Los equipos políticos | Alberto Astorga
Los equipos políticos
ALBERTO ASTORGA
Tengo el convencimiento de que en la política, como en el deporte y como en otras áreas de la vida, el equipo está por encima de las individualidades.
Por eso es importante valorar al equipo político como un grupo de personas que realizan una actividad por delegación y en beneficio de la comunidad. Un equipo cuya composición y número solo determinan las urnas, pero que los partidos políticos, inicialmente, al diseñar las listas y posteriormente con las estrategias de pactos, condicionan sustancialmente.
Solemos creer que los conceptos de grupo y de equipo son equiparables, sinónimos incluso; tal es así que en cualquier conversación se utilizan indiscriminadamente, pero ambos conceptos tienen sustanciales diferencias que hay que considerar.
Un grupo es, por definición, un número determinado de personas que tienen similares funciones y comparten el mismo entorno, pero que realizan su actividad de manera individual y sin que el trabajo de uno dependa del de los demás. El equipo, sin embargo, es que grupo de personas que trabajan de forma conjunta para la consecución de un fin concreto, de un objetivo común a todos ellos, haciendo que el resultado dependa de la colaboración mutua. Sus miembros trabajan, no solo de forma individual, sino también conjuntamente.
¿Qué los diferencia? El grupo esta compuesto por personas de formación similar que, realizando un trabajo indivicual y con independencia del resto, participa en la consecución de un objetivo. El equipo, sin embargo, está compuesto por personas de formación dispar pero complementaria, donde cada uno aporta un valor, una habilidad o un conocimiento al equipo para poder alcanzar, juntos y coordinadamente, un objetivo común a todos.
En un contexto laboral, configurar la composición de un equipo es sencillo, pues existen procesos de selección de personal en los que el líder opta por elegir a aquellas personas que aportan algo al conjunto; un conjunto que sabe concretamente quien formará parte de él, sus aptitudes y cuál serán las necesidades a cubrir o las habilidades necesarias de que debe disponer el conjunto para el logro de los objetivos
¿Y en política? En política hablamos de equipos, pero estos llamados equipos no tienen la misma efectividad y eficacia que puede tener en una organización laboral. Hacer un equipo en política es algo mucho más complejo y tiene muchas más limitaciones y condicionamientos de los que habitualmente son asumibles en una organización tradicional. De hecho, diría, sin temor a equivocarme, que el ‘equipo’ en el ámbito político no existe.
En política, el llamado ‘equipo’ empieza a configurarse en el momento de diseñar una lista electoral. Ese es el momento más delicado que atraviesa una organización política, pues se trata de determinar quién estará y quién no estará.
Y ahí, en ese momento, no se evalúan exclusivamente las habilidades, los conocimientos o la experiencia de cada uno, de hecho están en un plano absolutamente secundario. Ni siquiera se valora qué es lo que aporta concretamente y qué utilidad tendrá para el conjunto, pues se ignora quién formará ese ‘conjunto’. Entre la política, los partidos, las personas y la legislación, se hace un cóctel excesivamente heterogéneo e inservible.
Primero se producen las presiones de las distintas sensibilidades o familias que forman parte de un partido. Raro es que cada una de ellas no quiera colocar personas de su confianza y afinidad para que participen y estén ‘en la pomada’ de la gestión del futuro ‘equipo’. Tampoco se hace extraño que exista un reparto de la presencia en las listas por cuestiones de territorio, equilibrando las distintas zonas geográficas para que todas, o casi todas, puedan tener un referente personal. Y otro factor, no menos importante, es el género, pues, no solo por imposición de la legislación, sino también por sensibilidad -o, mejor aún, por imagen que se quiere trasladar al futuro votante- la organización impone las cuotas para garantizar una representación equilibrada tanto de mujeres como de hombres.
Tal como hemos definido lo que es un grupo y lo que es un equipo, el llamado 'equipo político' viene a ser un engendro diferente a ambos conceptos que no es ni lo uno ni lo otro"
Ante esta complejidad, hay que preguntarse si el resultado se puede equiparar o no a lo que entendemos como ‘equipo’. Tal como hemos diferenciado previamente lo que se entiende por ‘grupo’ y por ‘equipo’, el ‘equipo político’ viene a ser un engendro diferente a ambos conceptos que ni es uno ni es otro.
Se trata, efectivamente, de un grupo humano interesado en el logro de un fin -hacer una buena gestión para revalidar mandato o alcanzar el gobierno en los siguientes comicios electorales-, pero sus competencias, habilidades y capacidades son tan dispares, tan distintas y tan heterogéneas que son difícilmente ‘complementarias’.
Se hace necesario, por tanto, un importante ejercicio de cohesión entre sus miembros para que las competencias que se le concedan a cada uno se pongan al servicio de todos para el logro del objetivo compartido. Ese es el reto de toda esa extraña estructura que se autodefine como ‘equipo político’ y el reto también del líder que lo dirige y gestiona. Ahí es donde las habilidades del liderazgo deben aparecer con eficacia e intensidad.
Alberto Astorga