Reinos de taifas | Damián Beneyto
Reinos de taifas | Damián Beneyto
Reinos de taifas
DAMIÁN BENEYTO
Las Taifas fueron pequeños reinos en los que se dividió el Califato de Córdoba en 1009. Estos reinos aparecieron como consecuencia de la llamada Revolución Cordobesa, que depuso al califa Hisham II, y aunque el califato no desapareció en ese momento, sí lo hizo a los pocos años, concretamente en 1031.
Siempre he estado de acuerdo con el filosofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana cuando dijo: ‘Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo’ y tengo la impresión que lo mismo que acabó con el Al-Ándalus también podría acabar con España.
El llamado ‘estado de las autonomías’, que comenzó lleno de buenas intenciones intentando acercar la administración a los administrados, garantizar la conservación y desarrollo de las culturas autóctonas de las diferentes regiones de España e igualar socioeconómicamente a todos los territorios, se nos está yendo de las manos.
Los afanes independentistas de algunos reyezuelos hicieron que el que había sido uno de los estados más importantes y prósperos de su tiempo acabara destruido"
Se ha conseguido en pocos años duplicar e incluso triplicar la burocracia haciendo cada vez más difícil a los ciudadanos resolver sus problemas con las distintas administraciones. Además, hemos aumentado el gasto a cifras astronómicas creando instituciones de poca utilidad y manteniendo otras que sólo sirven para colocar políticos sin oficio ni beneficio. El número de funcionarios, personal laboral, enchufados y políticos electos con dedicación plena se ha disparado.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
En cuanto a la conservación y desarrollo de la cultura autóctona hubo unos primeros momentos de furor por rescatar y divulgar lo que nos hacía distintos. El regionalismo se puso de moda, e incluso el localismo. Todas las comunidades buscaron lo que les diferenciaba de las demás, especialmente la lengua. Aparecieron banderas nunca vistas, himnos y otros símbolos sin ningún rigor histórico. Lo guay es no parecerte al vecino aunque lleves más de 500 años de convivencia y tu padre, madre, abuelo o abuela sean indígenas de otras comunidades en las que aún tienes familia.
Con la lengua, gran elemento diferencial, también se llegó al éxtasis. Los territorios que poseían lenguas autóctonas se lanzaron a reivindicarlas aduciendo que, si no las hablaba una mayoría, era por culpa del franquismo que había perseguido con saña todo lo que no fuera hablar en español. Supongo que eso debió ocurrir en algún lugar remoto.
Yo, que tengo como lengua vernácula el valenciano -no el catalán- y que viví durante el franquismo, jamás tuve ningún problema para expresarme en la lengua de Joanot Martorell, Ausias March o del Padre Fullana; es más, recibí algunas asignaturas en valenciano durante mi bachillerato con total normalidad. También puedo dar fe que en 1971, en la Universidad Laboral de Tarragona, organismo dependiente del Ministerio de Trabajo, estando D. Francisco Franco vivito y coleando, se impartían clases de catalán voluntarias por las tardes.
El desmadre idiomático ha llegado a tal extremo que, mientras unas comunidades imponen por la fuerza la utilización de su lengua autóctona e incluso la quieren implantar en otros territorios intentando relegar el español al ostracismo, otras se inventan o intentan recuperar lenguajes ya olvidados y que nadie utiliza para afianzar ‘su’ hecho diferencial. Todo un absurdo que sólo empobrece la cultura de los españoles que tienen en la lengua de Cervantes uno de los idiomas más ricos y hablados del mundo.
La pérdida de competencias del Estado a favor de las autonomías ha sido un factor determinante para aumentar las desigualdades y despertar enfrentamientos entre regiones que parecían olvidados. Transferir la educación y la sanidad especialmente, ha tenido un efecto disgregador y muy nocivo para la formación y la salud de los españoles.
Las transferencias educativas no solo han creado desigualdades en los niveles educativos de las distintas comunidades, además -y gracias también a unas leyes orgánicas más pensadas para adoctrinar que para instruir-, han llenado las programaciones -‘currículos’, en lenguaje LOGSE-, de algunas materias, de inexactitudes, mentiras, tergiversaciones y falacias de todo tipo, contribuyendo de forma decisiva al secesionismo y la insolidaridad.
En lo que a la sanidad se refiere, todos hemos visto y padecido el desmadre que se ha producido como consecuencia de la pandemia del Covid-19. Si antes las diferencias asistenciales eran ya abismales entre unas regiones y otras, con esta crisis sanitaria hemos rizado el rizo de las desigualdades tanto en personal sanitario como en medios técnicos. Aunque algunos no se lo crean, es bastante más fácil morirse en Extremadura que en Cataluña, por ejemplo.
Hay otras transferencias que también contribuyen al despiporre autonómico, por ejemplo la justicia, aunque bien es verdad que su falta de independencia del poder ejecutivo de turno la hace menos evidente.
El paralelismo, en algunas cosas, entre los Reinos de Taifas del siglo XI y nuestras autonomías es bastante evidente. Al igual que ahora, al califa de turno se le fue la situación de las manos y, cuando se quiso dar cuenta, cada taifa era una especie de virreinato que en ocasiones tenía más poder que el propio Califato. También, como ahora, no todos los territorios tenían la misma preponderancia y había taifas de primera, segunda y tercera división y, según su potencial, recibían más o menos prebendas del poder central.
Los afanes independentistas de algunos reyezuelos hicieron que el que había sido uno de los estados más importantes y prósperos de su tiempo acabara destruido y el territorio que ocupaba se convirtiese en un ‘totum revolutum’, tanto en lo económico como en lo social.
España tiene en la actualidad un gobierno débil que es chantajeado continuamente por los que buscan la ruptura del Estado y la independencia. Hemos vuelto a crear ‘Reinos de Taifas’ que, si no les ponemos freno, destruirán la nación más antigua de Europa, llevándonos al enfrentamiento y acabando con la paz social. Volvemos a olvidarnos de nuestro pasado…
Damián Beneyto