10N: entre héroes y villanos | Carmen Heras
10N, entre héroes y villanos
CARMEN HERAS
Al final, a ver cómo se resuelve la situación. El periodo electoral lo subsume todo, las energías de muchos y el espacio de las noticias. Es como un gran pozo sin fondo que puede tragarse cualquier información relevante que nada tenga que ver con las propias elecciones.
Cuando alguien tiene el rol de gobernante dispone (al menos en teoría) de las herramientas para gobernar. Eso y la información. Así que cuando ataca a otros por no contradecir dialécticamente en un debate algunas cuestiones nocivas para los ciudadanos, se supone que también se riñe a sí mismo por no haberlo hecho tampoco.
El ciudadano común, no forofo de unas siglas, no entiende la actitud y la táctica de quien condena a unos partidos porque no rebatieron argumentos agresivos de una determinada fuerza política y no se condena a sí mismo por tampoco no hacerlo. Si el argumento es el de no dar visibilidad a la llamada por muchos ‘extrema derecha’, ¿no debería ser válido para todos?
Abundan las frases huecas y la realidad es contada en blanco y negro, en buenos y malos. Es la división de la sociedad entre héroes y villanos, la construcción del enemigo, para movilizar al votante"
Abundan las frases gruesas en los mítines de los partidos, la realidad contada en blanco y negro, los buenos y los malos. Las perspectivas individuales y subjetivas, la confusión entre el papel institucional y el partidista. La división de la sociedad entre héroes y villanos, la construcción del enemigo. Se supone que para conseguir una movilización mayor.
Es lo que tiene estar (casi) siempre de elecciones. Que se es más candidato que parlamentario o ministro. Incluso que presidente. Aquellos a los que nunca se les dio una segunda oportunidad política, se asombran cuando ven a personas y a
personajes que no han sabido nunca tejer mallas de tejido social con puntos de encuentro, seguir en la carrera sin ser tachados de incompetentes (salvo por sus críticos), adoctrinando sin pudor a otros, mientras consiguez mantener su posición privilegiada en base a destruir una determinada convivencia o a rebajar un determinado número de simpatizantes y afectos.
Y no me refiero (al menos no solo) a los líderes de la punta de la pirámide. No hay transcendencia en hacer algo sólido y perdurable para los que lleguen detrás y ese puede que sea el síntoma de estos tiempos políticos: que nadie parece interesado en ello, al creer que carece de tiempo y así no logrará el éxito que necesita para no evaporarse como figura pública. El aquí y el ahora. Y ya.
Leo por ahí que las mujeres son más proclives a votar que los hombres. Lo achacan a un mayor sentido de la responsabilidad democrática y a su solidaridad en las causas comunes. Sin quitar la razón a estos argumentos (no soy socióloga), yo creo que también sucede porque la mujer, en el espacio público, ha ido a un ritmo distinto del hombre y está, por tanto, en un momento anterior en su propia evolución como figura pública participativa dentro de la democracia.
“Encajada” durante siglos en las obligaciones que, para su propio género, dictara el convencionalismo de usos y costumbres existentes, acorde con la estructura de la sociedad elaborada por muchos durante tiempo, está todavía comenzando un nuevo papel como grupo de decisión y lo contempla muy cercano a las circunstancias de su propia biología.
Nada más hay que ver cómo las grandes manifestaciones femeninas últimas se hacen solo frente a sentencias relativas a la violencia sexual, físicamente hecha, que aun siendo muy grave no abarca todas las violencias existentes contra la mujer.
Carmen Heras