Camarada Putin | Damián Beneyto
Camarada Putin
DAMIÁN BENEYTO
La madre Rusia, como era llamada con veneración por aquellos pobres campesinos de la época zarista, vuelve a las andadas esta vez de manos de un iluminado, cruzado entre el sifilítico Iván IV, ‘El Terrible’ y el genocida Stalin.
Tanto la Rusia zarista como la comunista siempre tuvieron un afán desmedido por acaparar territorios. El primero que utilizó el título de Zar fue un tal Iván IV, al que apodaron ‘El Terrible’ -empezaba la cosa bien- allá por el 1500 y pico, que ya apuntaba maneras imperialistas, y años después, zares como Pedro I o Catalina II ambos apodados ‘El/La Grande’, se anexionaron territorios declarando la guerra a suecos, turcos, polacos y demás vecinos, mientras ucranianos y bielorrusos pasaban de ser vasallos de Polonia a serlo de una Rusia cada vez más heterogénea con etnias de todos los colores.
A principio del siglo XX el imperio ruso de los zares se convirtió por arte y parte del comunismo en la Unión de Repúblicas Socialitas Soviéticas, URSS, Unión Soviética para abreviar, que era lo mismo pero en rojelio. La figura del Zar fue remplazada por un Camarada Secretario General.
A los pobres campesinos y demás curritos les empezaron a llamar proletarios, que era más políticamente correcto, aunque pasaran la misma hambre o más que en el régimen anterior y sufrieran una opresión y una falta de libertades de toma pan y moja.
Damián Beneyto Pita es natural de Carcaixent (Valencia), pero extremeño y residente en Plasencia desde 1977. Profesor de Enseñanza Secundaria. Fue Director del Centro de Artes Escénicas y de la Música, CEMART, entre 2007 y 2011. Director también de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura entre 2007 y 2010, Diputado en la Asamblea de Extremadura por el Partido Regionalista Extremeño, PREX, entre 2011 y 2015.
Si la mayoría de los zares ya se caracterizaron por ser bastante despóticos y algunos francamente crueles con sus pobres siervos, no se imaginaban los pobres ‘mujiks’ la que se les venía encima con el comunismo. Después de una guerra civil que duró más de 5 años (1917-22) y que se llevó por delante a más de 9 millones de personas, el comunismo puso sus proletarias posaderas en la antigua Rusia imperial, se anexionó a todos los vecinos aprovechando cualquier excusa y comenzó con uno de los regímenes más terribles de la historia de la humanidad.
El primer Camarada Secretario General fue el siniestro Vladimir Ilich Ulianov, alias ‘Lenin’, al que se trata de blanquear a pesar de ser un auténtico genocida. Ahí van algunos ejemplos de sus hazañas:
- Más de un millón de personas asesinadas por motivos políticos o religiosos.
- Entre 300.000 y 500.000 cosacos asesinados.
- Cientos de miles de trabajadores y campesinos asesinados por hacer huelgas.
- 240.000 muertos en la represión de la rebelión de Tambov.
- Más de 50.000 prisioneros de guerra blancos ejecutados.
- Entre 3,9 millones y 7,75 millones de muertos por hambrunas entre rusos, kazajos y tártaros.
El que sustituyó a este ‘padrecito’ criminal fue su discípulo Iósif (en ruso) Stalin que no inventó nada en cuanto a la represión se refiere, pero eso sí, superó a su maestro, aunque parezca difícil, en brutalidad, sadismo, iniquidad y truculencia. A partir de 1930 comenzó lo que se llamó Gran Purga. Entre 1930 y 1937 más de 11 millones de personas murieron de hambre debido a los planes quinquenales, siendo los ucranianos –curioso, verdad-, a pesar de ser unos grandes productores de alimentos, los que se llevaron la peor parte falleciendo por inanición más de 8 millones, mientras otros centenares de miles eran deportados a Siberia. Fue tal la desesperación de aquella pobre gente que cayó en el canibalismo para poder subsistir.
El investigador Robert Conquest cifra en entre 11 y 15 millones los muertos por la hambruna y la represión política. El escritor ruso Vadim Erlikman calcula que hubo 1,5 millones de ejecuciones, 5 millones de víctimas de los gulags y 1 millón de prisioneros de guerra asesinados en los campos a los que hay que añadir los millones, casi todos ucranianos, que murieron de hambre durante el mandato del quizás mayor asesino de la humanidad.
Estos rusos y aquellos soviéticos siempre han estado con el dedo en el gatillo para que los países limítrofes les olieran los pedo y, en cuando alguno sacaba el ambientador, tenía los tanques rusos a la puerta de su casa"
La muerte de Stalin no acabó con la represión en la Unión Soviética y hasta 1987 el hambre, el frio, las palizas y las balas acabaron con muchos hombres, mujeres y niños. Los muertos por el régimen soviético (1917-1987) varían según los historiadores entre los 50 y los 80 millones de personas (*).
Esto, que no se estudia en los colegios, aunque sí el holocausto nazi, tiene mucho que ver en que, en pleno siglo XXI, haya personajes como el camarada Putin. Este matón de discoteca proviene de la KGB. La KGB fue, sin lugar a dudas, la policía política más cruel del mundo y en ese cuerpo se hizo un ‘hombrecito’ nuestro camarada. Nada más llegar al gobierno puso en marcha la segunda guerra chechena para desempalagar y siguió con una política de anexión de las repúblicas que se habían escindido de la antigua Unión Soviética. Georgia y Crimea ya saben como las gasta este tipejo y ahora le ha tocado el turno a Ucrania.
El camarada Putin es un comunista de la nueva ola que, como otros, ha utilizado el sistema democrático para llegar al poder y luego ‘si te he visto no me acuerdo’. No tiene escrúpulos en cargarse a cualquiera que le plante cara utilizando desde el atentado callejero –la periodista Ana Polikóvskaya– a sofisticados venenos -el ex oficial de la KGB y escritor Aleksandr Litvinenko. Es un bravucón y un matasietes, acostumbrado a conseguir sus propósitos utilizando la violencia.
La invasión de Ucrania, que aun no sabemos cómo va a acabar, no es nuevo en el historial imperialista de la URSS, siempre han estado con el dedo en el gatillo para que los países limítrofes les olieran los pedos y, en cuanto alguno sacaba el ambientador, tenía los tanques rusos a la puerta de su casa en menos que dice una mentira el tal Sánchez.
Alemania del Este en 1953, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968 son solos algunos ejemplos de cómo las gasta el comunismo soviético.
Como les decía, no sabemos hasta donde va a llegar este malandrín, pero si sus intenciones son volver a unificar la antigua URSS lo tenemos claro. Algunos de esos países como las Repúblicas Bálticas pertenecen a la OTAN y, si son invadidas, ya no hay excusa para que EEUU y Europa sigan catalépticas. El armamento nuclear ahí está y en cantidades abundantes. Los chinos, a la expectativa y mirando a Taiwán. Irak y sus adláteres fundamentalistas islámicos frotándose las manos. El mundo es una caldera que puede explotar en cualquier momento.
El camarada Putin es un sociópata comunista al que hay que parar los pies como sea, y ya se sabe: “Muerto el perro, se acabó la rabia”, ahí lo dejo…
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Damián Beneyto
(*) Zbigniew Brzezinski ya había establecido los muertos del régimen soviético en 50 millones, en su obra ‘El gran fracaso: nacimiento y muerte del comunismo en el siglo XX’. Robert Conquest, cuyos trabajos sobre la Unión Soviética le convirtieron en una autoridad, estimó 40 millones de víctimas, sin contar a los fallecidos en la Segunda Guerra Mundial. En 1987, Rudolph Rummel, de la Universidad de Hawai, dijo que la URSS había matado a 61,9 millones de personas entre 1917 y 1987. Mientras que el historiador ruso y premio Nobel de Literatura, Aleksandr Solzhenitsyn, en el segundo volumen de su ‘Archipiélago Gulag’, de 1973, cifró el número de víctimas de la represión en 88 millones. (Datos de ABC)