Las mujeres en la política | Carmen Heras
Mujeres en la política
CARMEN HERAS
Creo que he llegado a un cierto equilibrio en mi relación con otras mujeres. En otras etapas no siempre fue óptima, pero ahora, un poco de vuelta de todo, me atrevo a analizar el comportamiento de las personas del género femenino en la esfera política. No se me interprete mal; tengo grandes amistades femeninas, pero ello es obvio.
En general, la mujer suele entrar en la arena política de la mano de un varón, sea padre, marido, hermano, amante o secretario político. El hombre, mucho más acostumbrado a tomar riesgos, ha ido por delante de las mujeres en el espacio público y, cuando estas han podido acceder, naturalmente, ellos ya estaban allí. Por eso, en las grandes sagas o apellidos políticos, cuando una mujer tienen poder, suele ser ‘en diferido’, por parentesco, aunque luego ella lo agrande, enriquezca y mantenga.
Acostumbrada la mujer a saber maniobrar en la sombra, entre misterios y conspiraciones, esa sigue siendo una táctica común y demasiado extendida"
En política la mujer suele comportarse con miedos e inseguridades; desde la que acepta el rol sumiso de asistente, desdibujando su propio criterio para no molestar, hasta la que realmente no tiene nada que ofrecer, teniendo en cuenta los considerando puramente profesionales, salvo ‘ser correa de transmisión o la voz de su amo’.
Mujeres hay muy eficaces, pero siempre han de intentar no aparecer demasiado brillantes o glamorosas, salvo que tengan una relación directa con algún jefe, para no molestar y dar la imagen de ambiciosas en demasía. No les conviene. Sabido es que la ambición se considera virtud en el hombre, pero no entre las del género femenino. Lo marca el rol social de lo considerado más o menos femenino.
En el equilibrio entre no hablar demasiado y hacerlo para no parecer alguien sin nada de inteligencia, estriban muchos éxitos femeninos en política. Eso, y el estar dispuestas a saltar de un puesto a otro para no alcanzar antigüedad renombrable. En una ocasión, acabándose una legislatura en el Congreso de los Diputados, unas cuantas mujeres hicimos un análisis sobre el número de ellas que llevaban un tiempo suficiente como para poder saber si habían sido eficaces. El número era muy muy pequeño, casi ridículo.
Una mujer demasiado inteligente para la media tiene muy difícil mantenerse en política. Muy pronto será señalada como 'redicha' y será convertida en objetivo a abatir, por unos y por otros"
Es difícil, por ello, un verdadero liderazgo femenino. Porque no se le da tiempo. Esto, si solo ocurriera en algunos casos, pudiera ser casualidad, pero cuando sucede, prácticamente siempre, nos debe servir para pensar y reaccionar. A las mujeres, claro.
Una mujer demasiado inteligente para la media tiene muy difícil mantenerse en política. Muy pronto será señalada como ‘redicha’ y será convertida en objetivo a abatir, por unos y por otros. Usarán todo tipo de tácticas para ello; la picardía y astucia de las mujeres, molestas y celosas por su protagonismo, la mala fe de los adversarios políticos, la propia competitividad entre territorios, pues es sabido que si unos lugares tiene importancia, otros pueden sentir que la pierden en el conjunto, por las propias proporcionalidades, etc.
Acostumbrada la mujer a saber maniobrar en la sombra, entre misterios y conspiraciones, esa sigue siendo una táctica común y demasiado extendida. A la que se le deja; o que ella cree que ‘se le deja’; o en la que se siente ‘segura’. No ocurre siempre, pero cuando lo hace, cumple sus efectos y es destructiva al máximo.
La mujer tendrá verdadero poder cuando realmente forme parte de un grupo de influencia con unos objetivos claramente marcados y unos componentes fuertes y reflexivos sobre las prioridades y aspectos del proyecto femenino en política. Si es que lo hubiera. Hace falta preparación intelectual e interés. Ideólogas han existido siempre, aunque su influencia ha sido reconocida muy despacio.
Carmen Heras