, querámoslo o no, nos guste más o menos, tiene algo que decir.
Negociar desde los valores que cada uno defiende, genera, sin duda, un ambiente de respeto, confianza y responsabilidad que aporta y da seriedad a los acuerdos que se tomen"
Algunos partidos están planteando acuerdos, no para construir o hacer posible algunos aspectos de sus respectivos programas electorales, sino para relegar o desalojar a otros del gobierno o de poder gobernar, pese a que quizás estos cuenten con una minoría más numerosa que aquellos.
En una política que se abre cada vez más y a la que se le exige mucho más que antes, deben desarrollarse negociaciones con una mayor transparencia. Una negociación realizada bajo un contexto ético y de valores, facilita el desenvolvimiento de unos partidos con otros mecanismos y otras formas en esa nueva política que se plantea. Y no solo en el desempeño político, sino también en credibilidad y sostenimiento a través del tiempo, lo que lograría la consolidación que todos pretenden.
No se entendería que se repitieran prácticas dañinas que aislaran a los representantes de una parte importante de la sociedad, pues se gobernaría, desgraciadamente, contra alguien y no para resolver las necesidades de todos. Y ese no entender, aumentaría el desapego y desafección hacia la política y sus representantes. Negociar desde los valores evita los riesgos de inestabilidad e incertidumbre abiertas tras los procesos electorales. No se trata de un reto que deban asumir nuestros representantes políticos, sino de una obligada actitud ante el ciudadano. Debemos saber por qué y para qué, pues responder a estas preguntas dará coherencia y fiabilidad a los gobiernos que se constituyan. Y no será poco.
Alberto Astorga.