Equipos ganadores | Alberto Astorga
Equipos ganadores
ALBERTO ASTORGA
Cuando abordamos la estructura y composición de un equipo, siempre nos encontramos con que lo conforman personalidades de distinto tipo. Cada uno con sus manías, sus habilidades, su forma de ser y de socializar y con su estilo de comunicarse. Hay quienes colaboran y muestran una disposición productiva, pero hay otros que tras asistir a las reuniones y sumar su asentimiento al acuerdo tomado, inmediatamente se explayan en la crítica y en la disconformidad con lo se acordó y aceptó.
No es más cierto aquello de que ‘de todo hay en la viña del señor, uvas, pámpanos y agraz’, que dijera aquel predicador del rey Felipe IV, Fray Hortensio de Paramicino, en su ‘Sermón de la viña’.
Dirigir un equipo diverso supone un gran reto para todo aquel que tiene esa responsabilidad. Si en nuestra vida personal tendemos a relacionarnos con personas afines, con quienes compartimos sentido del humor, intereses y forma de ser o de actuar, en los equipos profesionales no tiene por qué ser así y es frecuente que suceda todo lo contrario.
El empresario estadounidense William Wrigley, decía que ‘cuando en un equipo, dos personas piensan igual, una de ellas es prescindible’. Por ello, la falta de diversidad es un gran inconveniente y una circunstancia que tiende a empobrecer sus resultados en los equipos.
La falta de diversidad en los equipos es un gran inconveniente y una circunstancia que tiende a empobrecer sus resultados"
Walt Disney, para generar los proyectos de su factoría, se ‘desdoblaba’ en tres ‘walts’ distintos, el soñador, el realista y el crítico, sin que su equipo supiera a cuál de ellos se podría encontrar en la siguiente reunión. Estos tres caracteres se establecieron en la organización como método de trabajo eficaz. Se trata de los tres ingredientes clave que deben estar presentes en un equipo exitoso.
El soñador genera nuevas ideas, proyectos y objetivos; pero sin la presencia del realista y del crítico, no podría convertir sus ideas en realidades; el realista favorece que las ideas se lleven a cabo; pero sin el soñador y el crítico, sería un ‘robot’ que automatizaría las actividades sin posibilidad de innovación; el crítico es el filtro que refina y pule las ideas, busca sus carencias, se adelanta a los problemas y propone las mejoras; pero sin el soñador y sin el realista, se convertiría en un amargado perfeccionista.
Si de los tres solo faltara el realista, los otros dos entablarían una disputa baldía entre la creación y la crítica; en ausencia del crítico, el realista intentaría hacer realidad las ideas del soñador, pero no tendría alternativas para mejorarlas; sin el soñador, el realista y el crítico establecerían sistemas burocráticos y estandarizados y no aportarían ninguna innovación.
Todos son necesarios, todos cumplen un papel. Si todos en el grupo fueran ‘martillos’, los problemas que se plantearan tenderían a verse como ‘clavos’ y la solución más inmediata sería ‘clavarlos’. El resultado sería rápido y consistente, pero nunca sería innovador. Nuestras organizaciones son más complejas y los problemas deben ser analizados desde diferentes puntos de vista para poder aportar soluciones eficientes.
Cuanto mayor sea la diversidad de un equipo, más innovador y de mayor calidad será su desempeño. Cada miembro que se incorpore debe aportar una combinación única de conocimiento y habilidades al equipo para lograr una síntesis de equipo ganador.
A la hora de conformar un equipo, se debe encontrar el punto ideal de diversidad entre habilidades profesionales relacionadas con las tareas a desempeñar y las cualidades personales de cada uno de los miembros, que permitan alcanzar el objetivo que la organización desea.
Para sacar el máximo partido a la diversidad, se debe reflexionar sobre con qué elementos debemos contar y combinar de cara a los objetivos marcados y que encajen con el modelo de funciones a realizar.
La diversidad es siempre un aspecto positivo en toda organización de éxito porque amplía las perspectivas y enriquece los análisis, pero para ello es necesario que el grupo colabore para llegar a una solución creativa"
La diversidad es siempre un aspecto positivo en cualquier organización porque amplía las perspectivas y enriquece los análisis, pero para ello es necesario que el grupo colabore para llegar a una solución creativa. Este proceso puede alargar los debates y puede también que provoque relaciones tensas ante ideas alternativas.
¿Cuál es, por tanto, la cantidad justa de diversidad que ha de contener un buen equipo? Para completar las tareas son necesarias personas que aporten experiencia práctica en aquellas tareas que se le van a asignar, pero también que conozcan el sector en el que se actúa. Se necesitan además habilidades técnicas, pues es esencial para el buen fin de las tareas; pero debemos también disponer de personas inquietas, curiosas, que indaguen, investiguen y analicen adecuadamente los datos que encuentran. Y, algo que es siempre importante: que sepan comunicar y expresarse, tanto de forma oral como por escrito, que sepan explicarse y explicar.
En cuanto a las habilidades necesarias para que pueden trabajar con armonía en el equipo, se debe contar con aquellos que faciliten el desarrollo de las reuniones, que sean capaces de alcanzar acuerdos, de consensuar, de comentar y de enriquecer las propuestas con ideas bien presentadas. Personas capaces de negociar, de motivarse, de motivar y de gestionar conflictos; que cuenten con habilidades de inteligencia emocional y que lideren tanto su propia tarea como a las personas con las que colaboran más directamente y aquellos terceros ajenos al equipo que también están presentes en el proyecto.
Partiendo de estas premisas generales, hay tres aspectos importantes que he aprendido con el tiempo y que me permito incorporar como una pequeña aportación personal a la hora de crear equipos.
Primero. El equipo ha de ser pequeño. Cuanto más grande sea, más dificultades de cohesión y de comunicación aparecen. Más difícil será encontrar un momento para reunirse, más tiempo llevará tomar decisiones y más compleja se hará la comunicación y la coordinación de los trabajos. Lo habitual es que un equipo eficaz esté compuesto por entre tres y siete personas, no más. Aquellas que aportan, pero que solo son necesarias de forma ocasional, son aliadas, asesores; pero no forman parte del ‘núcleo duro’ al que llamamos equipo.
Segundo. Debemos incorporar habilidades y conocimientos. Distinguir qué habilidades y experiencias son necesarias para abordar el objetivo del equipo. No solo aquellas que hagan falta para el trabajo en sí, sino también aquellas otras que faciliten la relación y la colaboración entre las personas. Se debe identificar el menor número de personas que puedan cubrir esos requisitos para no aumentar el equipo.
Tercero. Debes incluir distintos enfoques. Los mejores equipos cuentan con una mezcla de estilos de trabajo. Unos orientados al trabajo, otros orientados a las relaciones. Unos más ágiles, más extrovertidos, frente a otros más pausados, más introvertidos, más prudentes. Unos con visión global, pero también otros centrados en los detalles.
En definitiva, contar con equipos diversos y eficaces, con puntos de vista y características personales distintas, enriquece los resultados, facilita la búsqueda de soluciones, las hace más innovadoras, más imaginativas y, sobre todo, más fáciles de gestionar. La diversidad enriquece, mientras que la uniformidad no crea innovación alguna en unos momentos en que los entornos son cada vez más cambiantes.
Alberto Astorga