IU: la primera víctima de Podemos | Alberto Astorga
Izquierda Unida, la primera víctima de Podemos
ALBERTO ASTORGA
Pablo Iglesias ha tardado, pero ya tiene el trabajo hecho. El partido ‘emergente’, joven y ahora ‘tercera fuerza política’ en España, Podemos, concurrirá ‘ala limón’ con la ‘veterana, carca y arcaica, quinta fuerza política’ de Izquierda Unida, de Unidad Popular o como quiera que se llame. Aunque se quiera ver como una novedad, se trata -a mi modo de ver- de una noticia esperada en la que ambos pretenden cubrir sus necesidades con la esperanza de que la matemática se instale en la política y que, tomando como referencia las elecciones del pasado diciembre, los resultados de ambas ‘se sumen’ en junio.
El parasitismo es un proceso biológico en el que, el parásito se beneficia del hábitat y del medio ambiente del huésped para su desarrollo vital. Esta convivencia es absolutamente perjudicial y dañina para el huésped, pues su ‘visitante’, en un alarde de egoísmo, le puede ocasionar una lesión, una enfermedad o incluso la muerte.
Es un hecho que Podemos comenzó su andadura política, en la que necesitaba más pragmatismo que teoría, aprovechándose de los descontentos que provenían de una extrema izquierda huérfana, a la deriva y sin liderazgo. Se dejo notar mucho la ausencia de Julio Anguita, que dejó el mando de Izquierda Unida a Gaspar Llamazares y del Partido Comunista de España, PCE, a Francisco Frutos. Las esperanzas puestas con Rosa Aguilar quedaron frustradas por su salto a las filas del PSOE de Andalucia, para formar parte del gobierno de José Antonio Griñan en la Junta de Andalucía, dando un portazo moral a todos aquellos que aspiraban a salir de un hoyo ideológico caduco en Europa desde la caída del muro de Berlín.
Poco o nada se puede hacer en política sin contar con estructura en todas las provincias; con sedes, afiliados, organizaciones locales, simpatizantes, concejales y votantes que apoyen al partido con su presencia y participación; y, eso, Podemos no lo tiene, Izquierda Unida, sí"
Poco se puede hacer en política, sobre todo si se quiere aspirar a cierta relevancia electoral, sin contar con una estructura territorial lo más amplia y lo más extendida posible por toda la geografía en la que se actúe. Izquierda Unida cuenta con estructura política en todas las provincias; con sedes en multitud de localidades, afiliados, simpatizantes y votantes, que apoyan en su partido a la hora de hacer listas, hacer campañas, difundir eslóganes y mensajes. En definitiva, ‘están presentes’ en los municipios. Cuenta, por tanto, con la base elemental para consolidar cualquier operación política. Por eso, precisamente, Izquierda Unida se convirtió en el primer objetivo de Podemos, pues por ahí pasaba la única posibilidad de crecimiento y de expansión territorial y electoral estaba a la que aspira Podemos. Necesita de Izquierda Unida para facilitarle la rápida y eficaz expansión de la nueva organización que permita abordar los sucesivos procesos electorales. El parásito contactó con su huésped, se aclimató a su medio y comenzó su desarrollo.
Pero Podemos no es Izquierda Unida. Decían ser la ‘nueva política’; seres puros e impolutos que llegaban para la ruptura del sistema, para el cambio drástico y radical con la Transición. Para el joven de perfil urbano, inconformista, universitario y políticamente activo, pero ni de izquierda ni de derecha, se convirtió en una alternativa para hacerlo y terminar tanto con las élites de los partidos tradicionales, como con los ‘poderes fácticos’ del neoliberalismo.
La política no es aritmética; todavía no se ha probado ni ha sucedido que una coalición electoral sume los votos de los electores de cada formación en la alianza"
El pacto alcanzado ayer, del que se desconoce su contenido, incluso para los propios militantes y seguidores de ambas formaciones implicadas -eso en fraseología comunista se llama ‘participación de las bases’– que hoy votan ‘a ciegas’, supone un posicionamiento claro en el que las dos fuerzas firmantes -sus líderes, más bien- creen obtener beneficios mutuos.
Izquierda Unida espera obtener un número de escaños más acorde con la realidad y que la Ley Electoral les impedía injustamente. También, digámoslo claro, dinero; dinero en un momento en que su situación financiera es de absolutamente de bancarrota.
Aporta, eso sí, además de su estructura territorial, un votante fiel en el segmento de edad superior a los 60 años, del que Podemos carece. Por el contrario, pierde ya su identidad de extrema izquierda para aportarla definitivamente a Podemos, que por fin se quita la máscara.
¿Y qué gana Podemos? De momento, su caída electoral y la fuga de votos que, previsiblemente, irían hacia Izquierda Unida. Gana también en ilusionar a los votantes de la izquierda más radical y más dinámica y difuminar todo aquello relacionado con ‘sillones’, ‘poltronas’, ‘financiación venezolana a la Fundación CEPS’, ‘financiación irregular’, ‘extraños crowdfunding’, ‘influencias chavistas’, y el largo etcétera de retahíla de tufos. ¿Y qué pierde? Mucho. Pierde su ‘camuflaje ideológico’. Esa ‘nueva política’ no era un movimiento transversal que aspiraba a la regeneración de nuestro sistema democrático. No; no era eso. Son la política de siempre y la versión actualizada de una ideología comunista rancia, caduca y añeja; confirma su radicalismo de izquierda asumiendo postulados que no han funcionado en ningún país del mundo en los últimos cien años y que han ocasionado muerte, hambre y represión.
Pero hay más. Aquellos que están agarrados a la ‘calculadora electoral’ deberían saber que la política no es aritmética; que dos más dos no necesariamente resulta ser cuatro; que los pactos que unos les pueden gustar a otros pueden espantar. Es una falacia y un desprecio al votante creer que la unión de ambas formaciones políticas supondrá de forma directa, automática e indudable la suma de los votos de una y otra. Eso nunca ocurre; al menos, nunca ha ocurrido.
Nos espera, todavía mucho tiempo para ver con paciencia cómo se entretienen y juegan con nuestros destinos aquellos que el próximo 26 de junio nos pedirán el voto. Y la verdad es que el aburrimiento, el desánimo y el desencanto -no sé si llamarlo tristeza- de los últimos meses no auguran nada bueno. De momento, Podemos ya tiene su primer trofeo. Ahora va a por los siguientes.
Alberto Astorga