El pescado se pudre por la cabeza | Alberto Astorga
El pescado se pudre por la cabeza
ALBERTO ASTORGA
¿Quién dijo que esto de ser líder iba a ser fácil? No lo es. Ejercer el liderazgo, un liderazgo con cabeza, viene empaquetado con y entre grandes dosis de responsabilidad que la persona debe asumir en todas las áreas que lo organización desarrolla para alcanzar sus fines.
«Un gran poder conlleva una gran responsabilidad». Esta frase no es del ‘Tío Ben’, el tío de ‘Spiderman’ -que también la dijo-; es realmente una de las frases más famosas de Franklin D. Roosevelt. La frase se ‘agiganta’ además por ser una de las mas importantes de su último discurso para el ‘Jefferson Day’, dos días antes de su muerte. Roosevelt hacía referencia a la responsabilidad con la que el liderazgo de ‘ese gran poder’ que son los Estados Unidos se vio abocado a intervenir en la Segunda Guerra Mundial.
El liderazgo en una organización y las decisiones y responsabilidades que deben tomarse y asumirse no son muy distintas de las que debe tomar y asumir un presidente de los Estados Unidos. No es una exageración. Aunque pudieran verse de menos trascendencia y menor calibre, no es así. Para las personas que trabajan en y para la empresa, para sus clientes y proveedores, para los miembros de cualquier organización social o política, el tamaño es lo menos importante. El desafío está en alcanzar el éxito; alcanzar los resultados previstos tomando las decisiones adecuadas y con responsabilidad sobre ellas.
No es líder aquel que no se siente responsable de los objetivos marcados, de lograrlos o de fracasar ante ellos; de resolver las dificultades o de sucumbir ante ellas"
El líder siempre será el responsable del resultado que obtenga la organización. Lo será de todo aquello ‘que él haya creado’. Por lo tanto, debe ser consciente de que tiene ‘un gran poder’ y de debe saber utilizarlo. No es líder aquel que no se siente responsable de los objetivos marcados, de lograrlos o de fracasar ante ellos; de resolver las dificultades o de sucumbir ante ellas. Se trata de asumir como metas personales los objetivos del equipo y no buscar pretextos, justificaciones o cargar con culpas a los demás o a las circunstancias por lo que no se ha sido capaz de lograr.
El resultado de la organización es, pues, el resultado por el que su líder ha trabajado; sea el que sea. Hay un refrán, del que no logro conocer su origen y que, por tanto, entiendo como sabiduría popular -o empresarial en este caso- que dice que «el pescado se pude por la cabeza». Es así. A las organizaciones les pasa lo mismo que al pescado al pudrirse. Se inicia en la cabeza y avanza progresivamente hasta la cola. La organización, por tanto, será lo que sea su dirección; al igual que un país será lo que sean sus dirigentes. Ambos son el referente que explica el conjunto y sus resultados.
Lo que pase con la cabeza pasará con el resto de la estructura. Por eso, se hace necesario que el líder sea consciente de lo que le está sucediendo, de aquello que le irrita y que le impide desarrollar una gestión personal y organizativa idónea.
Si la actitud mental del líder no está plenamente orientada al éxito y a la obtención del objetivo, se produce, en primer término, un ‘efecto ejemplo’ y lo que haga la dirección se trasladará paulatinamente a los distintos estamentos de la estructura, tanto el ‘buen hacer’ como los ‘despropósitos’. Las virtudes se transmiten lentamente, los vicios lo hacen con mucha rapidez.
En segundo término, una mala dirección castiga inconscientemente a los colaboradores más inmediatos. Les exige prestaciones excesivas o los sobrecarga de responsabilidades que no les corresponden. Eso produce un progresivo desencanto en la organización, el abandono voluntario de colaboradores y la fuga de talentos, que se ven incapaces de desarrollar su actividad por no soportar el ‘olor del pescado pudriéndose’.
Pero, afortunadamente, ese ‘gran poder’ también otorga al líder la capacidad de cambiar y mejorar la organización.
La organización será lo que sea su dirección, su líder; es el referente que explica tanto el conjunto como sus resultados"
Un líder no es una víctima, sino alguien que se enfrenta a las adversidades y pone su experiencia, su habilidad, su talento y, lo más importante, su actitud mental al servicio de la organización y de sus objetivos.
El líder debe dar ejemplo de su hacer diario y en su compromiso con la empresa o con la organización. Ese ejemplo cala en el resto de la estructura, implicándola y haciéndola protagonista del proyecto. Pero, mucho más importante, es que el líder debe estar inspirado por una actitud mental orientada al éxito. La motivación, la autoestima y las creencias hacen posible alcanzar metas desconocidas.
Las personas pueden porque creen que pueden; las organizaciones también. Un líder motivado sabe como motivar a su equipo, creando las condiciones para que el ‘clima en la organización’ propicie el talento de las personas, saque su mejor hacer y au autorrealización, haciendo que los objetivos del grupo sean inspiradores y se conviertan. en sus propias metas personales. Se trata de empedrar a cada miembro del equipo, de hacerlo útil y necesario para el conjunto, motivarlo y hacer que sus talentos aparezcan. Ese es el gran reto del líder; crear líderes.
Hay que trabajar activamente para que los líderes mejoren su actitud mental y que las organizaciones perciban que los cambios impulsan el trabajo del equipo hacia sus objetivos. La alineación necesaria entre el líder y los miembros de su equipo multiplica las posibilidades de éxito y genera, además, nuevos liderazgos de personas que han sido empoderadas y que se han probado -con éxito- a sí mismas.
Alberto Astorga