Ecologismo & ‘oncologismo’ | Damián Beneyto
Ecologismo & 'oncologismo'
DAMIÁN BENEYTO
El ecologismo se está convirtiendo en la gran religión del siglo XXI y, como ocurrió en las grandes religiones del mundo, hay ecologistas de nacimiento y ecologistas conversos.
Los primeros siempre mostraron su preocupación por la salud del planeta, suelen estar bien informados y con su comportamiento y ejemplo intentan contribuir a la conservación de la naturaleza y a mejorar el medio ambiente.
Hay quiénes se han arrimado al ecologismo porque es lo políticamente correcto en estos tiempos, aunque en realidad les importa un pito, un carajo o un pimiento la capa de ozono, el cambio climático o el calentamiento global"
Entre los segundos, es decir los conversos, los hay de dos tipos: los que, como San Pablo, un día vieron la luz y descubrieron que este es un planeta que merece la pena ser cuidado y los que se han arrimado al ecologismo porque es lo políticamente correcto en los tiempos en que nos ha tocado vivir, aunque, en realidad, les importa un pito, un carajo o un pimiento la capa de ozono, el cambio climático o el calentamiento global.
Como le ocurre a cualquier religión, una parte del ecologismo también ha caído en el fundamentalismo, es decir en una corriente que promueve el sometimiento absoluto a esa doctrina de manera intransigente. Hoy discutir algunas de las teorías de los ‘popes’ del ecologismo es casi delictivo y te puedes ver personal y profesionalmente en una difícil situación.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
Como también ha ocurrido y ocurre en las grandes religiones esta ideología también ha llegado a la política. Los primeros que la asumieron para que se hicieran visibles sus reivindicaciones fueron los llamados ‘verdes’ que convirtieron, sus hasta entonces asociaciones naturalistas, en partidos políticos. La respuesta electoral que recibieron por parte de los ciudadanos en muchas naciones, especialmente en Europa, hizo que se convirtieran en llave para gobernar algunos países.
Los partidos de izquierda, especialmente los socialdemócratas, viendo el protagonismo que adquiría este credo y que su ‘estado del bienestar’ había sido ‘adquirido’ por el centro-derecha -que encima lo hacía mejor-, decidieron hacerse más verdes que los chistes de la mili. Habían encontrado ‘un algo’ para distinguirse de la pérfida derecha a la que ya podían acusar de todos los desastres ecológicos del planeta, a pesar de que los países que más han contaminado históricamente han sido -y lo siguen siendo- los de régimen comunista.
En España al furor ecologista de toda la izquierda en general hay que añadir, para completar su estandarte, la ‘memoria histórica’, la ‘guerra de sexos’ con sus ridículas consecuencias idiomáticas y el ‘plurinacionalismo’.
Como he empezado diciendo en mi parrafada, es necesario cuidar de nuestro planeta y conseguir menores niveles de contaminación que reduzcan ese llamado ‘calentamiento global’. Indudablemente estamos asistiendo a un cambio climático, lo que yo no tengo tan claro es que sea únicamente como consecuencia de la acción del hombre.
De una forma u otra, nadie, sea de la ideología que sea, simplemente por una cuestión de supervivencia quiere cargarse este planeta azul donde vivimos.
El ecologismo fundamentalista olvida, como decía un compañero mío del PREX, que la primera especie que hay que cuidar y preservar es la ‘especie humana’. Anteponer el bienestar de otras especies a la supervivencia del hombre es un crimen de lesa humanidad y eso, desgraciadamente, es lo que algunos pretenden.
Buscar energías alternativas está muy bien, pero convertir tierras productivas en desiertos gracias a los huertos solares es discutible. Impedir la implantación de empresas que den trabajo y fijen la población en un territorio, impidiendo la emigración forzosa y, como consecuencia, la despoblación aduciendo problemas medioambientales de fácil solución técnica, es una canallada.
En Extremadura sabemos mucho de ecologismo fundamentalista. En esta tierra, el ecologismo ha sido ‘oncologismo’ puro y duro, es decir un cáncer que ha evitado y sigue evitando el desarrollo económico y social. El exceso de suelo protegido sin ninguna razón que lo justifique en muchas ocasiones e impedir la utilización de nuestros recursos naturales aduciendo impactos medioambientales fácilmente corregibles con la tecnología existente, nos están condenando a la miseria. Somos la comunidad de España con mayor índice de pobreza y la que mayor riesgo tiene de que aumente.
La última ocurrencia del fundamentalismo ecologista que nos azota es la llamada figura de ‘Paisaje Protegido’. Como dice el profesor Julián Mora Aliseda, cualquiera que no quiera una industria cerca, un complejo turístico o unos regadíos, aunque la zona no tenga nada de reseñable, recurrirá a los grupos de presión correspondientes para que, abusando de esa figura, se paralice aquello que les molesta o les hace la competencia, que también pudiera ser.
Extremadura tiene un cáncer en forma de ecologismo fundamentalista que obstaculiza su progreso y, si no se extirpa, será imposible un desarrollo sostenible que permita la armonía entre el hombre y el medio natural.
Damián Beneyto
Nota del autor: La palabra ‘oncologismo’ es una licencia de vocabulario que me he tomado ya que en el diccionario de la RAE no existe.