Pensamiento único | Damián Beneyto
Pensamiento único | Damián Beneyto
Pensamiento único
DAMIÁN BENEYTO
Parece que fue el periodista gallego Ignacio Ramonet allá por 1994 el primero en utilizar el concepto de ‘pensamiento único’ en su libro “Pensamiento crítico vs. Pensamiento único”. Ramonet lo define como “una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo”.
Lo que está claro es que el ‘pensamiento único’ es el pensamiento de los que lo saben todo, de los que se creen que están por encima del bien y del mal, de los que afirman estar en posesión de la verdad absoluta y, por consiguiente, se sienten intelectual y moralmente por encima de los demás.
Curiosamente este concepto fue utilizado por la izquierda anticapitalista para poner en evidencia el neoliberalismo económico como único pensamiento aceptable.
El 'pensamiento único' el el pensamiento de los que lo saben todo, de los que creen que están por encima del bien y del mal, de los que afirman estar en posesión de la verdad absoluta"
Desde un punto de vista filosófico fue Arthur Schopenhauer, primero, y Herbert Marcuse, después, los que inicialmente utilizaron este concepto, pero con un significado distinto al que se le da actualmente.
No cabe duda que la globalización ha contribuido a la expansión de la uniformidad de pensamiento y en pocos años, especialmente en los países más desarrollados, se ha convertido en una especie de religión en la que uno ingresa sin enterarse y que cada día tiene más adeptos y es más fundamentalista.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
Naturalmente esta ‘religión’ tiene sus ‘popes’, sus propagadores, evangelizadores o proselitistas que desde los poderes fácticos políticos y económicos dicen al pueblo soberano lo que debe pensar y, como consecuencia de esa unidad pensante, qué debe comprar, a quién debe votar, qué debe opinar, cómo debe vestir e incluso cómo deben responder ante los problemas que suscita el mero hecho de existir.
Los medios de comunicación son los grandes propagadores. Son los encargados de decirnos lo que está bien y lo que está mal, según los patrones perfectamente diseñados por los ‘queridos líderes’ que gobiernan el otrora planeta azul. La humanidad poco a poco se va imbuyendo de ese ‘dogmatismo ético’ que no admite ningún tipo de discusión.
El pensamiento único ha creado unos principios éticos con los que se valora tanto el presente como el pasado, sin tener en cuenta la evolución histórica y cultural del ser humano. Todo es evaluado desde esta nueva normativa moral.
Para la implantación de este ‘nuevo orden’ es necesario limitar el espíritu crítico del personal y para ello ha de ser lo más dependiente posible de los poderes establecidos.
Hay que hacer creer al pueblo soberano que la supervivencia y el bienestar son imposibles sin el concurso del poder político, pero además, para fijar esta creencia, los probos ciudadanos deben sentirse protagonistas de la elección de sus gobernantes, aunque al final sólo hayan metido en la urna, en el mejor de los casos, una papeleta donde figuran un determinado número de personajes que no conoce en su mayoría y para cuya inclusión en la misma no se le ha pedido ni siquiera opinión.
La intervención en los sistemas educativos es fundamental para conseguir que las nuevas generaciones sean cada vez más dúctiles y maleables. Adoctrinar a niños y jóvenes es la mejor forma de conseguir para el futuro una sociedad adocenada, ignara y carente de la capacidad de rebelarse ante el nihilismo moral o ético imperante, donde nada es moralmente apropiado o inapropiado salvo lo que se ha dado en llamar lo ‘políticamente correcto’.
Hoy para cambiar la sociedad no es necesario tomar el Palacio de Invierno; basta con tomar las escuelas".
François Mitterrand
Hoy en día, si no quieres complicarte la vida, si quieres ser aceptado socialmente, si no quieres ser tachado de retrogrado, reaccionario o faccioso tienes que comulgar con unos principios que emanan de ese ‘pensamiento único’ y que te va a dar el sello de ‘corrección política’ tan valorado hoy en día.
No quiero decir que esos principios no sean en algunos casos loables, si se toman en su justa medida, ni que puedan suponer un avance para que cada vez la sociedad sea más tolerante y justa; pero mucho me temo que en demasiadas ocasiones se consiga el efecto contrario y lo que es peor, puedan suponer un atentado a las libertades individuales del ser humano.
Así, por ejemplo, el feminismo –‘hembrismo’ en mi humilde opinión, por una cuestión semántica- entendido como la igualdad jurídica, laboral y social entre hombres y mujeres
se ha acabado convirtiendo, con el beneplácito de gran parte de la sociedad, en lo que algunos llamamos ‘feminazismo’. Es decir, en una corriente ideológica que hace al macho culpable de todos los males de la humanidad. A tal punto se ha llegado que no se ha tenido ningún pudor jurídico en negarle al varón la presunción de inocencia ante cualquier denuncia que provenga de una ‘dama’ sin ni siquiera comprobar la veracidad de la misma.
Es cierto que la violencia machista provoca decenas de crímenes al año en nuestro país y que sigue habiendo violaciones y abusos, lo cual es absolutamente condenable, pero no es menos cierto que no puede haber discriminación por razón de sexo, como dice nuestra Constitución, y en nuestro país esa discriminación existe en contra de los hombres. Cualquier ciudadano macho está expuesto a que su vida se convierta en un infierno si es denunciado por alguna hembra resentida, aunque sea más inocente que los pensamientos de Bambi.
No se trata de discriminar, se trata de igualar y para eso, tanto ellas como ellos deben demostrar sus aptitudes y sus méritos. La discriminación positiva es, al fin y al cabo, discriminación sin apellidos. Pero nadie o muy pocos ponen en tela de juicio ese abuso manifiesto del sexo femenino sobre el masculino.
Lo del lenguaje ya es de traca. Usar de forma genérica el masculino se ha convertido en un atentado contra la igualdad y ya no conformes con utilizar redundantemente ambos géneros, aunque muchas veces nos los inventemos -lo cual es de un cursi empalagoso además de una gilupolluá-, sino que, además, algunos zaparrastrosos de la cultura se han inventado un tercer género que debe ser un cruce entre feminazi y alienígena.
Lo grave de este desmadre idiomático es el mensaje que se lanza a una juventud que, dada su ignorancia, acabará no sabiendo hablar, agravándose en que ya escribir casi no sabe.
La superioridad moral de la izquierda profunda es en nuestro país otro dogma del ‘pensamiento único’. Para ello, no han tenido ningún problema en tergiversar acontecimientos acaecidos en nuestra historia, especialmente en lo referente a la Segunda República y posterior Guerra Civil, ocultando y falseando hechos y documentos, y llevando a cabo un revisionismo grosero y obsceno con el fin de blanquear a unos partidos de izquierda cuyos dirigentes nos llevaron a uno de los peores momentos de nuestra historia.
El culmen de esta tropelía es la creación de una Ley de Memoria Histórica, convertida ahora en Ley de Memoria Democrática, que no es más que una forma de legitimar una visión absolutamente partidista y maniquea de lo que ocurrió en España entre 1931 y 1975. Naturalmente, este juicio sectario de la historia se convertirá, Dios mediante, en materia obligatoria en nuestro sistema educativo como parte del adoctrinamiento programado.
Lo que más sorprende de este lavado de cerebro al que vamos a someter a nuestros niños y jóvenes es el lamentable espectáculo que está dando la derecha patria, que sigue absolutamente acomplejada y que no es capaz de plantar cara a tamaño desafuero. La Ley de Memoria Histórica, además de partir de premisas falsas y maniqueas, es un atentado contra las libertades individuales de los españoles.
Manifestarse de derechas o de izquierdas en este país también nos hace más o menos ‘políticamente correctos’. Ser ‘de derechas’ no está bien visto y de ahí, fruto de una especie de sentimiento culpatorio instigado especialmente por los medios, nos hemos inventado eso del centro-derecha, que nos tranquiliza mucho la conciencia. Ser de derechas es en nuestro país ser un facha -forma coloquial de denominar a los fascistas-, aunque, por mucho que se empeñen los sesudos propagandistas rojelios, en España nunca hubo fascismo (para saber lo que es el fascismo les recomiendo la lectura de “El Hijo del Siglo” de Antonio Scurati). Sin embargo, sí ha habido y hay comunismo; una ideología que, donde ha conseguido gobernar, ha masacrado a la población y teniendo a sus espaldas más de 100 millones de muertos y la ruina social y económica de muchos países.
Pues, ya ven, fruto de ese ‘evangelio progre’, uno no puede negar el holocausto nazi, bajo pena incluso de cárcel, pero si puede negar el genocidio de Stalin en Ucrania o el gulag siberiano, donde murieron millones de personas, unas ajusticiadas y otras de frio y hambre. Incluso se permite poner en lugares públicos fotos en homenaje al mayor asesino de la historia –el ‘camarada Stalin’-, ayuntamientos incluidos.
El ecologismo y el cambio climático también forman parte del ‘pensamiento único’. Aun siendo cierto que estamos en un periodo de cambio climático y que el aumento de la población de la tierra hace que se necesiten más recursos, no parece muy científico hacer al ser humano único responsable del llamado ‘calentamiento global’. Desde el Jurásico se han producido en nuestro planeta más de mil cambios climáticos con glaciaciones que han congelado medio planeta y periodos interglaciares muy cálidos. Esto se debe, según los expertos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, a los cambios en la órbita de la Tierra alrededor del Sol. También sus estudios demuestran que los periodos cálidos son más prolongados que los glaciares.
La contaminación ambiental es un hecho innegable, como también lo es la utilización política y económica que de la misma hacen los poderes fácticos que manejan el cotarro en el mundo. Los partidos de izquierda han encontrado un filón ideológico en eso del ecologismo y, a pesar de que los países más rojelios son los que más contaminan, sin ningún pudor se han lanzado a acusar al capitalismo y al liberalismo de todos los desastres habidos y por haber. Como ejemplo les diré –según datos que me ha facilitado el profesor Julián Mora Aliseda– que China, país ‘de derechas’ donde los haya, emite el 30% del total del CO2 humano al planeta y, además, se dedica a esquilmar los recursos naturales de los países africanos y sudamericanos. Sin embargo, Europa, cuna del capitalismo, ha reducido un 25% las emisiones de CO2 desde 1990 y ha aumentado su superficie forestal en un 30%.
El 'feminismo' se ha convertido en una corriente ideológica que hace al macho culpable de todos los males de la humanidad, negándole sin pudor la presunción de inocencia ante cualquier denuncia que provenga de una 'dama' ".
Pero, a pesar de lo evidente, lo ‘políticamente correcto’ es ser de izquierdas si te preocupa el medio ambiente. Uno no puede ser ecologista de derechas, ¡faltaría más! Claro que hay ecologismos fundamentalistas que rayan en la paranoia y que, como ocurre en Extremadura, pueden acabar poniendo a la especie humana en peligro de extinción.
En los temas migratorios también hay que estar con la doctrina oficial y decir, con la boca chica, que ‘ancha es Castilla’ y que todos ‘p´alante’. Este espíritu tan caritativo acabará convirtiéndose en un gran problema, si ya no lo es. Curiosamente, son los países capitalistas los más solicitados –nadie emigra a Rusia, China, Venezuela, Cuba, Corea del Norte, Irán, etc.– por la pobre gente que huye despavorida de su tierra, bien por el hambre, bien por la guerra o por ambas cosas. No deja de ser una paradoja trágica que sean nuevamente los partidos de izquierda quienes pretendan convertirse en los paladines de los emigrantes, cuando muchos de ellos huyen despavoridos de países con regímenes comunistas.
Convertir a Europa y a Norteamérica en únicos destinos de decenas de millones de personas no solo no soluciona el problema si no que lo va agravando y se convierte en una bomba de relojería que puede explotar en cualquier momento. Decir este axioma le puede costar a uno ser catalogado de xenófobo, racista y otras lindezas; pero si no se tratan los problemas de los países productores de emigrantes en origen, en pocos años la cultura occidental y el estado del bienestar habrán desaparecido de la faz de la tierra.
Tener espíritu crítico, disentir de la ‘propaganda oficial’, defender la libertad individual y educar en la autonomía, la independencia, el atrevimiento y el descubrimiento, no entra en ese ‘pensamiento único’ de lo ‘políticamente correcto’. Se impone la dictadura de las ideas y solo valen aquellas que hacen al ser humano más dependiente, más obediente, menos autónomo y, naturalmente, menos libre.
Damián Beneyto