‘Hembrismo’ | Damián Beneyto
'Hembrismo'
DAMIÁN BENEYTO
Las perversiones del lenguaje -muchas veces interesadas- invitan con frecuencia a confundir el significado de ciertos términos que son puestos de moda por algún que otro poder fáctico con la intención de manipular a la opinión pública.
En mi anterior parrafada –‘Comunismo y fascismo, tal para cual’– explicaba cómo el término ‘facha’ era utilizado por el vulgo como ‘muletilla’ para apellidar a aquellos que mantienen opiniones distintas a las de la izquierda profunda, y hasta al propio Felipe González se le ha tildado de ‘facha’ cuando ha defendido la monarquía, la democracia o la Constitución de 1978.
Disentir del pensamiento único del hembrismo patrio - ya no lo entrecomillo, lo acabo de patentar- es casi un delito de lesa gilipolluá"
Algo parecido ocurre con el término ‘machismo’, que con frecuencia se contrapone al de ‘feminismo’ -craso error, ya que el antónimo de ‘feminismo’ sería ‘masculismo’ y, si me lo admite la RAE, el de ‘machismo’ debiera ser ‘hembrismo’-.
Llamar ‘machistas’ a hombres, aunque también a algunas mujeres, que disienten de la doctrina ‘hembrista’ oficial, se ha convertido en algo habitual. Disentir del pensamiento único del hembrismo patrio -ya no lo entrecomillo, lo acabo de patentar- es casi un delito de lesa gilipolluá.
No seré yo quien discuta que debe haber igualdad entre hombres y mujeres y que la diferencia de sexo no puede ser nunca algo que discrimine; también condeno enérgicamente la violencia ‘de genero’ tanto física como psicológica.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
Sin embargo, no puedo estar de acuerdo cuando por parte de algunos colectivos hembristas se pretende conseguir la supremacía de la mujer sobre el hombre criminalizándolo y haciéndole culpable de todos los males de la Humanidad. Hay buenas y malas personas, independientemente de lo que tengan en la entrepierna, y esto sí es un axioma.
Vivimos en un país donde afortunadamente, y así consta en nuestra Constitución, las diferencias legales entre hombres y mujeres no existen y nuestro Código Penal castiga severamente los delitos denominados ‘de género’, aunque bien es cierto que con una imparcialidad a veces discutible. Por eso, no debería ser de recibo que ciertos colectivos hembristas salidos de la izquierda profunda pretendan que los machos de la especie humana se conviertan en ‘castrati’ cual ‘Farinellis’ *.
Y hablando del ‘furibundo hembrismo de la izquierda actual’, conviene puntualizar que no se ha caracterizado la siniestra española a lo largo de la historia por la defensa de los derechos de las mujeres ni tampoco por darles demasiada relevancia en la vida pública. El voto femenino llegó a España de la mano del centro derecha y fue votado en contra por las antepasadas ‘rojelias’ de las actuales sufragistas. Además, en todos los países con regímenes comunistas no ha habido ninguna mujer con cargos de relevancia, a no ser que fuera ‘la barragana del preboste de turno’, algo que ya hemos copiado en España.
Dando por sentado que algunas reivindicaciones del colectivo hembrista son ‘justas y necesarias’ y que han conseguido logros importantes en pro de la igualdad, algunos sectores de estos movimientos se han pasado de frenada y buscan no la igualdad, sino la supremacía, y lo que es peor, el enfrentamiento, el odio y la fobia hacia el otro sexo.
No se ha caracterizado la siniestra española con la defensa de los derechos de las mujeres ni por darles relevancia en la vida pública. El voto femenino llegó a España de la mano del centro-derecha"
El ‘buenismo’, del que ya les he hablado en otra de mis parrafadas, y los intereses políticos han hecho que muchos ‘machos dirigentes’ hagan, aparentemente, suyas unas reivindicaciones que van mucho más allá de lo justo y razonable, dando alas al fanatismo y a lo que ha dado por llamarse ‘feminazismo’.
La ‘hembra feminazi’ suele ser de bajo nivel cultural, aunque cuelgue en sus paredes algún titulillo que otro -ya saben eso de que ‘lo que la naturaleza no da, Salamanca no presta’-, suelen tener baja autoestima y un importante complejo de inferioridad. Su mal gusto y chabacanería son proverbiales. Han hecho del insulto su único argumento aderezado con poses histriónicas y desvergonzadas utilizando siempre que la ocasión lo requiere, sus atributos femeninos –algunos de dudosa estética- como armas, sin percatarse que, más que amedrentar, lo único que consiguen es hacer el ridículo más espantoso.
Como decía la eminente neuróloga y premio Nobel, Rita Levi-Montalcini, “las mujeres que han cambiado el mundo no han necesitado nunca mostrar otra cosa que su inteligencia”.
No sería justo en mi parrafada si no reconociera que aún hay en algunos sectores de nuestra sociedad discriminación por motivo de sexo y que eso debe corregirse. Las diferencias salariales, la desigualdad de oportunidades para acceder a puestos de responsabilidad en algunos sectores, etc., deben desaparecer. Como católico, entiendo que el papel de la mujer en la Iglesia no se ajusta al mensaje evangélico y que debe tener las mismas atribuciones que los hombres. Pero este camino reivindicativo lo tienen que andar juntos hombres y mujeres. El ‘hembrismo’, así como el ‘machismo’, sólo nos conduce a una guerra de sexos de la que no puede salir nada bueno, salvo violencia, rencor y odio.
El hembrismo, así como el machismo, solo nos conduce a una guerra de sexos de la que no puede salir nada bueno, salvo violencia, rencor y odio"
El fomento de la discriminación positiva hacia la mujer tampoco creo que esté contribuyendo a conseguir una igualdad real. Forzar en la política, en la administración e incluso en la empresa privada lo que se ha dado en llamar ‘cuotas’ sólo está sirviendo para que personas preparadas se queden fuera mientras otras, por el sólo hecho de su sexo, ocupen puestos de responsabilidad para los que están dudosamente preparados. Como dijo Marie Curie, premio Nobel de Física, “nunca he creído que por ser mujer deba tener tratos especiales, de creerlo estaría reconociendo que soy inferior a los hombres, y no soy inferior a ninguno de ellos”.
Termino mi parrafada contándoles la historia de una mujer que a principios de los años sesenta quedo viuda a los treinta y tantos años con cuatro hijos, el mayor de ocho años y el menor de dos meses. Su situación económica era peor que mala y tuvo que realizar todo tipos de trabajos para sacar a su prole adelante; empleada en una fábrica de zumos, telefonista, estanquera y dependienta de una pastelería. Con casi cincuenta años, mientras trabajaba y ejercía de madre, preparó y aprobó unas oposiciones a la Seguridad Social. Fue capaz de dar una carrera universitaria a sus cuatro hijos y jamás se sintió menos que ningún hombre. Esta mujer es mi madre que hoy tiene noventa y seis años y a la que le dedico, con su permiso, esta parrafada.
Damián Beneyto
* Farinelli fue el sobrenombre de Carlo Broschi, un cantante ‘castrato’ protegido del rey Felipe V.