La pandemia extremeña | Damián Beneyto
La pandemia extremeña | Damián Beneyto
La pandemia extremeña
DAMIÁN BENEYTO
No, no voy a hablar en esta parrafada de la pandemia de la Covid 19, tema muy socorrido para contertulios y articulistas, a pesar de que la hemos sufrido y la seguimos sufriendo en Extremadura en todas sus variantes. El virus chino se ha repartido por todo el planeta y no íbamos nosotros a ser menos, en esto claro…
Me voy a referir a una pandemia autóctona y que lleva siglos instaurada por estos lares sin que seamos capaces de que remita ni de conseguir una vacuna. Este virus que nos lleva contagiando desde tiempos inmemoriales se llama CONFORMISMO.
Los extremeños somos 'pobres hasta para pedir' convirtiéndonos en los pobres más agradecidos de España"
El virus en cuestión no afecta directamente al cuerpo aunque, al final, también se resiente, pero es más bien un virus del alma. El individuo afectado acepta fácilmente y casi sin rechistar cualquier circunstancia, aunque esta sea adversa y/o injusta.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
Extremadura es una zona endémica de ‘conformismo’ desde tiempos inmemoriales y solo aquellos que abandonan estas latitudes se libran de padecerlo. Es algo que está en el ambiente, que se respira; es como si un cielo plomizo oprimiera a sus habitantes impidiéndoles cualquier gesto de protesta y mucho menos un acto de rebeldía.
Yo creo que el último que no lo padeció fue Viriato, aunque él mismo fuera víctima del conformismo de otros que prefirieron ser vasallos a ser protagonistas de su propia historia.
Sin embargo, fuera de estas latitudes, el extremeño es audaz, reivindicativo e incluso capaz de defender tierras que no son las suyas e idiosincrasias que poco tienen que ver con las que heredaron de sus padres. Una auténtica paradoja…
El ‘virus del conformismo’ ha creado una sociedad abúlica, anodina, que carece de estímulos para progresar o, lo que es peor, que no le importa progresar. Un pueblo agarrado al mínimo esfuerzo útil que, al carecer de iniciativas, se deja conducir cual rebaño borreguil por los derroteros que les marcan cuatro prebostes cuyo único interés es mantener el poder.
Este estado de ‘catalepsia reivindicativa’ se ha ido gestando a lo largo de los tiempos debido a la acción de los distintos gobiernos que ha tenido España con la connivencia de los factótums de la región. Podemos decir que Extremadura es ‘la Cenicienta’ de España con una madrastra que siempre le negó el pan y la sal y unas hermanastras insolidarias y ventajistas, pero sin hada madrina ni príncipe que la socorra.
El 'virus del conformismo' ha creado una sociedad abúlica, anodina, que carece de estímulos para progresar o, lo que es peor, que no le importa progresar"
Siempre fue el destino de esta tierra alimentarse con las migajas que caían de los platos de los demás y aun hoy lo sigue siendo, aunque ya se ha acostumbrado e incluso muestra en muchas ocasiones agradecimiento por la caridad recibida.
Sin duda Extremadura es una tierra maltratada por los poderes del estado, o quizás mejor ninguneada, pues históricamente siempre ha pasado desapercibida, como si no existiera. Es un ‘paso a ninguna parte’, a pesar de su extensa frontera con Portugal, y es considerada por el resto de España como un territorio exótico habitado por gentes sencillas, de carácter afable y bastante hospitalario, pero nada emprendedoras y resignadas a ser las más miserables y pobretonas del país.
Algunos pensábamos, yo entre ellos, que con la democracia las cosas cambiarían y que el estado de las autonomías contribuiría a un reparto más solidario de ‘los dineros públicos’, e incluso que aquellas comunidades con menos recursos serían más favorecidas para conseguir acercarse a las más prósperas (convergencia); pero de eso nada de nada, al contrario, los ricos, como siempre, son cada vez más ricos y los pobres, pues eso… extremeños.
También pensábamos algunos -valga la reiteración-, yo entre ellos, que el virus del conformismo podría desaparecer; vamos, que la democracia y la autonomía iban ser la vacuna que hiciera que los extremeños salieran del letargo en el que llevaban sumidos desde que murió Viriato, pero también nos equivocamos. El pueblo soberano cambió a unos caciques por otros y se apuntó con entusiasmo, delirio y frenesí al ‘social-conformismo’, poniendo su futuro en manos de los que vieron que eso de gobernar a unos ciudadanos aletargados por el virus en cuestión era -y es- un chollo.
La pandemia no solo persiste, sino que además el ‘bicho’ ha mutado. Los síntomas del conformismo han pasado de la modorra pasiva a la modorra activa. En Extremadura, excepto raras y honrosas excepciones, se ejerce el conformismo activo, se ha pasado de aceptar sin rechistar las injusticias y los agravios a justificarlos e incluso a agradecerlos. ¡Joder con el virus!
El ‘social-conformismo’ ha llegado a tales niveles de virtuosismo que ha llegado ya a justificar la falta de recursos con la in-necesidad de los mismos. Hemos hecho nuestro eso de ‘ser pobres hasta para pedir’ y ya vemos como normal la falta de progreso y de creación de riqueza. Somos los pobres más agradecidos de España y quizás de Europa.
Nuestros líderes autonómicos, siempre han sido ‘social-conformistas’, como no podía ser de otra manera -que se diría en politiqués- y han practicado la modorra activa con eficacia. Algunos lo han intentado disimular con algún que otro arrebato doméstico, pero nada importante, mientras que otros dada su gran carga viral han llegado a un nivel de ‘excelencia resignativa’ tal que han conseguido hacer de la sumisión todo un arte y de la mansedumbre una ciencia.
El 'social-conformismo ha llegado a tales niveles de virtuosismo que ha llegado ya a justificar la falta de recursos con la innecesidad de los mismos"
Los últimos acontecimientos corroboran la existencia de esta pandemia. En pocos días, y mientras el personal andaba entretenido en realizarse ‘test de antígenos covidianos’ o similares, Extremadura ha perdido la posibilidad de comunicarse por ferrocarril con el noroeste de España y por carretera con el este. Adiós para siempre a la línea Plasencia-Astorga -por petición del gobierno de España a la Unión Europea- y a convertir la N-430 en autovía.
Nadie ha dicho ni ‘esta boca es mía’. Nuestro preboste autonómico Sr. Fernández Vara, digno representante del ‘social-conformismo’, no ha lanzado ni un suave susurro y seguramente justificará esta nueva afrenta a Extremadura con alguna homilía bucólica y pastoril a las que nos tiene acostumbrados.
El resto de fuerzas vivas, algún que otro requiebro en las redes sociales y poco más, y la sociedad civil, afectada por esta pandemia endémica del conformismo, pues nada de nada, feliz como una perdiz. Por no haber ya, no hay ni milanas reivindicativas, los efectos de este virus son absolutamente letales.
Dice uno de los pocos extremeños a los que el virus del conformismo no ha afectado, el profesor D. Julián Mora, que la disminución de la población en esta Comunidad es alarmante y que Extremadura se está despoblando a pasos agigantados, demostrándolo con serios estudios demográficos.
Las causas son claras. A la falta de inversiones públicas y planes de desarrollo de los gobiernos de España hay que añadir la poquísima iniciativa privada y el nulo aprovechamiento de los recursos naturales de la región, pero sobre todo, el problema es el virus del conformismo que, o encontramos una vacuna, o en unos años nos convertiremos en una especie de ‘reserva india’ donde sólo habiten algunos ‘socio-conformistas’, algún que otro ecologista -u -oncologista’- de mesa camilla y zapatillas de franela y el dichoso virus. Y si no, al tiempo.
Damián Beneyto