Los españoles de hoy | José María Martín
Los españoles de hoy
JOSÉ MARÍA MARTÍN
'Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor', Cantar del Mio Cid
Que el pueblo español esté por encima de sus gobernantes no es nada nuevo. No podemos olvidar la historia de España. Ni podemos, ni debemos. Pero si podemos marcar un punto de inflexión en lo relativo a la calidad de los que han gobernado nuestra querida España.
Podríamos señalar una etapa marcada por el Conde de Romanones o Antonio Maura; luego a Juan Bautista Aznar o, un poco después, con la proclamación de la Segunda República, a Niceto Alcalá-Zamora o a Manuel Azaña.
Pero no es la intención de estas breves líneas hacer hincapié en un punto de la historia, cuyo desarrollo desgarró nuestra patria, hirió nuestros corazones y dio lugar a la etapa más triste de nuestra historia reciente.
Es por ello que el punto elegido para marcar un antes y un después para comparar la calidad de nuestros políticos y gobernantes, es el 15 de junio de 1977, fecha de la primeras elecciones democráticas desde la Guerra Civil.
La Transición fue el momento en que España estuvo gobernada por los mejores, por los más capacitados, por los que ponían a España y a los españoles muy por encima de sus intereses"
Ganó la Unión de Centro Democrático (UCD) de Adolfo Suárez. Pero no estaba solo. Me permito recomendar un estudio del aquel equipo, gran equipo de personas que lo acompañaban. Y no menos grandes eran los equipos del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) encabezado por Felipe González, el del Partido Comunista de España (PCE) de Santiago Carrillo, la Alianza Popular (AP) de Manuel Fraga, o el Partido Socialista Popular (PSP) de Enrique Tierno Galván, por citar a los cinco primeros.
Quizá entonces fuera por los aires de libertad, por la gran participación de todos los españoles o por la personalidad, formación y vocación de servicio de aquellos políticos que hicieron posible la Transición Española, un modelo que se estudia en las universidades de todo el mundo.
A mi modesto entender, fue el momento en que España estuvo gobernada por los mejores, por los más capacitados, por los que ponían a España y a los españoles muy por encima de sus intereses personales. Los españoles lo sabían, lo apoyaban y lo agradecieron con una participación en las elecciones cercana al 80%. ¡Qué ganas teníamos de votar en libertad!
Demos, sin embargo, un salto en el tiempo. Situémonos en octubre de 2019, en vísperas de unas nuevas elecciones. Apenas unos meses después de las últimas, que fueron en abril. Serán las cuartas elecciones generales en los últimos cuatro años.
Hemos dejado atrás un bipartidismo turnista, asentado en la comodidad de sus cargos y sin más ambición que perpetuarse en sus sillones, y se ha dado entrada a la “nueva política”, con promesas de cambio, con gran despliegue de propaganda y prometiendo “aire fresco” en una España cansada de políticos aburguesados, mediocres en su mayoría, ineptos en no pocos casos y corruptos en demasía.
No han tardado las “nuevas políticas” en adoptar todos los vicios de las “viejas políticas”, aumentándolas en mediocridad, ineptitud y corrupción.
Con la llegada de los nuevos partidos, llegan también los nuevos líderes de egos desmedidos y manifiesta prepotencia, deseosos de mostrar al mundo su calidad de “macho alfa”. Y con ellos arriban la camarilla de palmeros, los amigos, los parientes, aquellos deseosos de medrar a cualquier precio. Personajes normalmente de perfil bajo, sometidos al magnetismo del líder, acostumbrados a asentir y aplaudir en silencio.
No hay mayorías absolutas. Hay que pactar para gobernar. El choque es inevitable. El ego por encima del bienestar de España. La prepotencia por encima de la vocación de servicio. El “macho alfa” por encima de todo.
No solo está presente el protagonismo de los líderes, también la esclavitud con aquellos votos que los elevó al poder y que exige su pago. El sistema electoral español confiere a unos pocos, afincados en una zona de España más o menos extensa, el poder de poner o quitar, de dar la presidencia del Gobierno de España, o de denegarla, y eso hay que pagarlo, incluso teniendo que llegar a pactos vergonzosos o poniendo a algunos españoles por encima de otros.
Los españoles, aquellos que no viven del circo político o que no llevan una triple venda que les aísla de la realidad, asisten a este despropósito entre asombrados y tremendamente decepcionados. Jamás se ha sentido en nuestra democracia esta sensación de confusión, hastío, cansancio e impotencia.
Los programas electorales más parecen el discurso final de una elección a Miss Universo. Los discursos de los líderes suenan vacíos, repetitivos y faltos ya de toda credibilidad.
Jamás se ha sentido en nuestra democracia esta sensación de confusión, hastío, cansancio e impotencia"
Los líderes de los partidos son, bien productos de marketing sometidos al capricho del “gurú” de turno, o viejos clichés enfundados en nuevos trajes invisibles.
No es un problema de colores, de ideologías o de formas de entender la política. Se trata de un problema de mediocridad, de falta de aptitud y de actitud que afecta por igual a todos los partidos.
Es la mediocridad que actualmente invade muchos aspectos de nuestra vida; esa mediocridad que repercute en el trabajo, en la sociedad, en los valores cívicos; esa mediocridad ha llegado, hace tiempo, a nuestra clase política. Y parece que ha venido para quedarse.
¿Hemos llegado a un punto en el que los gobernantes están a la altura de los gobernados o seremos capaces de hacerles entender que los españoles somos un gran pueblo y necesitamos, exigimos, un gran gobernante?
José María Martín