I. Por un puñado de euros | Carmen Heras
I. Por un puñado de euros | Carmen Heras
(I) Por un puñado de euros
CARMEN HERAS
Con dos interrogantes se inicia este artículo. Los hago para analizar el comportamiento humano dentro de una organización política, puesto que la forma de relación entre individuos del mismo grupo impregna la metodología de trabajo con los adversarios políticos y, por ello, las reglas de la vida pública.
El primero es si, en situaciones internas de asalto al poder, los partidos defienden a sus ‘miembros honorables’; la segunda, si esos mismos partidos apuestan por la ‘inteligencia política’ o por lo contrario. Comencemos.
Las historias partidarias enseñan que un modo de subir en cualquier organización es pelear por el poder orgánico interno y, desde ahí, dar el salto a la escena pública. Para cualquier persona puramente ambiciosa resulta menos arriesgado hacerlo así que demostrando ‘madera de líder social’ y confrontarse públicamente con la causa del adversario político, frente al que hay que tener solvencia y argumentos.
Un modo de 'subir' en cualquier organización es pelear por el poder orgánico interno y, desde ahí, dar el salto a la escena pública"
La lucha interna posee mayor impunidad, pues la ‘cultura política’ es la misma y, por tanto, las fortalezas y debilidades de unos y otros son conocidas y abarcables. Se puede litigar por muchos asuntos: por un sueldo, por el de la pareja de otro; por parecer más interesante ante los ojos del jefe; por aburrimiento; por orfandad. Por un puñado de votos o por mantener una vicepresidencia. Y más; de todo hay. Y para conseguirlo siempre se comienza socavando la fama y trayectoria de lo existente. En todas las direcciones. No hay censura ni freno.
Fajarse con ‘los de dentro’ solo precisa tener una ‘parroquia’. De esas que colocan a sus fieles en distintos lugares de la sala en las reuniones generales. Para el que no lo sepa, aclaro que es una táctica demoledora contra la base de estabilidad del adversario. De repente, este nota que lo atacan desde ‘diferentes sitios, personas diversas y por cuestiones inverosímiles’. Los sujetos han sido aleccionados convenientemente, obedecen a un plan, están preparados para ‘arañar’; ora unos, luego otros, como si fueran elementos independientes, lo que multiplica el efecto del ataque.
Se trata de ‘apretar’. Hacerlo en la ‘yugular moral’ del destinatario; dejarlo sin aire. Y que lo vean todos. La verdadera humillación debe ser pública. La ‘cabeza decapitada’ ha de presentarse en una bandeja.
Muchos ingenuos presentes en la asamblea caen en la trampa de creer que lo que está sucediendo es espontáneo y sincero; que obedece a un deseo de mejora y de crítica útil"
Se utiliza el barullo; todos fingen hablar a la vez; todos piden la dimisión del ‘reo’; todos ponen voces de enfado. Tan bien lo hacen, que muchos ingenuos presentes en la asamblea caen en la trampa de creer que lo que está sucediendo es espontáneo y sincero; que obedece a un deseo de mejora, de crítica útil. Y se contagian porque piensan que tantos no pueden estar equivocados.
No vislumbran las tretas, la media sonrisa cínica, las miradas pícaras y los guiños de júbilo de la ‘soldadesca asalariada’. Así que no hay quien detenga la fuerte borrasca que cae directamente sobre ‘el objetivo a abatir’ hasta que este opta por ‘poner el cargo a disposición’ y desaparecer, incapaz de resistir el vendaval, casi exánime. Y solo.
Cuando la agrupación se rompe, se reclama la actuación de ‘algún árbitro’. Y este recibe a unos y a otros y dictamina que ‘todos y ninguno tienen razón’. Así que no se decanta por nadie y actúa salomónicamente. Y comienza ‘la jerga’ de las gestoras con miembros de uno y otro bando. Y los estados confabuladores preparatorios de una nueva votación para dirimir quién será el nuevo dirigente. Ya no importa quién fue el asaltante y quién el asaltado; quién ha sido ‘traidor’ y quién ‘responsable’. Y se vota. Y el más inocente, pierde. Y se inicia un tiempo distinto, totalmente blanqueado con la aquiescencia del mando en plaza.
Carmen Heras