Deportes de élite | Carmen Heras
Deportes de élite
(unas dosis de deportividad en la política)
CARMEN HERAS
Hay inteligencia en saber construir unas frases perfectas (sujeto, verbo, predicado), tal y como lo hacen los literatos, y en pronunciarlas con una entonación precisa, como oímos a los buenos periodistas de la radio. También en presentar unas conductas de manera coherente, en planificar un discurso creíble, en fijar el foco en unos aspectos de la realidad en vez de en otros, sacándo las mayores posibilidades a los matices.
Pero, para que haya juego, alguien debe estar enfrente devolviendo la pelota hacia la porteria de su contrario; cambiando de sitio en el tablero la pieza clave el ajedrez y la mente puesta ya en el siguiente movimiento del adversario; encestando en la canasta ajena una y más veces y haciendo triples si se tercia; jugando, en definitiva, con unas reglas aceptadas a priori por todas las partes y legitimadas por los árbitros correspondientes. Jugando, sí, pero con deportividad, no solo intentando ganar a cualquier precio.
Solo entonces es posible que se celebre un partido excelente, plausible y digno de atención, con verdadero interés para los aficionados y para los que no lo son tanto, pués, al no disponer los contendientes de buenos conocimientos y de un adecuado sentido de la épica, nadie puede prever desde el principio quién ganará y, sobre todo, nadie podrá hacerlo solo por los defectos del contrario.
Todo el mundo sabe que hoy solamente hay dos fuerzas políticas que pueden ser responsables de la construcción de un gobierno en este país"
Todos tenemos en mente a deportistas de prestigio ganando y perdiendo desde el más absoluto respeto al contrincante a lo largo de su vida deportiva con un señorío natural que no se aprende en un libro.
¿Se imaginan que las figuras deportivas jugaran solo para que sus seguidores continuaran agasajándolos y vitoreándolos? ¿que establecieran su juego atendiendo únicamente a los hipotéticas preferencias de los censados en la población por ser estos quienes han comprado las entradas? ¿mirando de conseguir que las preferencias de los más radicales en la visión del juego primasen sobre otras cuestiones deportivas para así ser sus favoritos y arrancarles posibles votos de aceptación?
Todo el mundo sabe que hoy, aun existiendo diferentes partidos políticos en el arco parlamentario español, solamente hay dos fuerzas que pueden ser las responsables de la construcción de un gobierno. Una se sitúa en la parte ideológica de la derecha -el PP- y la otra en la de la izquierda -el PSOE-. Luego podrán unirse a opciones diversas en función de estrategias, tácticas y geométricas, pero el quid de la cuestión, la responsabilidad histórica de liderazgo, está siempre en los mismos lugares.
Por eso, los ciudadanos reclaman el juego limpio de todos, pero fundamentalmente de los dos grandes partidos clásicos, con unas horas de servicio contrastadas a lo largo del tiempo.
Uno de los motivos por los que los votantes emiten su voto a favor de una u otra opción es el definido coloquialmente como el del ‘mal menor’ para que gobierne el ‘menos malo’, según su particular interpretación de la situación del tablero de juego en economía, en servicios sociales, en empleo, etc. Incluso lo hacen los más ‘adictos’ con verdadera rabia interior por no tener verdaderas opciones de elegir. Un partido en la oposición debiera estar, desde el principio, marcando un programa alternativo al que critica, con verdadera responsabilidad de estadista, pues, tarde o temprano, volverá al gobierno.
Y porque, además, solamente eso le dará los votos razonados al crear las condiciones propicias para su vuelta. Si solo se limita a criticar, no conseguirá la confianza mayoritaria ni el número de votos necesarios. Ya lo dijo el recientemente fallecido Pere Casaldáliga, «No solo hay que ser creyente, también hay que ser creíble».
Carmen Heras