Cuando esto acabe | Víctor Píriz
Cuando esto acabe
VÍCTOR PÍRIZ
Esto acabará. No sé cuando. Nadie lo sabe. Pero acabará. Habrá un día en el que podré ir a ver a mi padre y darle un beso eterno. Habrá un día en que pueda ver a mi chica y levantarla por los aires. Habrá un día en que mis sobrinos puedan volver a jugar con mis hijos al Cementerio de Minecraft.
Habrá un día, sin duda, en que despertemos todos de esta pesadilla colectiva, en el que podamos salir a la calle, hablar con los vecinos, abrazarnos a los amigos, correr por el campo, pasear por la playa o montar varias horas en bici. Ese día llegará, estoy seguro.
Pero para que eso llegue, muchos héroes tendrán que seguir dando la cara como la están dando: médicos, enfermeros, celadores, auxiliares o técnicos. Se juegan la vida cada día al mismo tiempo que son el dique de contención de nuestra sociedad frente a un virus que, no solo se está llevando miles de vidas por delante, sino que está finiquitando todo un modelo de sociedad.
Pero no se va a llevar nuestra memoria. No vamos a olvidar cómo durante todas estas semanas y hasta el mismo día en que acabe todo, ha habido miles de personas en las que, tras su juramento hipocrático, apareció también un heroísmo admirable.
No vamos a olvidar que durante estas semanas ha habido miles de personas en las que apareció también un heroísmo admirable"
Actúan en muchos casos sin equipos de protección apropiados por el desastre en la gestión de un Gobierno de España superado por los acontecimientos. Un gobierno que cuando se vió incapaz, desistió de centralizar los suministros necesarios y los abandonó a su suerte.
Nuestros héroes, los que harán que podamos salir de esto, se juegan la vida por nosotros. Aunque tengan que aguantar que la consejera valenciana le diga que “enferman al ir a ver a sus familiares”.
Hay más héroes. No llevan capa. Cuidan de nosotros, nos protegen de nosotros mismos, de nuestro individualismo, de ese virus silencioso que también mata porque nos hace tomar decisiones equivocada para todos, para nuestra sociedad.
Siempre tenemos al Ejército, a esos militares a los que gran parte de españoles no los considera como “un gasto superfluo”, a los que incluso el presidente del Gobierno, muy a su pesar, se ve obligado a reconocer su valor. Su valor para la sociedad a la pertenecen. Un ejército que limpia las calles de España de un virus que no solo nos ataca físicamente, si no que ataca también un modelo de vida y de sociedad, de entretenimiento, de relación, de cultura y economía. Un ejército que pasea nuestra bandera por el mundo con el mismo orgullo que limpia las contaminadas aceras en cualquier pueblo de España o de Extremadura.
Hay más héroes, sí. Estos van de verde y azul. Son nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que, al igual que los sanitarios, deben hacer su trabajo sin apenas medidas de protección. Ellos también empiezan a dar sus vidas en esta batalla.
Me siento orgulloso de todos y cada uno de ellos. De todos y cada uno de estos patriotas que defienden aquello que juraron defender por encima de su propias vidas. Esos héroes, a los que este gobierno traicionó ya antes, no cumpliendo con la equiparación aprobada por el gobierno de Rajoy en 2018. Pero esto no va de dinero. Lo sabe Sánchez.
Sabe que trata con gente de palabra, con auténticos profesionales que viven con pasión su profesión, como lo son también los funcionarios de prisiones, a los que no se les reconoce como autoridad y se les deja abandonados en una sociedad que ahora les mira con orgullo. Porque también están dando su vida en situaciones cada vez más complicadas. Si fuera de las prisiones es difícil este confinamiento, no quiero ni imaginar cómo será ahí dentro. Son el escudo de la sociedad. Son ellos, nuestros funcionarios.
Cuando esto acabe, cuando podamos abrazarnos, habrá quien levante las persianas de su negocio, de su trabajo, de su actividad profesional, con ilusión, pero con dificultad. Serán esos casi dos millones de autónomos que han sido abandonados por un Gobierno que hace mucho tiempo olvidó la decencia y que dio prioridad a indultar a determinados políticos catalanes condenados o instalar en el CNI a Ivan Redondo o a Pablo Iglesias, antes que tomar medidas sensatas y contundentes para ayudarles.
Estos autónomos habrán perdido meses de trabajo y de ingresos, pero obligados a seguir cotizando, presentar las liquidaciones de impuestos y pagar los alquileres o sus renting. Estos no llevan capa, no. No están tampoco en la primera línea de fuego. Pero estos dos millones de españoles son tan héroes como los anteriores. Son los que nos llevan el pan a casa, los que nos cortan el pelo, los que nos venden un ordenador o la carcasa para el móvil. Nos pintan la casa o nos venden la fruta. Son la parte más importante de un país que no debe olvidarlos, que no puede permitirse dejarlos en la cuneta.
Ser autónomo es una forma de vida, una forma de entenderla. Es arriesgar todo cada día; no saber cómo acabará el mes; no tener vacaciones ni bajas por enfermedad; es llevarse a casa las facturas y los albaranes y no dejar de pensar en tu proyecto, en tu vida, a todas horas.
Cuando todo esto acabe, estos héroes necesitarán un país que no les falle. Yo no pienso fallarles. Os lo juro. No soy capaz de hacerlo. No lo haré por valores, pero también porque un día juré nuestra Constitución ante millones de personas para defender causas como las vuestras.
Pediremos las responsabilidades a los ‘responsables políticos’ de todo esto que sucede ahora. Encontraremos soluciones para nuestros valientes. Porque de esta saldremos y tendréis detrás a un grupo de hombres y mujeres que se van a dejar la vida para que nadie se quede atrás, para que salgamos todos juntos, para que España vuelva pronto a ser ese país que nos emociona: el país de Nadal, el país de Indurain, el país con ese himno sin letra que eriza la piel.
Cuando todo esto acabe algunos tendremos una misión: devolveros parte de lo que habéis dado por este país en cada segundo de nuestras vidas. Y lo haremos. Palabra de un extremeño. Mi palabra.
Víctor V. Píriz Maya