Esto no tiene arreglo | Alberto Astorga
Esto no tiene arreglo
ALBERTO ASTORGA
Según pasan las jornadas de esta campaña electoral, lo que veo, leo y oigo me hace llegar a la conclusión de que esto no tiene arreglo; no hay voluntad de que se arregle. Y lo digo no con afán de crítica ni como muestra de la saturación política en que vivimos desde hace ya una larga temporada, sino como constatación de una realidad que no me crea más que preocupación e incertidumbre. Sensaciones que, estoy seguro, mantiene la inmensa mayoría de ciudadanos.
En la campaña electoral para las elecciones del 20-D, había ‘cierta curiosidad’ por conocer cómo evolucionaría la situación con la aparición de los partidos ‘emergentes’ y la dicotomía abierta entre la ‘nueva política’ frente a la ‘vieja política’. Había dudas sobre cuál sería el apoyo a un gobierno que, habiendo superado en parte la crisis, llevaba cuatro años sin explicar las medidas que tomaba, lo que se quería conseguir con ellas y cuál era la ruta a seguir. Y había que ver, también, qué obtendría un PSOE más contradictorio y previsible que nunca y con un liderazgo más que cuestionado.
Sin embargo, en esta ocasión, parece que todo se centra en cuestiones de interés exclusivo de los partidos: si Podemos adelanta al PSOE; si Pedro Sánchez se decida en sus amores entre Podemos y Ciudadanos; si se fía, o no, de Pablo Iglesias; si tragará con un pacto con Ciudadanos cuando el PSOE se vea de tercera fuerza política; si Ciudadanos veta al Mariano Rajoy por ser del PP o al PP por estar dirigido por Mariano Rajoy; si al que definitivamente veta Albert Rivera es a Pablo Iglesias o se producirán arrumacos mutuos; y si al PP le funcionará su imagen de sensatez ante un escenario caótico, sus logros económicos, su capacidad de gestión, su visión de la unidad territorial de España y el anuncio de ‘hecatombe’ que se anuncia ante lo que se avecina.
Sería posible que dimitieran los cuatro candidatos en cuestión y empezáramos desde cero con unos nuevos?"
Pero, visto lo sucedido en aquella reciente campaña y sus largos meses siguientes, con lo que está sucediendo ahora, todo confirma que est es un gran teatro.
Los actores anuncian vetos que luego levantan; prometen cambios en la Constitución para los que, con seguridad, no habrá mayorías parlamentarias para ser aprobados; presumen de un ‘nuevo estilo’ cuando siguen haciendo lo mismo que antes criticaban; los más ‘progres’ plantean un estado plurinacional donde todos seamos naciones; presentan medidas que no se sabe cómo demonios se van a pagar y cambios en todo por el mero hecho de cambiarlo todo sin tener constancia de que sea lo mejor para el conjunto de la ciudadanía y de interés para toda la nación. Todo es incertidumbre; un mar de dudas y un temor por lo que se prevé.
Seamos claros, ‘la nueva política no existe, imbécil’. Se trata de la vieja política, de la política de siempre hecha por nuevos personajes; la política que poco tiene que ver con hacer las cosas de forma distinta. Se hace lo mismo que antes pero por otros, por otras caras; muchas de ellas derivadas de otros partidos de donde han salido rebotados y ahora critican.
Antes había 'cierta curiosidad' por conocer cómo evolucionaría la situación con la aparición de los partidos emergentes y la dicotomía abierta entre la 'nueva política' y la 'vieja política'. Ahora ya no, los conocemos"
Entre personalismos anda el juego, pero nos tienen a todos en ‘un vilo’. Mariano Rajoy está esperando los resultados para ver si Pedro Sánchez y el PSOE se abstienen para favorecer una investidura que se aventura complicada. Pedro Sánchez ‘llenó la boca’ y la sigue llenado con aquello de que no facilitará la ni por acción ni omisión, un gobierno del Partido Popular. Albert Rivera se cierra en banda y se suma en desmarcarse de cualquier apoyo a Mariano Rajoy, aunque aceptaría que el Partido Popular presentara a cualquier otro de sus diputados como Presidente del Gobierno. Pablo Iglesias, que sabe que solo nunca podrá gobernar, no para de reclamar el apoyo del PSOE para sus operaciones de asalto a la Moncloa.
Se trata, como ven, de personas, de personajes, de personalidades y de personalismos. Pregunto -y muchos nos preguntamos-¿será posible que, visto lo visto, dimitan los cuatro personajes en cuestión y empecemos desde cero? Porque, si esto sigue así, ‘virgencita que nos quedemos como estamos’.
Alberto Astorga