Matando al padre | Carmen Heras
Matando al padre
CARMEN HERAS
Un político tiene unas pautas de comportamiento en su tarea. Unas veces menos desarrolladas que otras. Pero siempre existen. En el momento en el que nos encontramos está sucediendo algo digno de resaltar: Lo que atiende como democracia ha hecho surgir una serie de organizaciones políticas compitiendo dentro del espacio electoral (los entendidos creen que como oposición al bipartidismo, tan desprestigiado).
Eso quiere decir que los partidos tradicionales han debido buscar fórmulas de renovación para presentarse ante los electores y convencerlos. Desde luego es difícil hacer algo nuevo con el discurso. En el caso de la socialdemocracia, la importancia de sus razones en la construcción del Estado de Bienestar es innegable y aún no ha existido nada sustancialmente distinto defendible, solo alguna que otra mejora, que al llegar la crisis se quitó/redujo.
Un joven con escasa experiencia, puede aprender fácilmente lo que sea preciso y puede adiestrarse y controlar mejor que aquellos con criterio formado por la vida y la experiencia"
La llegada de nuevos partidos trajo consigo mayor competitividad entre las fuerzas políticas y un adiós a las mayorías absolutas, salvo casos aislados que merecen su propio análisis. De ahí que los resultados electorales en las últimas convocatorias no dieran nada más que victorias relativas a los partidos, obligados a construir buenos relatos para “venderlas” como inmejorables, al menos para sus propios simpatizantes/votantes.
Las “inclemencias” de la época y la propia competencia parecen haber aconsejado a muchos a hacer una reforma entre sus filas al objeto de presentar caras nuevas defendiendo lo mismo; las técnicas de marketing también lo han hecho; la juventud como valor importante en otros acaeceres de la vida se coló pues aquí también, de modo y manera que los dirigentes comenzaron a alardear de hacer cambios generacionales importantes, otorgando a este hecho valores incuestionables para la supervivencia del grupo.
No hay duda que un joven con escasa experiencia vital puede aprender más fácilmente aquello que sea preciso y se le puede adiestrar y controlar mejor que a cualquier persona con criterio formada por la vida y la experiencia. Así que se dio en ofrecer listas electorales o de gobierno cada vez más jóvenes en edad, sin atender a un verdadero meritaje para el puesto.
Una vez tomada la decisión, hubo que poner palabras a los conceptos desde el punto de vista del discurso, y surgió la idea del joven “sin mochila”, englobando ahí tanto lo bueno como lo malo que puede tener la experiencia, los hechos realizados dignos de reconocimiento como aquellos otros que pudieran ser menos defendibles.
La reacción en cadena fue imparable. Como si se tratara de un traje, a todo el mundo de la escena política, con capacidad de decisión, le dio por estrenar alguno, haciendo además alardes de la proeza. Algo que evidentemente aprovechó la generación de jóvenes de unos treinta años para observar que había llegado su momento.
Se ha despreciado no solo todo el saber de la generación con 60 años, sino también la de los 50, con la consecuencia de no existir 'hilo conductor' entre lo que ha habido y lo que hay"
Y hete aquí, cómo en política, salvando honrosas excepciones, no solo se ha despreciado todo el saber de la generación de entre 60/70 años sino también de la siguiente (la de los 50), con la consecuencia palpable para muchos de nosotros de que no existe (en general) un hilo conductor entre lo que ha habido y lo que ahora hay, ni en apreciación, ni en actitud ante un discurso, por mucho que se quiera decir que es el mismo.
Para que la influencia de una organización sea firme, es preciso que el conocimiento se transmita. Las personas pasan, pero el saber de las mismas alguien debe recogerlo, aunque sea para matizarlo y cambiarlo. Ahora, en política, eso no ocurre. Se ha matado al padre a conciencia.
Carmen Heras