Los espantapájaros | Carmen Heras
Los espantapájaros
CARMEN HERAS
A estas alturas de la película, todo aquel al que le guste seguir estas cosas sabe, o intuye, que un gobierno puede subsistir por los errores de los adversarios, aun cuando no tenga méritos suficientes. De ahí que los estrategas del mismo, si los hubiera, destinen esfuerzos a hacer oposición a la oposición, porque si esta se fractura, el gobierno se refuerza.
La oposición a un gobierno, o la oposición a dicha oposición, puede conducirse en diferentes frentes. En un hipotético adelanto o atraso de los ritmos de trabajo de una determinada estructura fundamental, en el también hipotético impulso -desde la barrera- de antiguas reivindicaciones cívicas y hasta en la más que hipotética creación -dentro y fuera- de listas alternativas que dividan el voto. Siempre en nombre de las más estrictas normas democráticas.
Junto a las propuestas del programa, puede haber una serie de asuntos usados como repulsivo y acicate para los seguidores; incluso un 'espantajo' a agitar para distraer de otras cuestiones más relevantes"
Y, ayudándose de las características más implícitas de la sociología del entorno (ser o no ser de un lugar; tener o no tener unos determinados apellidos; creencias tradicionales y otros intangibles) que siempre retroalimentan este tipo de procesos, a veces, a favor del candidato (el ‘no me gusta, pero es de los mios’) y a veces en su contra.
Toda regla tiene sus excepciones, claro; pero eso no la invalida para ser aplicada. De ahí la necesidad política de algunos componentes de las cúpulas partidarias al no querer darse cuenta de por dónde llegan los fuegos adversarios. Y de que, a la larga, cualquier debilidad estructural acaba siendo debilidad propia.
No les importa demasiado. Saben que aunque quede poco para repartir, para ellos sí habrá, pues son el pequeño grupo que ha de hacerlo. Su miopía y egoismo son los causantes de los daños colaterales, aunque las ‘bases adocenadas’ no hagan esfuerzo alguno por el equilibrio y tengan también su parte de responsabilidad.
En política son necesarias las estrategias. Para ganar, para mantenerse, para tener mayorías absolutas. Estrategias para todo. Hay todo un juego de posibilidades que los muy avezados idean sin descanso. En la ‘sala de máquinas’ de cualquier partido siempre están los ideólogos, cuya función es crear las circunstancias que permitan la permanencia en el poder.
En la ‘cocina’ de cualquier organización, se confeccionan ‘los platos’; a veces por los propios comensales, otras por empresas de comunicación contratadas a través de sus ‘gurús’ correspondientes. Se trata de que los electores ‘elijan’ de acuerdo a los propios objetivos de la organización, partido o sindicato.
Junto a las propuestas de un programa electoral refrendado en mayor o menor medida con unos votos, puede haber en la acción de gobierno -de cualquier gobierno- una serie de asuntos usados como revulsivo, como acicate para los propios seguidores, un ‘caramelo en la boca’, un dulce en el mostrador, para ser tomado. Incluso un ‘espantajo’ a agitar que distraiga de otras cuestiones más perentorias y urgentes que no se hacen, ante las cuales no existe la fortaleza precisa.
Por eso, al ‘adversario’ hay que elegirlo bien. No siempre interesa señalar como tal al más directo. Si se convierte al grupo más extremo en objeto de diatribas, dejando en la oscuridad al grupo adversario natural cercano, se consiguen dos objetivos de una sola ‘tacada’: oscurecer a éstos últimos de su papel como alternativa y dirigir el sentido del voto de quienes, por encima de todos los demás, no quieren gobernando a radicalismos populistas extremos. Pero eso bien vale otro artículo.
Carmen Heras