Los ciudadanos, estúpidos | Alberto Astorga

Jul 12, 2016

Los ciudadanos, estúpidos

 

ALBERTO ASTORGA

Que nadie se rasgue las vestiduras ni empiece a blandir pluma pretendiendo leer ofensas, porque no trato de insultar a nadie y, si  alguien se sintiera ofendido, vayan por delante mis más sinceras disculpas.

Durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, su estratega electoral, James Carville, pegó un cartel en la oficina de campaña para que todos los colaboradores tuvieran presente cuáles eran los ejes de la campaña diseñada frente a George Bush; ‘cambio frente a más de lo mismo’; ‘la economía, estúpido’ y ‘no olvidar el sistema de salud’. Ese chocante, ‘la economía, estúpido’, se convirtió en un lema no oficial de la exitosa campaña que llevaría a Bill Clinton a la Presidencia norteamericana y, posteriormente se popularizaría utilizándose para todos aquello que se quiere resaltar por el candidato.

Hoy, ahora, lo más importante en la política española, y por extensión a toda la política en cualquier lugar, son, somos, los ciudadanos, nuestras circunstancias personales, nuestras expectativas y planes de futuro y nuestro bienestar. Porque ahora, además, ha de preverse el futuro y marcar el camino a seguir. Todo está en juego. Nunca mejor dicho ‘en juego’, porque justo a nuestro lado, en nuestro entorno, estamos padeciendo o podemos empezar a padecer en cualquier momento, los resultados de un juego de chiquillos que a nada conduce de lo que verdaderamente nos importa.

Las urnas han hablado; lo han hecho por segunda vez en seis meses -que ya está bien-. Como era de prever, los votantes no han cambiado mucho de criterio, pero sí han confirmado sus posturas, analizado las conductas, cambiando los equilibrios, apagando euforias, aliviando temores y puestos a cada uno en su papel. Unos, a ser gobierno, y otros, a ser oposición. Quien no quiera verlo debe hacérselo mirar.

Estamos hartos de tanto 'juego entre políticos', de posturas enfrentadas y de que no haya gobierno"

La responsabilidad política de Rajoy

Tras la resaca, su aturdimiento y la vuelta a la realidad, los protagonistas de la actualidad política siguen empecinados en las mismas posiciones que nos llevaron a ese absurdo de tener que repetir las elecciones. Siguen igual, pecando de ‘bocazas’.

En política es importante siempre ‘dejar puertas abiertas’ que permitan negociar posteriormente. Es importante no hacer propuestas descabelladas que intenten obligar al adversario a actuar de cierta manera. ¿Por qué? Porque si no lo consigues y no cambia el adversario, tú debes cambiar la posición, quedando en ridículo tú y tus maximalistas iniciales. Cuando alguien cae una huelga de hambre es para conseguir un objetivo o morir. Porque el hambre es dura y, si no se consigue y se vuelve a comer, se fracasa y se pierde credibilidad. Cuando uno se encierra en una institución o edificio público reclamando o protestando por algo, ha de saber cómo salir de allí; porque si no consigue sus demandas ha de salir por la puerta de atrás para que no te vean ni los fotógrafos. Siempre hay que dejar una salida digna disponible. Para uno mismo y para el adversario.

Sun Tzu ya lo refería en ‘El arte de la guerra’, con otras palabras: «Si tu plan no contiene una estrategia de retirada, sino que confías exclusivamente en la fuerza de tus soldados, o tomas a la ligera a tus adversarios, con toda seguridad caerás prisionero». En política, los bocazas no caben. Pierden.

El ‘no es no’ a Rajoy era -y es- excesivo. Las urnas lo han demostrado. Lo era antes y lo es ahora; porque si no se consigue su marcha o que deje el paso a otros, se debe llegar ‘al final de la posición tomada’ y con todas las consecuencias que conlleva. Mariano Rajoy y el Partido Popular se han visto fortalecidos frente a ese ‘no es no.

'No es no' y la pobreza ideológica de la política - Alberto Astorga

El Partido Popular de Mariano Rajoy es el único que ha mejorado los resultados en las últimas elecciones, mientras que los demás han perdido votos y credibilidad. Persistir en el veto, en el ‘no es no’, es un gravísimo error y una enorme irresponsabilidad

‘¡Los ciudadanos, estúpido!’ Estamos hartos ya de tanto juego, de tanto maximalista, de tanta estrategia entre partidos y de no tener un gobierno desde hace más de siete meses.

Está en juego la economía del país y, consecuentemente, las inversiones que se hacen necesarias; la reforma de las pensiones para que podamos disfrutarlas en el futuro sin temor a cambios sobrevenidas; también es necesario hacer reformas en el campo laboral que garanticen la creación de empleo de calidad; la mejora de los salarios y poder hacer proyectos personales de futuro, porque también tenemos vida y proyectos que crear con los nuestros. Están en juego los presupuestos de las instituciones y el ‘techo de gasto’ que nos Europa exige y muchas otras cuestiones también urgentes que están ahí, en el ‘sueño de los justos’.

Los temas y asuntos importantes están pendientes de que se puedan discutir, debatir, acordar y legislar sobre ellos. Y, sin embargo, estamos todavía vetando a personas y equipos con el solo propósito de quedar ‘encima’, de ser ‘el último perro en mear en el árbol’. ¿A qué demonios están jugando? ¿A qué nos quieren hacer jugar a los ciudadanos de a pié? ¿Qué están haciendo? ¿Para qué?

Pablo Iglesias se pregunta por qué Unidos Podemos no mejoró resultados… ‘¡somos los ciudadanos, estúpido!’ Somos los ciudadanos los que no queremos continuar con un juego que no conduce a nada. Nos preocupa más lo cotidiano, lo que más cerca está de nuestras vidas. A eso, estúpido, no le prestáis atención. Estáis ‘a lo vuestro’. Pedro Sánchez esta enamorado de sí mismo y encandilado con los ‘cantos de sirena’ que un tipo como Pablo Iglesias, que sabe de política lo que ha leído en los libros, le susurra al oído. Albert Rivera juega a ‘chico interesante, un tipo ‘sexi’ que se cree el ombligo del universo.

Ya está bien, por favor. Preocúpense de los ciudadanos de carne y hueso, de lo que verdad importa a esos que se levantan todas las mañanas para ir al trabajo o para buscarlo. Somos lo que ahora debería interesarles. Y reitero que no considero estúpido a ninguno. O quizá, sí. Discúlpenme.

Alberto Astorga

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