Fuegos artificiales | Carmen Heras
Fuegos artificiales | Carmen Heras
Fuegos artificiales
CARMEN HERAS
La celebración de las primarias en el PSOE de Badajoz para elegir a su secretario provincial, por más que se trate de un proceso interno, ha vuelto a poner sobre la mesa la idoneidad, o no, de las mismas, no solo para elegir al mejor dirigente entre varios, sino sobre todo para ayudar a relanzar el entusiasmo de los militantes, piezas claves -o así debería ser- en una victoria electoral.
He asistido, después de su celebración, a encendidos debates entre personas pertenecientes a las bases del partido, con planteamientos contrarios, y he de decir que las puyas entre ellos, una vez conocidos los resultados, han sido muchas.
La mayor parte de las veces, por no decir todas, quien gana las primarias no se fía de quien ha competido en su contra"
Como Churchill cuando decía que ‘la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno’, yo creo que la elección de un dirigente por primarias sería la forma más transparente de hacerlo si las cartas todas estuvieran sobre la mesa, e imperase el sentido común y la objetividad en los votantes para, sin ambages y cortapisas, elegir al mejor dotado/a para el cargo. Y sobre todo, si no hubiera después represalias, directas o indirectas, con los perdedores.
Sucede, sin embargo, que en la mayor parte de las veces, por no decir en todas, el/la que gana, no se fía de quien ha competido en su contra e incluso los perdedores dedican su tiempo a intentar poner zancadillas al elegido.
Cuando alguno de los ganadores no cumple esta norma e intenta integrar en su equipo a varios oponentes, suele ser calificado de débil y pusilánime, de modo tal que las ansias de ‘escalar al trono’ aumentan para sus adversarios.
En la época de los grandes lideres, con ‘sus capitanes’ desplegados por todo el territorio, se convirtió en dogma de fe la declaración de uno de ellos cuando advertía a quien quisiera oírlo, que en política cada cual labra su puesto y sale llorado de casa. De tal premisa, incuestionable para los leales seguidores y mayoritariamente aceptada, se derivó una cierta cultura interna que fijó los cimientos de los aspectos más sanguinarios que la política tiene.
La vida política, interna y externa a los propios partidos, maneja demasiada hipocresía"
Bajo el citado precepto, no parece quedar otra que salir a pelear con toda clase de ‘armas’ entre los compañeros, cuando se desea sobresalir. Y si no, pregúntenle a Ángel Gabilondo, el defenestrado candidato del PSOE a la Asamblea de la Comunidad madrileña. Fuera ya de la política, ha reclamado su derecho a ‘no ser malo’, es decir, a no jugar a trapacerías y deslealtades, frente a quienes con la boca pequeña ahora -primero fue utilizado como candidato y después echado, por unos y otros, del terreno de juego- dicen que que es un gran hombre.
La vida política, interna y externa a los propios partidos, maneja demasiada hipocresía. Las primarias son una muestra. Tal como se realizan, semejan ritos eclesiales destinados a permitir una cierta ‘actuación’ de la militancia entre ella misma, ya que tiene vetado (por unas causas u otras) un verdadero trabajo político, acorde con la defensa de sus convicciones, dentro de la sociedad civil. Durante unos días, los candidatos y sus adláteres pueden pasearse entre los afiliados y declarar sus intención sobre un proyecto político a reivindicar, en el que el ‘pueblo’ manda y elige su propio destino.
A mi se me asemejan a fuegos de artificio. Como ellos, estallan en luces de colores, para luego oscurecerse bajo el control de siempre de los ‘aparatos’. Éstos últimos, ciegos y totalmente insensibles ante las particularidades.
Carmen Heras