El exterminio de los libres | Mar Rodríguez

El exterminio de los libres | Mar Rodríguez

El exterminio de los libres | Mar Rodríguez

El exterminio de los libres

MAR RODRÍGUEZ

Allá por la primavera de 1933, los nazis iniciaron una campaña de propaganda masiva para ganar la lealtad y la cooperación de los alemanes. El Ministerio de Propaganda nazi, dirigido por el doctor Joseph Goebbels, tomó el control de todas las formas de comunicación de Alemania: periódicos, revistas, libros, reuniones públicas y mítines, el arte, la música, las películas y la radio. Los puntos de vista que de algún modo amenazaran las creencias nazis o el régimen eran censurados o eliminados de todos los medios. 

Las organizaciones estudiantiles, los profesores y los bibliotecarios nazis crearon largas listas de libros que no debían ser leídos por los alemanes. En la noche del 10 de mayo de 1933, los nazis allanaron bibliotecas y librerías de toda Alemania. Marcharon con antorchas en desfiles nocturnos, cantaron canciones y arrojaron libros a enormes hogueras. Esa noche se quemaron más de 25.000 libros. Algunos eran obras de autores judíos, incluidos Albert Einstein y Sigmund Freud. Pero la mayor parte de los libros eran de autores no judíos, incluidos estadounidenses famosos como Jack London, Ernest Hemingway y Sinclair Lewis, cuyas ideas eran vistas por los nazis como diferentes a las propias y, por lo tanto, no debían leerse. 

Desgraciadamente para los libres, el gobierno de 'los goebbels españoles' está iniciando una obscena persecución de nuestras voces; somos críticos, somos discrepantes, somos incómodos"

La propaganda como instrumento político fue utilizada desde el ascenso de Hitler al poder. Su objetivo fue adquirir y mantener el poder patrocinando su causa a favor del crecimiento alemán, expansión y persecución a los judíos y otras minorías.

Los medios propagandísticos se convirtieron en una maquinaria del Estado que buscaba llegar a todos los miembros de la sociedad.

Los principios básicos sustentadores fueron la  simplificación e individualización de un enemigo único, transposición de los propios errores o defectos al otro, exageración y desfiguración, vulgarización, orquestación, renovación de acusaciones y unanimidad para convencer a todos. Todo material que no siguiera estos principios se censuraba por el mismo aparato estatal creado con esa finalidad

Mar Rodríguez
Mar Rodríguez Márquez es abogada en ejercicio desde hace más de veintisiete años, especializada en Derecho Civil y de Familia. También preside el Foro Hispano-Israelí para la Cooperación.
Experta universitaria en Comunicación Política e Institucional y en Derecho Tecnológico.
Forma parte del Gabinete de Comunicación y Prensa del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en la Asamblea Regional de Murcia.
Cada semana escribe una columna de opinión política en Metrópolis FM Región de Murcia para el programa «El día menos pensado», así como participa en la tertulia política de esta emisora junto a afamados periodistas de la Región de Murcia.
Ha formado parte del Comité electoral de Ciudadanos durante la campaña 2019 en comunicación.
Reconocida tuitera con el alias @ReinaKhalesi entre los top 10 del pasado mes de febrero.

Leído hasta aquí, seguro que están estableciendo ciertos paralelismos entre aquella Alemania y nuestra España actual. La única diferencia es que entonces no existían las redes sociales, último reducto actual para los ciudadanos de a pie y su libertad de expresión. Y lo peor de todo es que, siendo reconocido el sesgo izquierdoso de la mayoría de la prensa española y redes sociales como Twitter, nos intentan vender su neutralidad, más hacia un lado que al otro, claro está.

Desgraciadamente para nosotros los libres, el gobierno de ‘los goebbels españoles’ está iniciando una obscena persecución de nuestras voces. Somos críticos, somos discrepantes, somos incómodos desde hace un tiempo, sólo que ahora, durante la gravísima pandemia que asola nuestro país, nos hemos convertido en el enemigo público del poder y de su aparato mediático.

Goebbels y la propaganda nazi

El presidente del desgobierno, mientras sus mercenarios salen con premeditación y alevosía a la 'kristallnatch', pide unidad y altura de miras; una altura que ese personaje jamás conoció"

Resulta dramático y cruel que un gobierno incapaz, ineficiente, inepto e irresponsable, utilice una tragedia de proporciones bíblicas para batir al disidente, pero lo está haciendo. Ha puesto en marcha campañas de persecución sin precedentes en un país presuntamente democrático, para borrar todo rastro de culpabilidad. La ideología por encima de las personas. Más bajo ya no se puede caer. Sin embargo, el presidente del desgobierno, mientras sus mercenarios salen con premeditación y alevosía a la kristallnatch, pide unidad y altura de miras, una altura que este personaje jamás conoció ni conocerá.

Se nos han colado el terror y la bajeza moral. Nos quieren convertir en eunucos de nuestra palabra, en prisioneros de nuestra libertad y esto, sumado a la negligencia de quienes han antepuesto el régimen de las ideas por encima de las vidas humanas, para mí no tiene nada más que un nombre, nazismo.

Mar Rodríguez – @ReinaKhalesi 

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¿Quo vadis, España?

 

MAR RODRÍGUEZ

 

"El buen líder sabe lo que es verdad; el mal líder sabe lo que se vende mejor", Confucio

El buen Confucio ni se imaginaba que con sus sabias palabras definía la realidad de un país que siglos más tarde se llamó España, situado allá por Occidente y que, inmerso en una crisis sin parangón, en pleno Siglo XXI, navegaba a la deriva capitaneado por un ser que cumplía escrupulosamente la segunda parte de su célebre frase.

Es precisamente en tiempos de crisis cuando aparece el liderazgo político y cuando el que está a los mandos debe ser capaz de unir a una gran mayoría de ciudadanos de su país, ya sean de su tendencia ideológica o no. A nadie se nos escapa que en estos delicados y graves momentos que estamos viviendo en España, no solo tenemos una crisis, sino dos: la batalla contra el Coronavirus y la total crisis de liderazgo para gestionar tamaña catástrofe, que ya se ha cobrado miles de vidas y nos arrastra a una crisis económica sin precedentes en nuestra era.

Es necesario que las naciones que entran en períodos de incertidumbre encuentren a alguien que sea capaz de organizar y guiar a los ciudadanos de forma inmediata, sin crear más miedos ni dudas innecesarias. Es decir, un líder.

En momento de incertidumbre, se hace necesario encontrar a alguien capaz de organizar y guiar a los ciudadanos sin crear más miedo ni dudas innecesarias"

Una regla no escrita sobre liderazgo político nos dice que, mientras los resultados acompañan a un partido, el ganador no verá cuestionado su liderazgo, independientemente de lo bueno o lo malo que éste sea. Pero, hete aquí que, el azar, el destino o lo que quiera que este infierno del coronavirus que vivimos, sí supone la máxima prueba de fuego a la que un presunto líder se pueda enfrentar.

Mar Rodríguez
Mar Rodríguez Márquez es abogada en ejercicio desde hace más de veintisiete años, especializada en Derecho Civil y de Familia. También preside el Foro Hispano-Israelí para la Cooperación.
Experta universitaria en Comunicación Política e Institucional y en Derecho Tecnológico.
Forma parte del Gabinete de Comunicación y Prensa del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en la Asamblea Regional de Murcia.
Cada semana escribe una columna de opinión política en Metrópolis FM Región de Murcia para el programa «El día menos pensado», así como participa en la tertulia política de esta emisora junto a afamados periodistas de la Región de Murcia.
Ha formado parte del Comité electoral de Ciudadanos durante la campaña 2019 en comunicación.
Reconocida tuitera con el alias @ReinaKhalesi entre los top 10 del pasado mes de febrero.

¿Es Pedro Sánchez el capitán del barco que se espera en estas circunstancias? Evidentemente no. En momentos tan críticos como este, el pueblo no sigue al más guapo o al más simpático, sino al que sabe qué hay que hacer.

A nadie se le escapa ya, y llegará el momento de depurar responsabilidades, que la temeraria conducta del gobierno de coalición con nuestro citado y presunto líder a la cabeza, ha contribuido en grandísima medida al desastre en el que nos vemos inmersos.

En estos días arde la prensa afín a los partidos en el gobierno, en un intento desesperado por tapar la dichosa manifestación feminista permitida y jaleada por el gobierno, a pesar de conocer la magnitud de la tragedia que se avecinaba. 

El propio presidente, sin duda por indicación expresa del gurú Iván Redondo, comparece día sí y día también, con la cara cada vez más desencajada y el discurso vacuo y superfluo, a no decir nada. Solo conseguir de los ciudadanos el efecto contrario al que debería pretender un líder: consigue crearnos auténtico miedo.

Mi teoría sobre estas comparecencias me lleva a contemplar a un presidente frágil, desvencijado y totalmente sobrepasado por la situación. No transmite ni genera confianza ni mucho menos tranquilidad. Ni siquiera transmite esa chulería que mostraba en campaña, ese “ir una cuarta por encima del suelo”, ese levitar sobre sus propias posibilidades. Y eso precisamente es lo que está pagando ahora. 

Ivan Redondo, el gurú en la sombra

Se elevó unos palmos sobre su capacidad de liderazgo, moldeado por el maestro de ajedrez en la sombra, y ganó la batalla, pero no la guerra.  A nuestro no-líder se le han juntado el hambre con las ganas de comer y tampoco ha escogido ni a los mejores compañeros de viaje ni a los más expertos en tragedias y catástrofes

Steve Jobs decía que un buen líder era aquel que se rodeaba de gente más inteligente que él para que lo condujeran en su camino hacia la gestión propia del liderazgo. Es obvio que no es el caso.  Los acontecimientos nos lo muestran cada día. Desconcierto, desinformación, descoordinación son sus compañeras de viaje y, quizás me equivoque, percibo detrás al gurú terminando de cremar la falla.

Mar Rodríguez Márquez – @ReinaKhalesi

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La crisis de la democracia representativa y el desafío de los populismos | Mar Rodríguez

La crisis de la democracia representativa y el desafío de los populismos | Mar Rodríguez

La crisis de la democracia representativa y el desafío de los populismos | Mar Rodríguez

La crisis de la democracia representativa y el desafío de los populismos

MAR RODRÍGUEZ

La consideración de que la representación y la democracia representativa se encuentran en crisis es un tema, por desgracia, muy recurrente en cualquier ámbito teórico o práctico que afecte a la política. 

El efecto más inmediato es la degradación de la calidad del sistema democrático actual y, en particular, de la relación de representación existente entre los ciudadanos y sus representantes políticos.

Bajo mi punto de vista, existe un problema capital que ha ocasionado en gran medida la crisis de la democracia representativa en el mundo globalizado actual. Es el papel que desempeñan los partidos políticos, que han llegado a monopolizar las instituciones del Estado hasta el punto de hacer trizas el sacrosanto principio de Montesquieu de la separación y el equilibrio entre los poderes. Equilibrio necesario en un sistema democrático asentado en Estados de derecho, garantistas y legitimadores de la debida rendición de cuentas que los representantes elegidos por los ciudadanos deben a éstos que, cada vez están más cansados de que los partidos tradicionales los vayan alejando de su participación directa en la vida pública.

El papel desempeñado por los partidos ha llegado a monopolizar las instituciones del Estado hasta el punto de hacer trizas el sacrosanto principio de Montesquieu de la separación y el equilibrio entre los poderes"

Este hecho desemboca irremediablemente en una total y absoluta pérdida de confianza. Los ciudadanos han dejado de sentir que su voluntad es tenida en cuenta, dejan de creer que se actúa por el bien de todos ellos y no se sienten identificados con el modelo político que configura la democracia representativa.

Es por ello, que a los políticos profesionales se les empieza a llamar “clase” o “casta”, interpretando que el ejercicio profesional de la política realizado por ellos no tiene más objeto, en muchos casos, que el enriquecimiento personal y no el bien común, incluso ya ni siquiera, la defensa de una determinada ideología.

Mar Rodríguez
Mar Rodríguez Márquez es abogada en ejercicio desde hace más de veintisiete años, especializada en Derecho Civil y de Familia. También preside el Foro Hispano-Israelí para la Cooperación.
Experta universitaria en Comunicación Política e Institucional y en Derecho Tecnológico.
Forma parte del Gabinete de Comunicación y Prensa del Grupo Parlamentario de Ciudadanos en la Asamblea Regional de Murcia.
Cada semana escribe una columna de opinión política en Metrópolis FM Región de Murcia para el programa «El día menos pensado», así como participa en la tertulia política de esta emisora junto a afamados periodistas de la Región de Murcia.
Ha formado parte del Comité electoral de Ciudadanos durante la campaña 2019 en comunicación.
Reconocida tuitera con el alias @ReinaKhalesi entre los top 10 del pasado mes de febrero.

Otro de los importantes factores que han abocado a la democracia representativa a sufrir una profunda crisis ha sido, sin duda, la gran crisis económica global desatada en 2008. Este hecho hizo más fuerte el deseo colectivo de impulsar transformaciones que lograran superarla.

Sus efectos se hacen devastadores. La aceleración de la globalización facilita el flujo de migración, los cambios tecnológicos hacen prescindibles muchos puestos de trabajo, se deslocaliza la producción en busca de una mano de obra barata, se hace depender del mercado de los países más industrializados la exportación… En definitiva, el estado de bienestar se empieza a resquebrajar abriendo una brecha insalvable entre la élite que gobierna y la ciudadanía. Incluso entre los mismos ciudadanos. Es evidente que la crisis económica nos ha traído, entre otros efectos devastadores, una profunda crisis generacional entre jóvenes, que tienen que acceder a la formación y al empleo con enorme dificultad, y mayores, que comienzan a ver peligrar la situación de bonanza que durante décadas no les había abandonado. 

En este contexto de conflictividad generalizada y de descontento ciudadano, de pérdida de confianza, de la asunción de que la soberanía popular ha sido secuestrada por las élites económicas y políticas, de la conclusión de que los partidos tradicionales no son capaces de ofrecer soluciones y del cada vez más patente retroceso del pluralismo, se van fraguando movimientos populistas, tanto de izquierdas como de derechas, reivindicativos de la participación del pueblo de forma directa, enfrentándose claramente al modelo liberal. Sirvan como ejemplos los movimientos producidos en Grecia en la Plaza Sintagma y el 15 M en España.

Poco a poco, el individuo va buscando refugio en la colectividad, las minorías van tomando forma y saliendo a la palestra con la intención de romper el sistema. La prensa es duramente acusada de falsedades, la legitimidad de los resultados electorales se pone en entredicho y el clima de inestabilidad se hace muy palpable.

Indignados y el movimiento 15 M en Madrid
Plaza Sintagma de Atenas;

Todas estas circunstancias son rentabilizadas por los partidos populistas que proclaman que el imperio de la Ley ha de someterse a la voluntad popular ante la ineficacia de las élites gobernantes que, según sus ideas, son las que han abocado a la sociedad en general al desastre y se lanzan al discurso antiglobalización y antisistema aprovechando la lenta decadencia de las políticas neoliberales.

El más claro ejemplo de las políticas populistas lo encontramos en Venezuela y no hace falta extenderse mucho en enumerar las nefastas consecuencias de la llegada al poder de Hugo Chávez, primero, y Nicolás Maduro, después. Ni que decir tiene que el panorama venezolano ha de servir de acicate a los ciudadanos del mundo para evitar a toda costa el triunfo de estos movimientos y la vuelta a restablecer el orden democrático, deteriorado tras la grave crisis de la democracia representativa.

Parecemos no darnos cuenta de que, a pesar de los pesares, llevamos décadas viviendo en un mundo relativamente en paz y en el que la globalización ha puesto en marcha el mayor proceso de reducción de la pobreza que jamás hayamos tenido antes. La democracia liberal consiguió instaurar una bonanza y calidad de vida que nos urge recuperar tras la grave crisis económica. Y el populismo no es la solución.

Indignados y el movimiento 15 M en Madrid

El más claro ejemplo de las políticas populistas lo encontramos en Venezuela, y no hace falta extenderse mucho en enumerar las nefastas consecuencias de la llegada al poder de Hugo Chávez, primero, y Nicolás Maduro, después"

En el siglo XIX, las ideas del “romanticismo” fueron las precursoras de los nacionalismos que precedieron a las dos guerras mundiales. Hoy, en el siglo XXI, los populismos se presentan como nuevos románticos y empezamos a ver que la Historia se puede volver a repetir y que tenemos la obligación de evitarlo. 

El populismo es una amenaza frontal a las libertades y la prosperidad. No se debe caer en las falacias retóricas que nos venden los partidos populistas, lo que hoy escuchamos por todas partes como posverdad. 

Realmente, la democracia liberal y representativa en la actualidad tiene un desafío muy claro y es frenar el ascenso del populismo y volver a generar confianza en los ciudadanos, tareas arduas sin duda, pero no imposibles, restaurar la economía es la clave. Para ello y como reflexión final, cito una frase de Jean Claude Junker que me parece muy acertada y que hay que tomar con “respeto” a lo que pudiera venir: “Cualquiera que piense que la eterna cuestión de la guerra y la paz en Europa ha desaparecido podría estar muy equivocado: los demonios no han desaparecido, solo están durmiendo.”

Mar Rodríguez Márquez – @ReinaKhalesi

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Si Navarra Suma, ¿España Suma? | Emilio Borrega

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Si Navarra Suma, ¿España Suma?

 

EMILIO BORREGA

 

Que el centro-derecha en España está dividido no es ningún secreto. Que el votante de esta ideología ha encontrado en los últimos comicios electorales un amplio abanico en el que reflejar su voto, es una certeza y que, como consecuencia de eso, la izquierda de nuestro país es más fuerte y la derecha más débil, no lo duda nadie.

El momento político que vivimos y que algunos han denominado como de la “nueva política”, no ha venido sino a generar inestabilidad, desgobierno, repeticiones electorales, falta de entendimiento y, de ahí, largos períodos de transición entre unas legislaturas y otras, donde no existe control parlamentario, los gobiernos están en funciones y no se legisla pensando en el futuro de nuestro país.

Que el votante de centro-derecha ha encontrado un amplio abanico en el que reflejar su voto, es un certeza; que, como consecuencia, la izquierda es más fuerte y la derecha más débil, no lo duda nadie"

Cuando los “nuevos partidos” irrumpen en el escenario político, rompiendo años de bipartidismo, se preveía mayor diversidad de ideas, de argumentos, de puntos de vista y de formas de hacer política, políticas distintas a la que nos tenían acostumbrados tanto PSOE como PP. Se nos presentaron como la fórmula magistral que venía a regenerar la política arcaica de los “viejos partidos” y que darían luz a la España oscura que quisieron dibujarnos. Y nada más lejos de la realidad.

Emilio Borrega columnistas de VisionCoach
Emilio José Borrega Romero es Técnico Superior en Seguridad Laboral y apasionado por la buena política.
Ha compaginado su trabajo con la política, donde ha sido concejal de Alcántara (Cáceres), Diputado provincial en Cáceres, Vicepresidente y Delegado de Recursos Humanos, SEPEI y Formación de la Diputación Provincial de Cáceres.
En la actualidad cursa Grado de Ciencias Políticas y Gestión de la Administración Pública en la Universidad Internacional de La Rioja, UNIR

El tiempo quita y da razones y pone a cada uno en su sitio. Y esa diversidad de partidos ha terminado en los denominados ‘bloques’, tanto a izquierda como a derecha; bloques antes representados en dos partidos y ahora bloques multipartidistas -pero bloques al fin y al cabo-. Y lo peor de todo, bloques que, lejos de gobernar, ‘bloquean’. Así, en el bloque de la derecha no hay un líder con todo su equipo, gabinete, partido, séquito y adláteres, sino que hay varios. 

Y lo mismo ocurre en la izquierda, donde, más aún, existen cantidad de liderazgos, toda vez que en Unidas Podemos confluyen varios partidos de que, cada vez más, ponen en duda y en entredicho el ‘patriarcado’ de Pablo Iglesias, depositando en el PSOE la representatividad y hegemonía de la izquierda, de toda la izquierda, de nuestro país.

Si el PSOE acapara la gran mayoría del bloque de izquierdas, ¿por qué España Suma no está llamada a acaparar la mayoría del bloque de derechas? Respuestas hay muchas y conjeturas muchas más, pero yo me atrevo con dos y cada uno de ustedes sume las que estime oportunas.

Una. A Albert Rivera no le interesa promocionar la marca España Suma, convencido de que él y su proyecto personal llamado Ciutatans en los inicios y Ciudadanos posteriormente, será capaz de aglutinar el voto de centro derecha. Pero, paradójicamente, lo quiere hacer con políticas que más bien están en la izquierda, en el progresismo, con personas ideológicamente lejos del reformismo o del liberalismo y que abrazan al progresismo con argumentos y argucias políticas que cada vez entienden menos los votantes naranjas. Pero persiste en su error, sabedor que ese camino, para él, es el único camino.

Y dos. Albert Rivera teme que a Ciudadanos con España Suma le ocurra lo mismo de le ocurrió a UPyD con Ciudadanos: que se lo coma. Por lo tanto, ese escenario, en el que el centro-derecha gana y se une, supondría para el líder de Ciudadanos la posible desaparición y para su séquito la posible integración, o no.

Albert Rivera y España Suma
Pablo Casado y España Suma

Porque si seguimos jugando a dividir y no a sumar, ganará quien hasta ahora ha empezado a ganar, y que no es otro que Pedro Sánchez, el PSOE de Pedro Sánchez, y la izquierda “sanchista· que llevará a España hasta donde la llevó Rodríguez Zapatero y más allá.

Por eso, el interés del centro-derecha no puede depender del interés personal de nadie. El electorado de centro-derecha, que supone más de la mitad del electorado nacional, merece que con el actual sistema electoral su representatividad y defensa ideológica se garantice por encima de ninguna otra cuestión.

Y si los actuales dirigentes de los partidos de la derecha y del centro derecha no consiguen construir una España Suma, aquellos que acuñen la marca, que con altura de miras y sentido de Estado sepan aglutinar a todo el electorado, serán quienes realmente construyan, desde ahí y sin hipotecas, un partido donde una vez más el electorado del centro-derecha unido y bien representado, sea la única alternativa para plantar cara a la izquierda y convertirse en un proyecto real de futuro para España. 

Emilio Borrega.

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